Más de 3.000 inmigrantes han perdido la vida este año en aguas del Mediterráneo

La ruta, vía de escape de la miseria subsahariana o siria, representa el 75% de todas las muertes globales ligadas al cruce de fronteras

ABC, EDUARDO S. MOLANO , 01-10-2014

El cementerio del Mediterráneo continúa añadiendo nombres a su crónica negra. Según cifras de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), solo en lo que llevamos de año, al menos 3.072 personas han fallecido ahogadas al intentar llegar a Europa, el 75% de todos los inmigrantes muertos de forma global.

En el estudio, la organización documenta cómo 22.400 personas han perdido la vida desde 2000 en estas aguas. Esto supone una media de 1.500 inmigrantes fallecidos cada año en el Mediterráneo (en comparativa, este año, el número oficial de muertes ligadas a cruces fronterizos en el Cuerno de África, por el Golfo de Ádén y el mar Rojo, es de 123).

En este sentido, teniendo en cuenta cifras de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), alrededor de 130.000 inmigrantes ilegales han llegado a las costas europeas (118.000, solo en Italia) en los últimos nueve meses, más del doble de los 60.000 registrados en 2013.

Para la OIM, el deterioro de la situación política de Libia, país que actúa de «lanzadera» de muchos de los migrantes subsaharianos, ha contribuido a esta situación.

Para analizar estos números, basta una perspectiva histórica. En 2011, por ejemplo, 58.000 inmigrantes irregulares y refugiados cruzaron el Mar Mediterráneo. Entonces, al menos 1.500 personas se ahogaron o desaparecieron en su odisea. El sangriento número contrastaba con el anterior récord, que databa de 2007, cuando 630 personas perecieron.
El caso de Eritrea

El incremento se encuentra justificado en el deterioro de la situación política de los países de origen de estos inmigrantes, la mayoría de Eritrea, Somalia y Siria.

Por ejemplo, en la actualidad, se estima que cerca de 1.500 eritreos huyen cada mes de su país, a pesar de la orden de «disparar a matar» con la que cuentan los guardas fronterizos, así como los inmensos peligros que suponen las rutas de escape.

En diciembre, un estudio presentado al Parlamento europeo alertaba del secuestro de al menos 30.000 refugiados eritreos desde 2006 por mafias dedicadas al tráfico de personas. En este sentido, Kassala, en Sudán, es uno de los principales puntos operativos de estos delincuentes. Similares penurias experimentadas en localidades que sirven de «estacionamiento» de inmigrantes. Como Tessalit, en Malí, o Tamanrasset, en Argelia.

¿El destino? Libia, quien gracias a su desgobierno, se ha convertido en los últimos tiempos en uno de los principales puntos intermedios para dar el salto hacia Europa.

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