“Sin trabajo, nos vamos de Gipuzkoa”

La falta de oportunidades les está obligando a arrojar la toalla Este periódico se acerca al drama que viven los inmigrantes obligados a marcharse

Diario de noticias de Gipuzkoa, Alicia Zulueta Javier Colmenero, 14-08-2014

donostia – Ibrahim y Stoph se han conocido hace unas horas en la puerta de un locutorio del barrio de Gros. Parece que ya son amigos y que van a compartir este día, su segundo y, probablemente, último en Donostia. “La situación de trabajo está fatal para los inmigrantes, y si no hay trabajo nos vamos”, cuenta Ibrahim, nativo de Senegal. Después de haber dormido en un albergue y que le hayan echado por no tener documentación, trata de buscar la manera de llegar a Extremadura. “Allí hay algo de trabajo. Quiero viajar para poder trabajar en los olivos y ganar mi propio dinero. Quiero vivir mi vida”, relata.

A su lado, Stoph casi no sabe hablar castellano, aunque sí inglés y francés. Es marroquí y desconoce a dónde irá. “Llevo ocho años por España, pero ahora no hay trabajo, no hay vivienda, y no hay buena vida”, lamenta. Su compañero le contesta que lleva horas sin llevarse nada a la boca, y que “en su país nunca se ha quedado un día entero sin comer”.

Por primera vez, desde hace 16 años, los inmigrantes dejan Gipuzkoa. El Observatorio Vasco de Inmigración, Ikuspegi, desveló el martes que, aunque todavía de manera leve, se ha roto la tendencia alcista del número de extranjeros residentes en el territorio.

Es una realidad que la población inmigrante percibe desde hace tiempo. Dentro del mismo locutorio, Víctor, el dependiente, afirma que “en 2008 ya se notó que el trabajo bajó muchísimo. Pero la cosa ha empeorado y ahora hay muchas familias que se han tenido que ir por la crisis”. Víctor llegó a Gipuzkoa en 2006 con un contrato de trabajo en Mc Donalds y desde entonces ha estado empleado, “excepto durante ocho meses, cuando cobré el paro”.

Cruzando el río, en la Parte Vieja, la nicaragüense Rebeca atiende a sus clientes en una pequeña tienda. También conoce a varias familias que han tenido que dejar Gipuzkoa por falta de trabajo. Llegó en 2012, justo cuando la crisis azotó con fuerza y, a pesar de tener un empleo, no deja de plantarse si le compensa quedarse aquí. “La situación está muy mal y ahora hay que trabajar más aunque paguen menos. No nos queda otra. Es eso o irnos”, admite. Asegura que “en estos cuatro años todo ha ido para abajo, así que no creo que siga aquí en un futuro, ya no merece la pena”.

Cuenta que quienes vinieron en un principio para ganar dinero y saldar sus deudas, a día de hoy no hacen más que incrementarlas. “Aquí todo es mucho más caro y tienes que pagártelo todo, más las deudas que uno tiene. Allí tienes un techo y aunque solo ganes para comer, estás con tus seres queridos. Para estar lejos y no ganar nada, mejor se está en Nicaragua”, expresa.

El mismo oficio ocupa Marta, unas calles más lejos. Su caso es distinto. Ya se ha vuelto a su país de origen, Ecuador, aunque en verano aprovecha para sacar algo de dinero en la tienda. “Mi esposo y yo llevamos once años en Gipuzkoa, pero el año pasado nos volvimos. Aunque trabajamos en esta tienda la tenemos desde que llegamos a España, porque la dueña nos dio la oportunidad de llevarla cada verano”, anuncia.

Vivían en Irun y antes de irse vieron partir a “muchas familias ecuatorianas, bolivianas y nicaragüenses porque no encontraban trabajo”. Tienen dos hijas y decidieron regresar porque “la sociedad permite mucho libertinaje a las niñas y nosotros somos muy conservadores, con valores muy fuertes. Además, ya era tiempo de volver”. Sin embargo, Marta reconoce que la gente del País Vasco es amable y poco racista. “Antes hacía ferias y se notaba mucho racismo alrededor de todo el Estado, pero aquí es donde menos, donde mejor se vive y donde la gente es más amable, respetuosa y cariñosa”.

abuso de ayudas Cuando comenzaron en la tienda, ambos tuvieron que hacerse autónomos, así que nunca recibieron ninguna ayuda social. No obstante, conoce a algunas personas que abusan de ellas. “Hace unas semanas estuve con una amiga de Nicaragua que me dijo que está recibiendo una ayuda de 750 euros al mes. Y yo no recibí nunca nada, aunque una vez caí en crisis”. Cuenta otra historia que vivió el año pasado: “Teníamos unos amigos. La chica venía embarazada y pedía ayudas. Hacían como que no tenía a su cónyuge, pero realmente sí estaba con él. Así, como madre soltera recibía dinero, y a mí eso me parece un abuso”. Termina contando que una conocida incluso llegaba a cobrar 1.200 euros al mes sin dar palo al agua. “Y yo mientras trabajaba once horas”.

En el locutorio, un rato antes Víctor se mostraba muy en desacuerdo con esta situación: “Las ayudas deben ser para los necesitados, como gente discapacitada o madres que cuidan solas a sus hijos. Conozco a mucha gente que vive solo de las ayudas y me parecen unos sinvergüenzas. Así te vuelves flojo y la gente se aprovecha y no quiere trabajar más”, asegura.

Todos coinciden con Marta en que hasta que no cambie la economía y la mentalidad de las personas, “todo va a ir para peor”.

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