La jaula dorada

Suspiros de portugal

El Correo, josu eguren, 23-06-2014

Por un lado el discurso endogámico de la película y por el otro la realidad que le rodea. Costumbrismo y pintoresquismo inmigrante en una Francia que ha votado en masa a la ultraderecha de Marine Le Pen. También es cierto que ‘La jaula dorada’ termina con un “a mis padres” firmado por su director Ruben Alves, y que donde el espectador cínico y desencantado puede atragantarse con su exceso de bonhomía no existe otra intención que la de rubricar una carta de amor a las generaciones de emigrados portugueses que huyeron de su país para colonizar los suburbios europeos. Portugueses en Francia, Inglaterra, Suiza…: las mujeres cubriendo las porterías y los hombres en el andamio, al tiempo que sus hijos tratan de conciliar la identidad heredada de sus padres con el acento del país que les ha visto crecer. Todas estas cuestiones están en ‘La jaula dorada’, una simpática comedia comercial que hace humor con el contraste de usos y costumbres, como si un ramalazo del fenómeno ‘Bienvenidos al norte’ atravesase el vacío que deja a su paso una pregunta que, aun contestada, no llega a resolverse, ¿Quedarse o volver?

Hay más materia dramática en ‘La jaula dorada’ de la que su director puede gestionar con el tono naif que embadurna el metraje, y aunque existe un intento de concretar un mensaje integrador que vertebre todos los conflictos de la película, Alves apenas acierta a ponerlo en imágenes en una escena donde las dudas que consumen a Rita Blanco se superponen a la música y letra de ‘L’étrangère’, de Linda de Suza.

No encontrarán más en este improbable sainete con alma de fado, salvo que examinen con detalle su elusiva postura política respecto a temas como la xenofobia y la inmigración. Más nostálgica que empapada de la saudade típicamente portuguesa, ‘La jaula dorada’ es perfecta para los espectadores autistas que quieran seguir de espaldas a la realidad de la Europa de extrema derecha.

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