Las elecciones al Parlamento Europeo ya han empezado a celebrarse. Comenzaron ayer, con la apertura de las urnas en Gran Bretaña y Holanda, donde según las encuestas podrían alzarse con la victoria dos partidos caracterizados por ejercer un populismo xenófobo y crecer sobre un mensaje de trazo grueso centrado en alentar el odio contra los inmigrantes . No son los únicos; otras formaciones de extrema derecha tienen también opciones de ganar los comicios, como es el caso del Frente Nacional francés, entre otros. Esta fortaleza de grupos ultraderechistas, que no es repentina sino que viene de lejos, ha encendido algunas alarmas en el seno de la UE, desde donde se advierte del peligro de su dañina ideología.

Ocurre, sin embargo, que es difícil de medir hasta qué punto esa preocupación es real o es impostada. Porque muchas de las medidas que conforman el programa electoral de esas formaciones están siendo aplicadas por otros partidos más «convencionales» en sus respectivos gobiernos, como la expulsión de personas migrantes de forma irregular, el endurecimiento de las condiciones para conseguir prestaciones sociales, el señalamiento de colectivos enteros en base a prejuicios o el cierre militar de las fronteras. Las vallas de Ceuta y Melilla, coronadas con alambradas y cuchillas capaces de provocar terribles heridas, no las han colocado ni Nigel Farage, ni Geert Wilders ni Marine Le Pen.

Los partidos que eufemísticamente son denominados «euroescépticos» no tienen la patente del racismo, una lacra que desgraciadamente también tiene arraigo en nuestro país. Las incalificables declaraciones del alcalde de Sestao, Josu Bergara, y su negativa a empadronar a personas migrantes le convierten en alumno aventajado de los ultras citados. Atribuir a un grupo étnico o social determinado un carácter delincuencial es una canallada que inhabilita al autor para ejercer su cargo. «Retirar» unas declaraciones –¿qué significa eso, que ahora tiene una opinión diferente sobre ese tema?– no eximen de responsabilidad al primer edil, que si no ha dimitido debería ser cesado por su partido, si no quiere ser cómplice de una actitud inaceptable.