Ante un desinterés justificado

Deia, Por Gabriel Mª Otalora, 16-05-2014

LA ilusión que la mayoría de los partidos y ciudadanos mostramos en las primeras elecciones europeas, se ha trocado en desinterés cuando no en abierto cabreo a la vista de los resultados de esta Unión Europea, que han agudizado la desconfianza y el descontento generalizado contra la clase política, pagando justos por pecadores como pasa en casi todo. La pregunta que me hago es si estas elecciones interesan realmente en un momento en el que los recortes obligatorios casi arruinan al Estado de Bienestar en todas partes. Europa debería ser una economía social de mercado (lo dicen sus leyes) pero parece que Comisión y Consejo no están para eso (tampoco resulta normal que la circunscripción electoral española sea única en estas elecciones cuando en todas las demás lo es por regiones como ocurre incluso en el centralista Estado francés). Se avecina otro no – voto de castigo ante los resultados de la política económica impuesta y el escaso poder de decisión en algunas instancias clave en la UE.

La media de participación en las últimas elecciones en la Europa de los 27, las celebradas en 2009, alcanzó un pírrico 43%, la más baja de la historia con más de dos puntos menos que en 2004, incluyendo los países que tienen establecida la obligación legal de votar (Bélgica y Luxemburgo). La participación en el Estado español fue ligeramente superior a la media europea, con un 46% aunque la participación desde 1979 hasta ahora, ha descendido casi veinte puntos. En el conjunto de la UE, la participación también desciende a pesar de que se han ido incrementando los socios. Por ejemplo, Holanda registró una asistencia a las urnas de un 36,5% (frente al 39,26% anterior); en Alemania se situó en el 42,2% (un 43% en 2004); en Suecia el 35% (un 37,85% en 2004). Y así sucesivamente, incluidos los territorios vascos de Iparralde y Hegoalde. Y destacan en esta tendencia los países del Este, recientemente incorporados, con participaciones que en algunos casos han llegado a estar por debajo del 25% (en Eslovaquia sólo votó el 19,64%). ¿Es la sociedad la que está equivocada, la que debe cambiar? ¿O tiene razón y entonces son los partidos políticos los que deben hacerse eco de lo que piensa la sociedad adoptando una posición mucho más crítica con la UE? Porque lo óptimo sería que la UE se transformara profundamente, fuera mucho más democrática y abierta sin permitir cosas como el dominio de un país, Alemania, que además hace de acreedor de otros Estados con el beneplácito de Bruselas.

Este divorcio entre la sociedad y sus élites indica, por otra parte, el abandono de votantes absolutos a los partidos de izquierda (veremos qué pasa en Francia con el tremendo recorte anunciado al gasto público y social), que optan por la abstención; y también la fidelidad a los partidos nacionalistas al estar demostrando mayor interés y compromiso con los ciudadanos a la hora de defender sus derechos individuales y colectivos ante la destrucción del corazón social de Europa. Esa desconfianza también da un giro peligroso hacia partidos de tintes xenófobos y racistas propios de la ultraderecha y de los espíritus más mezquinos e insolidarios.

Aun así creo que debemos votar porque nuestro desencanto no debe manifestarse en forma de indiferencia irresponsable. La propia abstención a los partidos estatales será la que les dé una lección aprovechable: el descrédito de su férreo bipartidismo que recuerda lo que sucedía en el siglo XIX entre conservadores y liberales, si no fuera porque ahora ese turno de compadreo ha cedido todo el poder a las grandes corporaciones financieras que han convertido a la UE en lo contrario a lo que diseñaron sus fundadores. El eslogan más Europa debería completarse con otra Europa. La actual empieza a ser parte del problema.* Analista

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