«Las diferentes culturas de la humanidad deberían fluir unas con otras»

Diario Vasco, ANTXON ETXEBERRIA, 28-09-2014

Tras pasar su verano en Zarautz, donde tiene casa y familia, Jon Landaburu Illarramendi se marcha de nuevo esta semana a Bogotá (Colombia), donde reside desde hace 45 años. Este lingüista, miembro honorífico de Euskaltzaindia desde hace unos meses, ha trabajado toda su vida en la recuperación de las lenguas minoritarias, pasando muchos años de su vida en la selva amazónica, con las tribus indígenas. Jon es el tercero de los hermanos Landaburu, hijo de exiliado a Francia en los tiempos del lehendakari José Antonio Aguirre. Ha vivido y vive entre París, Colombia y Zarautz. A sus 70 años y jubilado desde hace 3, sigue siendo requerido para diferentes proyectos e investigaciones. Hace dos años la Unesco le concedió su premio anual por su trabajo en defensa de las lenguas minoritarias.

- Jon, ¿es usted nacido en París?

- Nosotros los hermanos hemos nacido en París, donde estaba destinado nuestro padre, que era natural de Gasteiz. Nuestra madre era de Zarautz. Soy el tercero entre siete hermanos. Los dos mayores ya no están, por lo que a mis 70 años estoy en la primera línea. Nosotros hemos nacido y nos hemos criado en París, donde le destinaron a mi padre con el lehendakari José Antonio Aguirre. Mi padre trabajaba en la delegación vasca en el exilio de París y en el año 1953 decidió nacionalizarnos como franceses para los estudios y la universidad.

- Y, ¿la relación con Zarautz?

- Pese a nacionalizarnos como franceses, nuestro padre no quiso que perdiéramos la relación con Zarautz, donde veníamos de vacaciones durante los tres meses de verano. Nuestro padre murió joven, con 55 años. Tras los estudios universitarios, me fui a Colombia a prestar el servicio civil militar de cooperación con el gobierno francés. Yo había estudiado lingüística y filosofía en la Universidad de la Sorbona de París y me enviaron a Bogotá a dar clases de lingüística. Estando allí empecé a interesarme por las lenguas de los indios indígenas y hay ha transcurrido mi vida, investigando las lenguas minoritarias.

- ¿Dónde ha llevado a cabo su tarea investigadora?

- Primero estuve destinado en los Llanos orientales en las sábanas de Venezuela y luego más profundamente en el Amazonas, trabajando con las universidades colombianas. Después postulé al centro de investigaciones científicas de Francia. Me admitieron de planta y mi vida profesional ha transcurrido en Colombia.

- ¿En qué ha consistido su trabajo?

- Ha consistido en estudiar los idiomas, como se construyen, hacer gramática, diccionarios, comparar con otros idiomas, ayudar a montar programas escolares… De vez en cuando viajaba a París a dar cuenta de mis trabajos, ya que dirigía una unidad investigativa.

- ¿Cuántas lenguas hay en el mundo y sobre cuántas ha investigado usted?

- En el mundo puede haber entre 6.000 – 7.000 lenguas. Sólo en Colombia hay 65 lenguas indígenas. Yo he estudiado algunas de estas lenguas pero, claro, para estudiar estas lenguas hay que convivir allí, en la selva, compartir la vida con la gente del lugar, con el fin de ir entendiendo y cogiendo sentido a las palabras. Después me llamaron para ir a las montañas, donde viven los arhuacos, en las laderas de las Sierra Nevada de Santa Marta, en el norte de Colombia. Ya estaba para entonces casado con una colombiana (Maite) de madre bilbaína, teníamos una niña y esperábamos a la segunda. Nos tocó una vida muy diferente a la selva amazónica.

- ¿Diferente en qué sentido?

- Para empezar, vivíamos a 6.000 metros de altura, en el punto más alto del norte de Colombia. Guardo muchas vivencias y anécdotas de aquellos años, ya que son mundos muy distintos a los nuestros: un mundo de cacería, ritos, pesca, alucinógenos, brujería. Estuvimos 15 años viviendo con los arhuacos, trabajando sobre su lengua. Pasé por enfermedades y hubo momentos malos, es el precio que uno paga, pero a su vez con la suerte de conocer otros mundos, muy interesantes.

