MIKEL MAZKIARAN Miembro de SOS Racismo en Gipuzkoa. Aunque Euskadi no destaque por una xenofobia recalcitrante, este activista alerta de un «racismo sumergido» que la plataforma ha demostrado a las puertas de un puñado de locales nocturnos
«Cada vez más vascos se pasan al bando de la ‘antiinmigración’»
El Mundo, , 22-06-2014Los locales de ocio nocturno también
practican la discriminación por
motivos étnicos a la hora de elegir a
sus clientes. La Federación Estatal
de SOS Racismo lo comprobó el
primer fin de semana de este mes
en cinco ciudades españolas, entre
ellas San Sebastián. Su secretario
general, Mikel Mazkiaran, ha participado
en este proyecto subvencionado
por el Ministerio de Empleo y
Seguridad Social dentro de los programas
cofinanciados por el Fondo
Europeo para la Integración. Asegura
que, más allá de la entrada a bares
y discotecas, los inmigrantes
también sufren obstáculos añadidos
para acceder a una vivienda o contratar
préstamos.
Pregunta.– Al hilo de las polémicas
generadas por las palabras de
los alcaldes de Sestao y Vitoria, ¿es
ahora la sociedad vasca más racista
que hace unos años?
Respuesta.– No. Como consecuencia
de este estudio no sería correcto
decir que ha aumentado el
racismo. Hay una discriminación
larvada, más escondida, que denominamos
un racismo social que tiene
que ver con los impedimentos al
acceso al ocio, a la vivienda, a las
prestaciones… Es ese racismo sumergido
sobre el que queremos llamar
la atención.
P.– Sobre el papel, el observatorio
de Ikuspegi determina que por norma
general los vascos son tolerantes.
¿Es así en la práctica?
R.– En general, lo que vivimos en
Euskadi no es una actitud de especial
rechazo hacia la población inmigrante.
Diría más, en muchas
ocasiones la población no hace caso
a determinadas consignas populistas
de los políticos y tiene una
opinión bastante más formada que
la que ellos quieren moldear.
P.– ¿En la sociedad vasca se oculta
un sentimiento racista?
R.– Más que ocultar, lo que vienen
a decir los diferentes observatorios
es que en los temas de discriminación
o racismo existe un grupo de
personas denominadas ambivalentes
que van a modificar su opinión
en función de las cuestiones externas,
que hacen que su opinión se
vaya declinando hacia un lado u
otro. Cada vez este grupo va pasándose
al bando de los abiertamente
antiinmigración y ese es el problema
en términos de actitud de la población.
P.– ¿Hasta qué punto esta situación
se debe a la crisis económica?
R.– Una crisis no tiene que generar
necesariamente una actitud de
fuerte rechazo. El ejemplo claro es
España. Si lo comparamos con la
Unión Europea, vemos que en el
Estado se dan todos los componentes
para que aquí hubiera cogido
auge un partido de extrema derecha
–la mayor tasa de paro, alto índice
de inmigración…– y, sin embargo,
la situación no es esa.
P.– ¿El sentimiento racista crece a
medida que hay más inmigración?
R.– Euskadi tiene algo más de la
mitad de la media española, del orden
del 6-7%. Más que actitudes, yo
hablaría de la manera de gestionar
situaciones que podrían ser problemáticas.
Es más fácil gestionar determinadas
situaciones con un 6-7%
de inmigración que con un 15%.
Ahora, en términos sociológicos no
está demostrada una relación causa-
efecto. Hay poblaciones con alto
índice de inmigrantes cuya actitud
no es precisamente de rechazo.
P.– ¿Tienen problemas para empadronarse
en Euskadi, como denuncian
en Sestao?
R.– Hay problemas que surgen
de manera puntual en el acceso del
inmigrante al padrón. La legislación
ha ido cambiando y algunos
ayuntamientos han hecho una interpretación
muy estrecha de lo
que ofrece el marco legal. Pero no
creo que se puede hablar de un
problema generalizado ni mucho
menos.
P.– La ley habrá que cumplirla…
R.– Hay ayuntamientos que desean
limitar el acceso al empadronamiento
a la población extranjera,
aunque diría que son mínimos.
Luego hay otro tipo más común:
ayuntamientos que ante colectivos
en grave riesgo de exclusión no
ofrecen soluciones al problema del
empadronamiento. Hablamos de
un perfil de persona que tiene problemas
en el acceso a la vivienda.
Ahí es dónde nos movemos.
P.– ¿Le convencen las explicaciones
del alcalde de Sestao?
R.– Entiendo que son una excusa.
Hay dos lecturas. Un responsable
político como el alcalde de Sestao
ha dado muestras con estas
manifestaciones de no ser un buen
gestor. Una persona que dice que
incumple todos los días la ley está
retratándose como un mal gestor,
como una persona poco responsable
en términos de política general.
Por otro lado, está el componente
de rechazo a algunos colectivos.
Serán más o menos acertadas sus
explicaciones, pero, si se quiere,
podría reclamarse su dimisión. No
lo ha querido hacer, pero tampoco
se lo ha exigido su partido. Es
nuestra crítica: era merecedor de
un mayor reproche en términos
políticos por parte de su partido.
P.– ¿La respuesta de la Ejecutiva
del PNV no tomando medidas hace
un flaco favor a la convivencia?
R.– Si se interpreta esa
respuesta como no suficientemente
ejemplarizante,
cabe el riesgo de
que este tipo de actitudes
de rechazo se vean con
mayor flexibilidad o
manga ancha, y puede
acarrear que parte de la
población de Sestao entienda
que no está mal
visto exteriorizar actitudes
de rechazo. Esto sí es
peligroso y puede afectar
a la convivencia del municipio.
P.– ¿Cómo ve la polémica
generada en Vitoria
porque una inmigrante
se bañó vestida según los
ritos islámicos en las piscinas
públicas?
R.– Si una persona se
mete a una piscina con
ropa de calle, habrá una
norma que regula el uso
de una piscina municipal
que diga que no puede
hacerlo. Es evidente. A
partir de ahí, se trata de
ver cómo se soluciona el
problema, y hay que solucionarlo
con el diálogo
y con las explicaciones
pertinentes de que hay
otra manera de bañarse.
P.– Entonces, ¿el problema
está en una falta
de gestión?
R.– Hay que gestionarlo
desde la discreción y
desde la intención de
buscar una solución y
eso es lo no ha hecho el
alcalde de Vitoria, que
toma como bandera un
problema que se podría
haber circunscrito al ámbito
concreto de cuál es
el funcionamiento de
una piscina para poner
otra vez casualmente en
la picota a una parte de
la población inmigrante.
P.– ¿Casualmente?
R.– Quien está poniendo
lo que ocurre en una piscina como
un gran problema de convivencia
es la misma persona que en víspera
de las anteriores elecciones
municipales puso al colectivo inmigrantes
como aquel que abusaba
de las ayudas sociales y la misma
que ha puesto muchas pegas para
la implantación de una mezquita.
Maroto ha vuelto a hacer un ejercicio
de populismo ante lo que era
un problema de perfecta solución a
través de unas normas mínimas de
funcionamiento y de diálogo.
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