En silla de ruedas tras un parto

Daniela Grosu, una joven rumana, se queda parapléjica al alumbrara su primera hija debido a una infección hospitalaria contraída posiblemente al ponerle la epidural

El Correo, María José Carrero, 28-09-2014

Julia, una niña preciosa duerme plácidamente en la sencilla casa de sus padres, Julian y Daniela, en Portugalete. Nació hace dos meses, en Cruces. El parto fue normal, pero sus progenitores apenas han podido disfrutarla. A las pocas horas de tenerla, Daniela se quejó de un fuerte dolor de espalda. Sesenta días después, está en silla de ruedas. Sus piernas no responden. Sufre una paraplejia aguda. La parálisis surgió “tras un procedimiento de punción epidural para anestesia por parto”, señala uno de los informes hospitalarios.

A través del despacho de letrados Gómez Menchaca, esta muy humilde familia rumana pide una compensación económica a Osakidetza para poder afrontar una vida que, si ya es dura cuando se es emigrante, ahora se presenta todavía más cuesta arriba. “Yo lo que quiero es recuperarme, poder criar a mi nena como cualquier madre… bañarla… He estado a punto de volverme loca por la impotencia de verme así… yo creo que alguien tiene que hacerse cargo de lo que ha pasado…”, dice en voz baja, como con cierto apuro por reclamar la indemnización que, según sus abogados, le corresponde.

A sus 35 años, Daniela alumbró a Julia sin mayores problemas en un parto vaginal con anestesia epidural. Las complicaciones llegaron a las pocas horas. “El 22 de julio, al día siguiente de nacer la nena, me dolía mucho la espalda. Se lo dije a todo el mundo en el hospital, pero me decían que era normal, que se debía a la posición del parto, que no pasaba nada mientras no se me durmiera la pierna”. Los dolores persistieron el día 23;y el 24 llegó la fiebre. Veinticuatro horas más tarde, la mujer no podía más. A lágrima viva comunicó que le fallaban las piernas, que no las sentía, que no podía orinar.

El personal sanitario empezó a reaccionar. “Me sondaron para extraerme un litro de líquido retenido. Como era fiesta llamaron a Urgencias. Encargaron una resonancia, pero no sé qué pasó en Cruces que no me la pudieron hacer, así que me trasladaron en ambulancia a una clínica privada. Allí tampoco me la hicieron completa porque la máquina no iba bien y me volvieron a llevar a Cruces, donde por fin se hizo la prueba”. El diagnóstico: “daño medular”.

Sonda en la vejiga

Esa misma noche, a las 22 horas, Daniela entró en quirófano para que le practicaran una laminectomía, una cirugía cuya finalidad es descomprimir la médula espinal. Después de dos días en reanimación, ingresó en el servicio de neurocirugía. El 1 de agosto le trasladaron a la unidad de lesionados medulares, donde le diagnosticaron una paraplejia, lo que dio pie a un tratamiento de fisioterapia “para aprendizaje de actividades de la vida diaria”, señala otro informe del propio hospital. Y añade que tiene una “sonda vesical permanente” para drenar la vejiga.

La causa de la lesión medular es una infección por estafilococus aureus multirresistente (SRAM), una bacteria causante de las contaminaciones contraídas en el medio hospitalario. ¿Cómo se produjo? En la reclamación remitida al Servicio Vasco de Salud, los abogados que la representan afirman que la contrajo “durante la aplicación de la anestesia epidural”.

El 27 de agosto volvió a casa. El alta que debía haber supuesto una alegría, para nada lo fue. Daniela no regresó por su pie. Lo hizo en silla de ruedas. Como vive en un quinto piso sin ascensor, los camilleros de la ambulancia la tuvieron que subir en brazos. Yahora la tienen que bajar a diario para que prosiga la rehabilitación en el gimnasio de Cruces. “Pongo mucho interés. Quiero recuperarme, disfrutar de la nena”, repite.

Le duele haberse perdido el primer mes de su bebé. “No he podido amamantarla, ni puedo pasearla. Quiero criar a mi niña con normalidad, como cualquier madre”. ¿Podrá hacerlo en el futuro? No hay respuesta. El último informe de Cruces no vaticina que vaya a producirse una gran mejoría: “La lesión medular, la disfunción esfinteriana, la necesidad de ayuda y de silla de ruedas pueden originar trastornos en la esfera afectiva que precisen tratamiento”.

Los expertos del hospital señalan que, a partir de ahora, el objetivo es “conseguir la máxima funcionalidad que permita” su dolencia. Para ello, recomiendan que “disponga de domicilio y de accesos libres de barreras arquitectónicas”. Pero vive en un quinto piso de un edificio sin ascensor. Con lágrimas, Julian dice que intentarán cambiar de casa. Julia no se entera. Duerme plácidamente en brazos de su madre. Es casi lo único que Daniela puede hacer por su pequeña. Mecerla.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)