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Los líderes reaccionan al latigazo electoral

París y Londres, con apoyo de Roma, reclaman reformar la Unión ante el auge de los radicales. La Eurocámara da un mandato a Juncker para tratar de presidir la Comisión.

El País, Claudi Pérez, 27-05-2014

El avance de los radicales en las elecciones del 25 – M (y la caída del bipartidismo) causa inquietud en las instituciones europeas, metidas en una batalla que se adivina larga por la presidencia de la Comisión Europea. Pero sobre todo provoca espanto en algunas capitales: el nerviosismo se apoderó ayer de los líderes de los países más afectados por el ascenso de los extremistas en la Unión, especialmente Francia y Reino Unido. La primera gran bronca de la era post 25 – M está en marcha: a su llegada a una cumbre informal, en Bruselas, el presidente socialista francés, François Hollande, y el premier conservador británico, David Cameron, reclamaron una reacción fulminante de la UE para abortar esa tendencia en las urnas, que refleja el desencanto de muchos votantes. Italia está también por la labor.

El continente se rebela así —con la boca pequeña, de momento— contra el diktat de la canciller Angela Merkel: al hilo de los resultados electorales vuelve el redoble de tambores contra la austeridad alemana que ha dominado la gestión de la crisis en los últimos tiempos, en favor de las políticas de crecimiento y de una relajación de las reglas fiscales. Y llegan también nuevos vientos para reformar la Unión; una especie de segunda transición, aún poco definida, que permita frenar a los extremistas.

París levantó ayer la voz, alto y claro, por primera vez en mucho tiempo. Tras dos años y medio desdibujado por sus problemas internos, Hollande regresó al discurso que llevaba después de ganar las presidenciales francesas de 2012, y emplazó a poner en marcha una ambiciosa agenda reformista: “Europa se ha vuelto ilegible, distante, básicamente incomprensible, incluso para los gobiernos. Eso no puede seguir así. El proyecto europeo tiene que ser simple y claro, y debe retirarse de donde no sea necesario”, dijo, en un mensaje muy poco habitual para un dirigente francés.

“Es mi deber reformar Francia y reenfocar Europa”, agregó en un guiño claro al primer ministro italiano, Matteo Renzi, la nueva esperanza de la izquierda tras su espectacular triunfo en las europeas. Renzi está a punto de asumir la presidencia temporal de la Unión. Y ha dejado clara su intención de aprovechar ese semestre para activar una especie de proceso constituyente en Europa, que incluya una flexibilización de las normas fiscales y otros asuntos. Aunque para eso deba convencer a Merkel, un hueso duro de roer.

Cameron fue también directo al grano, con el habitual toque británico: “La Unión no puede ignorar estos resultados y seguir como antes. Necesitamos un cambio. Europa debe concentrarse en lo que importa, en el crecimiento y el empleo, y no intentar hacer tanto en tantos otros ámbitos. Bruselas se ha vuelto demasiado grande, demasiado autoritaria, demasiado entrometida”, dijo rotundo a su entrada a la cumbre.

Parece inevitable que el 25 – M provoque una sacudida en Bruselas, aunque queda por ver en qué dirección cristaliza todo ese malestar que emerge en varias capitales. La cumbre informal, que estaba diseñada para empezar a mercadear con los principales cargos de las instituciones, es la primera muestra de que vienen curvas; de que el mensaje de los votantes empieza a generar reacciones en varios Ejecutivos, tanto los citados como otros con dificultades (el de Grecia, por ejemplo).

Atrapada en una lasaña de complejidades, atascada en una crisis devastadora, entorpecida por un gobierno colectivo ineficaz y agobiada por una población envejecida y una llegada de inmigrantes que el continente no sabe exactamente cómo absorber, los líderes de los Veintiocho se reunieron para tratar de reaccionar a los resultados del 25 – M. Las primeras declaraciones dejan entrever un conato de rebelión contra Alemania: con Italia y Francia aquejadas de problemas económicos similares —parecidos también a los de España—, vuelve a ganar enteros la posibilidad de crear un eje franco – italiano capaz de contrarrestar el liderazgo indiscutible de Berlín.

Renzi ha abanderado en las últimas semanas la necesidad de acordar una nueva agenda para la Unión, que incluye una “operación keynesiana” con estímulos e inversiones, además de una convención constitucional para relajar las estrictas reglas fiscales de la eurozona. Cameron y Hollande, junto con otros líderes, indicaron que van en la misma línea, y lanzaron mensajes directos para Merkel, que tiene la llave de casi todo, incluido el controvertido nombramiento del próximo presidente de la Comisión Europea, tal vez el cargo fundamental en el entramado institucional de Bruselas.

No parece fácil que la canciller dé su brazo a torcer. Su partido perdió escaños el domingo, pero sigue dominando en Alemania pese al ascenso de los socialdemócratas de Martin Schulz. Y en la Unión está por ver el papel de Schulz a partir de ahora, muy tocado por los malos resultados en España, Irlanda o Grecia, que le han dejado lejos del candidato conservador, Jean – Claude Juncker, en la carrera por la presidencia de la Comisión. Los cinco grandes partidos de la Eurocámara movieron ayer ficha, en un mensaje telegrafiado a los primeros ministros: dieron un mandato a Juncker para que trate de forjar una mayoría que le permita presidir el brazo ejecutivo de la UE.

Los eurodiputados llevan tiempo preparando cuidadosamente ese proceso y confirmaron la designación del candidato más votado. Cinco de los siete grupos parlamentarios —todos salvo la Europa de la Libertad y la Democracia que lidera Nigel Farage y el grupo que aglutina a los tories y a los conservadores polacos— votaron a favor de Juncker, aunque eso no significa que en las negociaciones posteriores vayan a apoyarlo, explican fuentes de la Eurocámara.

El Parlamento es consciente de que los candidatos que han salido de las elecciones para encabezar el Ejecutivo comunitario tienen algunos detractores entre los Estados miembros: Juncker, por ejemplo, tiene serios problemas con Cameron e incluso en su propio partido, con el veto del PP húngaro. Pero la Eurocámara amenaza con bloquear el proceso si el Consejo se saca de la chistera nombres que no han concurrido a los comicios. En caso de desacuerdo, se avecina una batalla cruenta entre la Eurocámara y los jefes de Estado y de Gobierno.

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