Las autoridades del estado de Misuri, en Estados Unidos, estaban ayer tratando de desactivar la nueva oleada de protestas raciales en las ciudades de Ferguson y San Luis, donde miles de personas llevaban dos días de manifestaciones de protesta contra la presunta brutalidad policial contra la minoría afroamericana del estado.

Al contrario que en el mes de agosto, las fuerzas de seguridad no se pusieron los trajes antidisturbios ni usaron equipos que parecían sacados de una película de ciencia ficción, sino que simplemente se limitaron a observar las marchas que recorrieron el centro de San Luis, la mayor ciudad de Misuri. Unas marchas que están empezando a trascender la pura política local, como revela el hecho de que acudieran manifestantes de lugares tan lejanos como las ciudades de Washington y San Francisco, situadas, respectivamente, a 1.500 y 3.300 kilómetros de distancia por carretera.