Los nativos de Peterborough se quejan de la creciente presión sobre los servicios públicos
La ciudad de los polacos
La Vanguardia, , 12-05-2014Las elecciones europeas se centran en el Reino Unido en la inmigración. Y más todavía en Peterborough, una tranquila ciudad catedralicia del este de Inglaterra.
En unas elecciones generales, el tema central es la personalidad del primer ministro, la economía o si las impuestos van a subir o a bajar. En unas elecciones europeas, por lo menos en Gran Bretaña, el tema central es la inmigración. Y más todavía en Peterborough, una tranquila ciudad catedralicia del Este de Inglaterra, donde con razón o sin ella los nativos se sienten invadidos por los polacos.
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La catedral de Peterborough es conocida por acoger la tumba de Catalina de Aragón, primera esposa de Enrique VIII
Entre los 200.000 habitantes de Peterborough figuran descendientes de italianos que llegaron tras la segunda guerra mundial para trabajar en las fábricas de ladrillo, pakistaníes que conducen taxis o regentan restaurantes, y un puñado de refugiados kurdos, iraníes, iraquíes y albaneses. El mayor flujo de inmigrantes se había producido hace un par de décadas, con la llegada de un contingente de portugueses para trabajar en los campos. Había habido roces y problemas de integración, pero nada del otro mundo.
Pero la demografía y la identidad misma de la ciudad ha cambiado en los últimos diez años, tras la expansión de la Unión Europea, con la llegada de más de veinte mil lituanos, letones, eslovacos y, sobre todo, polacos. Tanto que más de uno de cada diez habitantes de Peterborough nació del otro lado del Telón de Acero, tiene el inglés como segundo o tercer idioma, y reside en Inglaterra únicamente por intereses económicos o razones familiares.
Si en el conjunto del país se ha propagado la plaga del euroescepticismo e imperan las teorías (por otra parte carentes de fundamento) de que los extranjeros viven de los subsidios y son una carga imposible de sostener para la educación y la sanidad públicas, más todavía en Peterborough, que hasta ahora sólo estaba en el mapa porque Catalina de Aragón –primera mujer de Enrique VIII– está enterrada en su catedral normanda.
“Todas las cosas están bien pero con moderación –dice Petra Reid, una vecina–. Y la verdad es que hay demasiados polacos. Hoy en día, si paseas por la Calle Mayor, apenas oyes inglés. Hay tiendas especializadas en salchichas y esas cosas que les gustan a ellos. Se emborrachan y pelean. Y si vas cualquier mañana a las oficinas de la Seguridad Social, hay una cola enorme de gente del Este pidiendo ayudas por paro, hijos o discapacidad, o incluso un piso gratis”.
No es que los polacos y lituanos de Peterborough lleven una vida de príncipes, ni mucho menos. Viven hacinados en grupos de diez o doce, se beben las latas de cerveza en la calle para no pagar los cinco euros que cuesta una pinta en el pub, y a las cuatro de la mañana son trasportados en camionetas a los campos de fresas, colza y girasoles, o a las fábricas empaquetadoras de carnes, verduras y productos derivados. Algunos duermen en casetas sin electricidad, agua corriente o cuarto de baño, por las que pagan diez euros al día, la décima parte de lo que cuesta una habitación en una casa. Es la Inglaterra del siglo XXI, pero parece la California de John Steinbeck en Las uvas de la ira.
Los estudios demuestran que los extranjeros aportan mucho más en forma de impuestos y productividad a la economía del Reino Unido de lo que cuestan en términos de beneficios sociales, pero es muy difícil convencer de ello a los nativos de Peterborough, la comunidad de más rápido crecimiento multiétnico de todo el país y donde se hablan 55 idiomas diferentes, pero sobre todo el inglés y el polaco. Todo es una cuestión de perspectivas, y la suya es que abaratan el empleo, hacen que las aulas de los colegios y las salas de emergencia de los hospitales estén más llenas, reciben subsidios e imponen una cultura diferente.
“La gente me pregunta qué hago aquí y por qué me mato a trabajar para ganar 1.500 euros al mes, que es muy poco. Muy sencillo, porque es cinco veces más de lo que ganaría en Polonia, matándome a trabajar lo mismo”, dice Zbignew Jedrzejczyk, conocido simplemente como Jerry.
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