TENDENCIA CON RIESGO EN BARCELONA
Ofensiva contra el mojito ambulante
Las insalubres bebidas se preparan en las calles y playas
El Periodico, , 28-07-2014Hace ya años que los vendedores ambulantes de cervezas ocultan las latas en las alcantarillas. Las van extrayendo cuando hace falta para evitar ser pillados con mucho género y para burlar decomisos. Y aunque llevárselas a la boca sin limpiar conlleva riesgos sanitarios, al menos su contenido está supuestamente a salvo. Todo lo contrario de la otra práctica ambulante del momento: distribuir mojitos a destajo, tanto por el centro de la ciudad como por la playa y que han sido ejecutados a trompicones en medio de arbustos, o entre las piedras de un espigón. Una práctica que la policía local está combatiendo este verano concentrando sus esfuerzos en intervenir las bebidas en el paseo Marítim antes de que los vendedores se desplieguen con una bandeja cutre sobre la arena.
El eterno juego del gato y el ratón entre la Guardia Urbana y los distribuidores (habitualmente paquistanís e indios) tiene difícil solución porque las multas no han resultado disuasorias. Por ese motivo, según informa la agencia ACN, la policía ha optado por tratar de sorprenderlos cuando van cargados de alcohol y se disponen a perpetrar los insalubres combinados. Esta presión, según los agentes, ha supuesto un incremento del 67% de bebidas y un 45% más de denuncias (casi 3.000) en lo que va de temporada. En cambio, las multas por el resto de actividades no permitidas (masajes o tarot) han bajado un 6,5%. CON LAS MANOS / Lo que más preocupa al ayuntamiento, no obstante, es el peligroso método de preparación de estos rústicos mojitos, a dos o tres euros sin alcohol, y a cuatro con. El cliente se expone a alcohol de baja calidad, a cubitos de hielo cogidos con las manos, al igual que la menta, y a una manipulación precaria, fruto del escenario donde se ejecuta. Lo más común, entre coches aparcados, entre la vegetación de jardines o del litoral, o en pleno espigón. Como sucede con las latas del alcantarillado, revela la Urbana, los vendedores se espabilan en hallar fórmulas para guardar sus tesoros líquidos. Lo más común ahora es que oculten las cervezas, refrescos y botellas de licor (en formato grande o mini) en bolsas de viaje que entierran en la misma arena de la playa. De ese modo, si son sorprendidos por los agentes no se quedan sin suministro, algo que para ellos resulta mucho más preocupante que una multa económica. Y es que pese a los 250 euros de una sanción por vender comida o bebida sin permiso, la mayoría de afectados carecen de permiso de residencia y nunca acaban abonándolas. En cambio, la mercancía cotidiana sí la pagan ellos.(Puede haber caducado)