Galicia : «Me acaban de robar la vida»

La emigración golpeó dos veces a Queta Fernández: sus padres volvieron de Suiza cuando tenía 11 años y ahora su hija, en paro, tuvo que irse a Londres

La Voz de Galicia, Alfonso Andrade , 18-05-2014

Queta Fernández (Loureiro, Nogueira de Ramuín, 1965), padeció de niña «una agonía» que conocen bien las incontables familias gallegas que han sufrido el desarraigo de la emigración. Queta vivía con su abuela en Loureiro y, una vez al año, en verano, sus padres regresaban de Basilea (Suiza) para pasar 20 días a su lado. Después del entusiasmo inicial comenzaba «la tortura de ir descontando fechas», hasta que una noche les veía llorar «y a la mañana siguiente… ya no estaban».

Cuando Mari Carmen y Manuel, los padres de Queta, retornaron a Galicia en 1976, eran «casi unos desconocidos» para ella. «Mi abuela – explica – era realmente mi madre, y con 11 años me sentía como una niña adoptada porque emocionalmente no conectaba con ellos». Desde que decidió formar una familia, ya en A Coruña, tuvo siempre claro su objetivo: que el desgarro que marcó su infancia no se repitiese con su hija, «así que me pasé la vida – explica – diciéndole cada noche cuánto la quiero, con un contacto constante que, por desgracia, yo no pude tener».

Se juró que a ella no le pasaría lo mismo, pero la realidad también mueve sus hilos y el drama de la emigración ha vuelto a flagelar a Galicia. Más de 16.000 menores de 35 años se están marchando cada año por falta de oportunidades, y por ese reguero de lágrimas que está despedazando hogares todos los días se coló también Xaqueline, la hija de Queta, que cuenta 24 primaveras. Con una sólida formación como enfermera, dos cursos de psicología y varios idiomas, «tuvo que irse a Londres con una mano delante y otra detrás, porque llevaba el dinero justo para aguantar allí un mes», advierte su madre, a la que se le saltan las lágrimas cuando reconoce con resignación que «la historia se repite». Pero después de que Xaqueline se hartase de mandar currículos para intentar, sin éxito, trabajar en puestos que estaban muy por debajo de su nivel formativo, Queta arrojó la toalla: «Con todo el dolor de mi corazón le tuve que decir que se fuese».

«Me acaban de robar la vida», resume esta hija de la emigración, que siente una «enorme impotencia» y que critica con dureza «que políticos de diferentes partidos» no hayan actuado para evitar el problema. «¿Qué hemos hecho mal en Galicia para sufrir esta sangría que desintegra a nuestras familias?», plantea.

Jesús Manuel, su marido, le seca las lágrimas y entre los dos se animan al repasar la positiva adaptación de su hija a la capital británica. Tan solo 15 días después de su llegada, encontró trabajo en la cadena Pret A Manger, donde está de camarera. «Y a su novio, que es ingeniero – dice Jesús – , le acaban de llamar de la Jaguar y le han dicho que lamentan no poder pagarle mucho al principio, algo más de tres mil libras al mes. ¡Tres mil libras!».

También a Xaqueline le costó volar del nido, pero trabajar pasaba necesariamente por hacer las maletas. «Aquí soy camarera, y estoy contenta porque el sueldo me da para ir ahorrando y porque las condiciones laborales son buenas a pesar de que me levanto cada día a las 4 de la mañana». En España no tenía ofertas «ni para poner cafés», subraya Xaqueline, que está a la espera de que le surja algo como enfermera, un sector «para el que hay bastantes ofertas de empleo en toda Inglaterra». «Me costó despedirme de mis padres», admite, y además «los gallegos somos muy morriñentos». Aparte de extrañar a su familia, echa de menos «la calidad de vida de Galicia», aunque sabe que también es el momento de aprovechar «la experiencia» de vivir «en una ciudad como Londres». Eso sí, con las maletas preparadas para «darles una sorpresa» a sus padres «en cualquier momento».

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