Delenda est Europa
El Mundo, , 28-05-2014LOS RESULTADOS de estas últimas elecciones
no dejan lugar a dudas: Europa ha
muerto. Los que cifran sus esperanzas de
independencia en el espejo europeo deberían
abandonar toda esperanza. El escenario
político en el viejo continente está decrépito,
es decadente, ha llegado a sus últimas
boqueadas y tiene a sus sepultureros debidamente
acreditados como diputados.
El euroescepticismo y la extrema derecha,
que no hay que confundir, se han hecho un
lugar importante en el terreno de juego. Un
terreno viciado por los defectos de ésos paquidermos
artríticos que son la socialdemocracia
y el liberalismo conservador. Ni Merkel
ni Hollande son más que unos personajes
odiosos. Se lo han ganado a pulso; unos,
con sus políticas de mercado, mercado y
mercado y los otros por su estupidez pijoprogre.
Ni la alianza de civilizaciones ni la
prima de riesgo, ni el conservadurismo teutón
ni el papanatismo made in mayo del sesenta
y ocho. Nada. La ciudadanía europea
ha votado poco y lo ha hecho con desgana.
Europa no interesa, porque no existe. Es así.
¿Cómo se ha llegado a este punto? ¿Por
qué en la Francia republicana ha triunfado
el Front Nationale? ¿Qué ha permitido a Alemania
aupar a un nazi? ¿O a los griegos hacer
lo propio con Amanecer Dorado? Existen
muchas causas, pero la principal es que
los partidos del establishment están ciegos a
la realidad. Viven confortablemente en sus
palacios de invierno y no quieren ni oír hablar
de lo que sucede en las calles, calles en
las que, por otra parte, son apedreados a la
que se descuidan sus escoltas. En ellas existen
poderosos motivos que llevan a la gente
a adoptar posturas radicales, al margen de
las rígidas leyes de las democracias arterioescleróticas
en las que vivimos.
Todos se han encerrado en su espejismos
particulares. Lo vemos en Cataluña a diario.
Los unos creen que fuera del proceso no
existe salvación posible, los otros que más
allá de la unidad de España no hay más que
desgracias. Ambos no hablan nunca, por
ejemplo, de los inmigrantes. La derecha, por
vergüenza torera – aunque luego fomente la
industria de fabricación de concertinas y de
vallas –, y la izquierda por ese miserabilismo
buenista del tristemente célebre papeles
para todos.
Ninguno de sus líderes ha de tomar el
tren, por ejemplo, en la estación de Manresa
un sábado a las diez de la noche. El último
hacia Barcelona, pues a pesar del proceso,
o acaso debido a él, ciudades como Girona
o Manresa están incomunicadas de las
diez hasta las seis de la mañana por vía férrea.
La estación estaba llena de personas.
Se hablaba árabe de Marruecos, árabe sirio,
chino continental, rumano, castellano con
acento de diversos países sudamericanos.
Nadie en catalán, claro. Pero allí estaban,
cada uno a lo suyo y sin importarles ni Europa,
ni España ni Cataluña. Ni el proceso,
claro. Les importaba, imagino, sobrevivir a
la losa que supone vivir día a día.
Ni Mas ni Navarro controlan ese tren
nocturno que se adentra en la oscuridad
más profunda. En el otro extremo esperan
bates de béisbol, cadenas, porras empuñadas,
precisamente, por gente joven, por trabajadores,
por personas que, hartas de una
Europa que no entienden y que sienten extraña
y aún agresiva, hacen lo único que
creen posible: irse al extremo. Adiós, Europa.
Hola fascismo
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