Internacional / entrevista

De héroe por salvar a 18 inmigrantes en Lampedusa, al olvido y tratado por un psicólogo

ABC, Ángel Gómez Fuentescorresponsal en roma, 22-05-2014

El pescador Domenico Colapinto asegura que «volvería a repetir una y mil veces el gesto de salvarlos», pese a que «cada día revivo aquel infierno»


Siete meses después de la mayor tragedia relacionada con inmigrantes que ha vivido el Mediterráneo, en Lampedusa, el pescador Domenico Colapinto – que no ha podido volver al mar – cuenta en una entrevista a ABC: «Cada día revivo aquel infierno. Con esfuerzo me pago buena parte de mis curas y nadie se ha interesado por mi salud en estos meses, pero volvería a repetir una y mil veces el gesto de salvar a los inmigrantes».


Colapinto fue considerado un héroe porque salvó a 18 inmigrantes que habían naufragado en la mayor tragedia que ha conocido el mar de Lampedusa. El pescador, de 51 años, casado y con dos hijos, se lesionó entonces el hombro y la espalda, y revive casi de forma permanente aquel infierno, hasta el punto de necesitar la cura de un psicólogo.


«La psicoterapeuta me ha dicho que no debo hablar del naufragio, porque si no continuará siempre en mi cabeza. Pero, bueno, hoy haré una excepción si no me atormenta con muchas preguntas». Con espontánea sencillez nos recibe en su modesta casa de alquiler de Lampedusa Domenico Colapinto, quien junto a su hermano Raffaele, propietario del pesquero «Angela C», salvó a 18 personas en la noche del 3 de octubre 2013, a pocos centenares de metros de la isla de Lampedusa. El balance fue de 366 muertos (41 menores), 20 desaparecidos y 155 supervivientes.


«Fue un infierno. No se me van aún de la mente aquellos cuerpos cubiertos de fuel y sus brazos que se me resbalaban. Salvamos a dieciocho y recuperamos los cadáveres de dos mujeres. Intenté rescatar a otros que desaparecían entre las olas delante de mí, gritando. Acabé exhausto, sin fuerzas», recuerda Domenico. Un trauma que le ha costado meses de insomnio y dolores. Reconocido como un héroe en una placa recuerdo y con una medalla, fue enseguida olvidado.


– ¿Sufre por no volver al mar?


– He pasado cuarenta años en el mar como pescador. Toda una vida. Lo echo de menos. Pero ahora es una necesidad, porque tendré que volver para ganarme la vida.


– En estos meses de baja por enfermedad, ¿qué ayudas ha recibido?


– Buena parte de los tratamientos, incluida la acupuntura, por ejemplo, he tenido que pagármela yo. Recibo al mes unos 350 euros por desempleo.


Desde el fondo de la casa se oye la voz de su mujer, María Rosa, que lo corrige: «Son 500 euros». Ella conserva bien en su memoria «las noches de insomnio e inquietud: se levantaba, iba al baño y volvía con dolores; intentaba dormir, pero estaba despierto hasta el alba».


– Nadie. Ninguno ha vuelto a preguntarme si necesito algo. No he recibido ni una llamada telefónica.


– ¿Volvería a repetir su gesto?


– Por supuesto. Una y mil veces. Lo que siempre he sentido es no haber podido salvar otros cien más, hombres y mujeres, jóvenes como mis hijos que se ahogaban tragados por las olas delante de mí, que me sentía impotente y exhausto, sin fuerzas, pero yo estaba vivo, y ellos se morían. Un infierno».


Domenico volverá al mar. Es su vida. No hay ningún resentimiento por el olvido y falta de ayuda que sufre. Se siente orgulloso de su gesto, pero no un héroe. Aunque así lo consideran sus hijos y su nombre quedará inscrito en la lista de héroes de Lampedusa.

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