La tensión racial regresa a San Luis

La muerte de un joven negro tiroteado 17 veces por un policía reaviva las protestas

El Mundo, PABLO PARDO WASHINGTON CORRESPONSAL, 10-10-2014

La América post racial que muchos celebraron cuando Barack Obama ganó las elecciones presidenciales hace seis años sigue sin aparecer en el estado de Misuri. Ayer, la principal ciudad del estado, San Luis, vivía una tensa calma después de una oleada de manifestaciones protestando por la muerte, durante la noche del miércoles, de un joven negro en un tiroteo con un policía blanco fuera de servicio.

La tranquilidad de la ciudad seguía a una noche de protestas por la actuación del agente que acabó con varios coches de policía dañados, pero sin heridos ni detenidos. Aunque el número de manifestantes no fue grande –menos de 500, según la prensa local– los disturbios estuvieron marcados por una considerable tensión, incluyendo disparos cerca de las concentraciones.

Las circunstancias de la muerte de Vonderryt Myers, de 18 años, a manos de Sam Dotson, no estaban totalmente clarificadas anoche. La versión de Dotson era que Myers le había disparado tres veces y él había respondido descerrajándole 17 tiros. La tía del fallecido, Teyonna Myers, declaró que lo que James tenía en la mano «era un sándwich».

Dotson estaba patrullando el barrio de Shaw, al sur de la ciudad, un área cuya población es casi a partes iguales blanca y negra, y que tiene una tasa de crimen de 5.423 delitos por cada 100.000 habitantes. Es una cifra que, aunque elevada, es muy inferior a la media de San Luis, una ciudad que lleva dos décadas entre las 10 más violentas de EEUU, según la consultora Morgan Quitno Press, especializada en ese tipo de estadísticas.

El agente no estaba de servicio, sino trabajando para la empresa de seguridad Hi-Tech Security. Dotson, que ha sido apartado del cuerpo mientras dura la investigación, vio a tres afroamericanos cometiendo lo que parecía un robo y les dio el alto. Los presuntos delincuentes huyeron en direcciones diferentes y él persiguió a Myers, primero en coche y después corriendo. Según su testimonio, el joven mantuvo todo el tiempo una mano en la cintura, lo que le hizo sospechar que iba armado. Finalmente, ambos llegaron a una calle en cuesta, desde la que, según el policía, Myers le disparó al menos tres veces.

«El sospechoso siguió apretando el gatillo», declaró Dotson a los medios de comunicación, según informaba ayer el periódico local St. Louis Post-Dispatch. Sin embargo, «la pistola se le encasquilló», y él abrió fuego 17 veces. No se sabe cuántas balas impactaron a Myers, que murió en el acto.

Más allá de la tragedia, el suceso es una radiografía de EEUU. Shaw es un barrio que está en proceso de gentrification. Esa palabra define la subida de los alquileres en barrios pobres del centro de las ciudades para echar a los residentes –habitualmente, minorías– y atraer a nuevos residentes de más poder adquisitivo. Eso hace que el barrio, tradicionalmente, negro, sea ahora mixto.

En los barrios gentrificados, los recién llegados –normalmente blancos, pero también asiáticos y negros de clase media y media-alta– pagan a menudo a empresas de seguridad privada para que patrullen las calles. Esa tendencia, particularmente visible en California, es controvertida, y no hay consenso acerca de si ha contribuido a reducir la delincuencia o no. Pero de lo que no cabe duda es de que refuerza la separación entre los viejos residentes y los nuevos.

Y luego está la raza. Estadísticamente, no hay evidencias de que los negros cometan muchos más crímenes o consuman más drogas que los blancos. Pero las posibilidades de que un joven afroamericano vaya a prisión son cuatro veces mayores que las de un blanco. La clave es que, por ejemplo, el consumo de drogas comunes entre los negros –como el crack– recibe penas mucho más fuertes que las pastillas o la cocaína, que son más comunes entre los blancos.

A eso hay que sumar la cultura de pandillas y los códigos de honor en las comunidades negras, que crean una cultura en la que se valora el enfrentamiento con la autoridad y vivir al margen de las reglas. Todo ello genera un entorno en el que la América post racial es sólo un eslogan.

Ferguson: último (y reciente) antecedente
> 9 de agosto. Un agente de policía dispara en la localidad de Ferguson (Misuri) al adolescente afroamericano Michael Brown, de 18 años, que iba desarmado. Según la autopsia, el joven recibió al menos seis disparos, dos de ellos en la cabeza. Esa noche comenzó una ola de protestas contra la brutalidad policial que derivó en disturbios.

> 12 de agosto. Ante la imparable ira popular, el presidente de EEUU, Barack Obama, se pronuncia llamando a la calma y a las protestas pacíficas. Al día siguiente, la policía dispara a otra persona. Hay decenas de detenidos y la policía solicita refuerzos.

> 15 de agosto. La policía identifica al agente sospechoso de la muerte de Brown: Darren Wilson, de raza blanca. Sólo tres de los 53 agentes de la localidad son negros, mientras que dos tercios de los 21.000 habitantes de Ferguson son afroamericanos.

> 19 de agosto. Pese a que se decreta un toque de queda y se despliega la Guardia Nacional, no se logra contener las manifestaciones, que ya se han vuelto violentas. Obama comparece en la Casa Blanca y hace un llamamiento para revisar la militarización de la policía estadounidense.

> 6 de octubre. El jurado de instrucción aún delibera sobre si Wilson será llevado ante un tribunal. La tensión racial sigue latente en Ferguson y sus ciudadanos salen a la calle para pedir justicia para Brown. Hay una treintena de detenidos.

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