Los racistas de Tom y Jerry
"Eran el gato y el ratón que aparecían por la televisión en aquellos tiempos en los que solo había una, no muy grande y poco libre. Quizá por ello nunca nos extrañó que no dijeran esta boca es mía. Y menos mal. Porque resulta que eran racistas"
El Correo, , 04-10-2014Eran dos bolsas de agua caliente que antaño nos ponía la abuela los días de invierno cuando, aprovechando fiestas y navidades, disfrutábamos del caserío familiar. Pero no eran unas bolsas cualquiera. La mía era la de Tom y la de mi hermano, la de Jerry. Ver cómo las llenaban aquellas manos adultas desafiando al agua caliente del cazo, a base de buen pulso y mejor ojo, era toda una liturgia. Como también lo era meterlas en la cama, evitando el contacto directo con los pies y testando con la punta de los dedos el momento adecuado para acercarse. Porque Tom y Jerry nos daban confianza, más allá del agradable calor. Eran el gato y el ratón que aparecían por la tele en aquellos tiempos en los que solo había una, no muy grande y poco libre. Quizá por ello nunca nos extrañó que ambos personajes no dijeran esta boca es mía. Y menos mal, pienso ahora. Porque resulta que, ojo al dato, eran racistas.
Al menos así lo piensan en Amazon y en itunes. Tras repasar sus aventuras animadas estos gigantes empresariales han concluido que la pareja tiene prejuicios raciales. En concreto apuntan a su relación con el personaje, del que apenas conocimos algo más que sus pies, llamado Mammy Two Shoes. Una mujer afroamericana inspirada en Hattie McDaniel, la Mammy de ‘Lo que el viento se llevó’. Añaden, además, que son machistas hasta la arcada y que alentan al consumo de tabaco. Como lo leen. Así que me acabo de dar cuenta de que dormí, muchas noches de mi infancia, con un ratón y un gato del Ku klux klan. Y hay más. Esta misma semana hemos sabido que Pipi Calzaslargas es más peligrosa que Marine Le Pen y su padre Jean – Marie en un concierto de Góspel. También es racista. Porque llamaba a su padre “rey negro” y jugaba con sus amigos a “poner ojos de chino”. Así que la televisión Sueca emitirá estas navidades su serie, eliminando esas palabras y escenas. Impresionado estoy. Pipi me pilló mayor o a otras cosas. Pero jamás imaginé que la pelirroja de las coletas fuera racista. Por el contrario me parecía una niña políticamente incorrecta que cuestionaba la educación convencional y la estructura familiar que siempre nos dijeron que era la correcta. Vamos, que tenía un punto de rebeldía contra el sistema. Pero esos suecos que le dan un nobel de la Paz a cualquiera, resulta que les molesta lo que hace esta niña. Total que estoy con el mando de la tele en la mano pensando poner los dibujos de los ‘Teletubbies’. ¡Ay, no, calla, que dicen que uno es homosexual y que provoca que acabes, por el simple hecho de verle, en una de las carrozas del Orgullo Gay. Pena que no exista la carta de ajuste. Esa sí que no ofendía a nadie.
Cada vez estoy más convencido de que la gran obra ‘La Conjura de los necios’, de John Kennedy Toole, se quedó corta. Hay mucho Ignatuis Relly por el mundo. Solo que no son inadaptados, ni frikis. Sino tipos y tipas a quienes les falta tiempo para tirar de moralina incapaces de entender, en su simplismo mental, que toda obra, incluidos los dibujos animados, las series, los libros o las películas, hay que verlas y juzgarlas en su contexto. Y aplicarlo siempre y a todo. No entiendo por qué, esas mismas empresas, no ven racismo en cualquier película de indios y vaqueros. O mantienen ‘Desayuno con Diamantes’ como una película recomendable, cuando un tal Mickey Rooney hace el papel de un chino, vecino de Audrey, que ridiculizaba a los de su raza. De hecho, cuentan que viendo Bruce Lee esa película se sintió tan indignado que decidió que daría al cine un héroe chino. Añadamos en esta lista, por ejemplo, a los aficionados del Atlético de Madrid. Si se ponen exquisitos pueden quejarse, más aún y hasta hacerla desaparecer, la insignia de su equipo de la solapa y llavero de ‘Torrente’.
Porque es cierto que el mundo de la animación fue, es y será canal perfecto para asentar ideologías. Como lo son las películas y el resto de las artes. En realidad cualquier actividad que contenga mensaje, épica y personajes atractivos. Pero de ahí a creer que somos incapaces de discernir… Siempre cuento que viendo una película del oeste mi padre me explicó que los indios rara vez eran los malos. Y sus argumentos pudieron más que Errol Flyn participando en aquella mentira llamada ‘Murieron con las botas puestas’. Dicho lo cuál, conocí a unos padres que decidieron prohibir a sus hijos ver la tele en general y las películas de Disney en particular por considerarlas armas del sistema contra las mentes inocentes. El chaval no conoció a Pluto ni a Donald, pero salió tonto del culo. Quizá porque no todo, ni siquiera lo malo, está en la tele.
Me gustaría saber qué programas veían los de las tarjetas opacas de Caja Madrid. Porque yo veía Don Gato y no trinco del erario público. Ni usted. Por no hablar de qué tipo de dibujos animados veían los fundamentalistas de aquí, de allá o de acullá. ¿El demonio de Tasmania y por eso llevan mala leche? Hace años un oyente de la radio me puso a caldo porque dije que había regalado a mis sobrinos un tebeo de Mortadelo y Filemón. Los consideraba personajes lesivos para un chaval de 10 años. Por cierto, estaba en un comité de esos que ponen querellas a todo lo que consideran blasfemo o inadecuado. Desde ese día quiero más al maestro Ibañez. Y desde hoy, a Pipi y a Tom y Jerry. Lástima que no sepa dónde están aquellas bolsas de agua caliente. Porque dormiría esta noche con ellas. Aunque no haga frío. Aunque me abrase. Al fin y al cabo, me quema mucho más la imparable conjura de los necios.
(Puede haber caducado)