La irresistible ascensión del populismo
La Voz de Galicia, , 23-05-2014La sola posibilidad de que en Francia el Frente Nacional (el partido de los Le Pen) y, en el Reino Unido, el UKIP (los antieuropeístas que lidera Nigel Farage) se conviertan en primera fuerza en los comicios europeos pone los pelos de punta. A aumentar tal intranquilidad contribuye, además, el buen resultado que en diversas naciones (incluida España, por supuesto) podrían obtener grupúsculos de extrema derecha o extrema izquierda, que presentan con el UKIP y el FN no pocas cosas en común: en concreto, ese populismo difuso que ha sido en tantos momentos la madre de todas las desgracias.
Más que una ideología, el populismo es una forma de concebir la relación que mantienen en democracia electores y partidos. Los populistas pueden presentarse bajo la bandera de la izquierda o la derecha, pero en ambos casos tienen en común su convicción de que la labor de los políticos consiste en darle al pueblo la razón, alabando sus instintos (por más bajos que estos puedan ser en un momento determinado) y negando, al propio pueblo, cualquier responsabilidad en la marcha de las cosas.
Presentan, además, los populistas, otra característica no menos relevante: la convicción de que todos los problemas públicos (políticos, sociales o económicos) tienen una fácil solución y que si aquella no se adopta es porque los partidos tradicionales se niegan a ponerla en marcha por cobardía o por maldad. A los populismos de toda laya podría aplicárseles, así, aquel sabio pensamiento del editor y periodista Henry Mencken: «Para todo problema complicado existe una solución clara, simple y equivocada».
No hay más que oír a Marine Le Pen, a Nigel Farage, o a muchos de los nuevos líderes de los grupúsculos nacidos al calor de las elecciones europeas para saber que ellos resolverían de un plumazo la recesión, el paro, los problemas derivados de la inmigración y que acabarían con los recortes y el ajuste a través de métodos tan fantásticos como aquel bálsamo de Fierabrás que, según Don Quijote, eliminaba cualquier mal.
Esta reflexión sobre el peligro que nos amenaza no sería, sin embargo, justa ni completa, si no dejase yo constancia de la responsabilidad que en el mismo tienen los grandes partidos europeos, que se empeñan en hacer política como si los electores fueron cautivos que no tienen la libertad de votar a quien les peta. Pues lo cierto es que la tienen: incluso para hacerlo a quienes les prometen soluciones tan mágicas como disparatadas para desafíos muy complejos que todos queremos resolver. No hay más que haber seguido la campaña europea del PSOE y del PP para entender por qué el domingo podría tener lugar esa irresistible ascensión del populismo, que sería, de producirse, mucho más aparatosa que realmente útil para solucionar los problemas gravísimos a los que nos enfrentamos.
(Puede haber caducado)