"La diversidad cultural tiene un gran potencial de riqueza"

"Aquí hay interés en la energía del futuro", dice este francés nacido en Japón que vive en Euskadi desde 2012Joannès Barque. Ingeniero francés

El Correo, laura caorsi, 30-06-2014

Joannès Barque es ingeniero oceanógrafo. Su especialidad es la energía marina, desde la eólica ‘offshore’ hasta la que generan las olas y las corrientes del mar. Hace dos años llegó a Euskadi para trabajar en Tecnalia, en el parque tecnológico de Zamudio, e investigar en el desarrollo de las energías renovables. «De todas las cosas que me gustan de aquí, la más importante para mí es tener la oportunidad de trabajar en el campo que más me interesa», dice, y destaca la apuesta que se ha hecho por las energías renovables en el País Vasco.

Desde su punto de vista, aquí existe un gran interés empresarial «en los temas estratégicos de futuro y una coherencia política que se ha sostenido en el tiempo y ha permitido desarrollar industrias y empresas tecnológicas muy fuertes, capaces de competir con las mejores del mundo, y ganar». Después de haber vivido y trabajado en distintas partes del planeta, es consciente de que esta apuesta es bastante excepcional. «No es el caso en otros lugares», sostiene, al tiempo que apunta los diversos beneficios de la energía eólica. «Las renovables han recibido una financiación pública muy pequeña comparada con lo que se invirtió para desarrollar la nuclear hace unas décadas. Por otra parte, cuando pagamos por la electricidad, no es lo mismo que el dinero se use para importar combustibles fósiles a que se use para las renovables, que crean muchísimo más empleo y que pagan impuestos. Sólo contabilizando esos beneficios ya es más barato el viento que el gas. Y a eso hay que sumar que, si se avanza en la sostenibilidad y la seguridad energética, dejaremos un problema menos a nuestros niños».

Hace este apunte como profesional y como padre que, por cierto, valora mucho el trato que reciben los niños en Euskadi. «Me gusta que la sociedad vasca sea tan atenta con ellos. Hay detalles, como ir a un restaurante con un bebé, que en otros lugares es más complicado y menos agradable que aquí», expone Joannès, que nació en Japón, creció en Francia y ha vivido en Mauritania y Estados Unidos. «Me resulta difícil imaginar cómo sería si no tuviera esa experiencia de diversidad. Pero sé que un objetivo esencial de mi vida es conocer varias culturas, paisajes y maneras de ver el mundo».

al detalle

229.671

franceses residen actualmente en España, 6.599 de ellos en el País Vasco.

0,49%

es el porcentaje que representa esta comunidad sobre el total de la población de España.

Sabe bien de lo que habla, y no sólo porque ahora sea inmigrante, sino porque él mismo es fruto de la mezcla cultural. «Mi padre es francés y fue a Japón a investigar el uso del espacio en ese país. Ahí conoció a mi madre, que es japonesa y estudiaba en Tokio», resume. «Me preguntan si me considero más japonés que francés, y creo que me siento ambas cosas. En Japón me siento más francés, en Francia me siento más japonés, y en terreno neutro, como cuando trabajé en África, me siento los dos, aunque la identidad allí está marcada por la diferencia enorme que supone proceder de países más ricos desde el punto de vista material», reflexiona.

«La integración es difícil»

Cuando le preguntan por la interculturalidad, Joannès destaca que «la diversidad cultural tiene un potencial fantástico de enriquecer a las personas, las familias o las sociedades. Pero no es algo automático. La integración es difícil y puedo decir que he visto a personas o familias que no han podido disfrutar de este potencial y, al fin, han sufrido mucho por ello. Hoy esta es una de las cuestiones más acuciantes que surgen en los países como consecuencia de la globalización, que ha permitido vincular y mezclar culturas completamente ajenas hace 20 años. Supongo que el éxito o el fracaso dependerán de nuestras decisiones y de las culturas con las que interactuamos», apunta.

Añade que él es «optimista» en este tema. «Una razón es que ya hubo antes otros retos de este tipo y, en la mayoría de los casos, se resolvieron bien. Por ejemplo, aquí en Euskadi, hubo una gran afluencia de personas de otras partes de España que venían del campo a la industria, y de su pueblo a las ciudades vascas. Eso es un reto cultural muy serio que tuvieron que encarar tanto esas personas como la sociedad vasca que les acogió. Dio buenos resultados, pero no debemos subestimar la dureza de la vida de los inmigrantes de esa generación ni la transformación enorme que tuvo que asumir la sociedad local para manejar el reto con éxito. Ahora, con culturas aún más diferentes y que llegan desde más lejos, quizá el reto sea mayor, pero se parece al que le precedió».

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