- Alguna anécdota de aquellos años.

- Una vez llevé al hijo de un cacique a la capital, a Bogotá, primera vez que salía de la selva y alucinaba con todo: autobuses, ascensores ., pero a los pocos días se manejaba en la ciudad como nadie, por su sentido de la orientación en las montañas. Y eso que la zona de Santa Marta apenas llega el turismo, los arhuacos no quieren turistas, no quieren sentirse invadidos.

- ¿Se nota la huella indígena en Colombia?

- Hay mucha huella del pasado indígena, pero en Colombia solo el 3% de la población es indígena. Hay otros países, como Bolivia, Guatemala o Perú donde un alto porcentaje de la población es indígena.

- Y tras los años con los arhuacos, ¿qué ha hecho?

- Tras vivir en la montaña con los arhuacos, en los últimos años me he dedicado a formar lingüistas en Bogotá. Los franceses me aportaron fondos para ello, y he ido formando indios y muchachos a los que interesaba la investigación de las lenguas minoritarias.

- ¿Conclusiones que uno saca tras una vida tan diferente?

- El futuro de la humanidad pienso yo que es el mestizaje. Hay que abrir las fronteras, las experiencias valiosas de las diferentes culturas de la humanidad, tienen que fluir unas con otras, todo es enriquecimiento. Se trata de poner en contacto mundos diferentes. Circular y participar de varios mundos, esa es la riqueza del hombre. Las experiencias valiosas de la humanidad hay que aprovecharlas. A mí me ha tocado vivir en tres países, en Francia, Colombia y un poquito también en Euskadi. Si me preguntas de dónde soy, te diré que de los tres. Me ha tocado una vida muy enriquecedora por la posibilidad de conocer mundos tan diferentes.

- Creo entendido que le concedieron también la nacionalidad colombiana.

- Así es. Me dieron la nacionalidad colombiana honorífica por los servicios prestados al país. La ministra de Cultura me ‘enganchó’ para crear un programa de protección de las lenguas, muchas de ellas en peligro de extinción, para que las lenguas se mantengan vivas, como ha pasado con el euskera. La última parte de mi labor investigadora ha sido más política, de servir al mundo académico. Hace tres años que me jubilé, aunque sigo colaborando en diferentes proyectos e investigaciones.

- ¿En qué sigue colaborando?

- Gracias a mi trabajo he hecho muchas amistades. Tengo amigos, indígenas por ejemplo que trabajan para su propia cultura, para mantener sus lenguas y tradiciones. Algunos de ellos ya han estado en Euskadi gracias a convenios de cooperación con el Gobierno Vasco y de aquí también han viajado allí. Sigo colaborando con el ministerio de Educación de Colombia, en la idea de reconocer estas lenguas, para que mantengan su forma de ser y su identidad.

- ¿Hay colonia vasca en Colombia?

- No, hay pocos vascos, seremos unos 150. En su día fui el presidente del centro vasco de Bogotá. En Venezuela, Argentina o Chile sí que hay más vascos. Ahora Colombia está en auge y si que llegan empresarios vascos.

- Hace varios meses Euskaltzaindia le incluyó entre los nuevos académicos.

- Así es, en una reunión que se celebró en Bilbao, Euskaltzaindia nombró a doce nuevos académicos, y uno de ellos soy yo. La Unesco también me premió hace dos años por mi trabajo en defensa de las lenguas minoritarias.

- El verano lo ha pasado en Zarautz

- Solemos venir cada dos años, en verano. Este verano he estado en diferentes lugares, pero con la base en Zarautz, donde mantenemos un piso comprado hace muchos años. Vengo con la mujer, las hijas y nietos se quedan en Colombia. Nos marchamos de vuelta esta semana, con pena, pero tenemos nuestra vida en Bogotá.

- Y ¿cómo ha encontrado Zarautz?

- El pueblo, pues muy agradable, bonito. Ten en cuenta que es el pueblo de mi madre, donde está parte de mi familia y donde hemos pasado siempre los veranos.

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