Muerte de un rapero
Cosido a puñaladas un joven dominicano en los lindes de Sant Adrià
La Vanguardia, , 02-05-2014Unos desconocidos matan a un popular cantante dominicano
Los dominicanos velan la muerte de su estrella del rap, trago tras trago, cerveza tras cerveza, bien callados, acodados en la barra del Aparkao, mientras retumban las rimas. Al rapero Monkey Black lo mataron a puñaladas aquí mismo, anteanoche, a eso de las diez, a pocos metros de la puerta de este garito decorado con los colores de la bandera su país caribeño, en la calle Onze de Setembre, en Sant Adrià de Besòs, en el barrio de Artigues, en la bisagra con Badalona, con el barrio de Sant Roc, en el recóndito suburbio del suburbio.
XAVIER GÓMEZ En recuerdo. A la izquierda, el cuerpo de Leonardo Michael Flores, en el punto donde murió. A la derecha, unas velas colocadas por los vecinos del barrio en señal de duelo, a muy pocos metros de donde se produjo la mortal agresión
Un par de tipos de por aquí, de Sant Roc, estaban bebiendo aquí mismo, murmuran en el Aparkao, convirtiendo las erres en eles, al modo de aquellas islas. Y lo vieron por la calle, a Monkey, agregan. “Y fueron a por él”, aseguran. Y se ensañaron. Fuentes muy cercanas a la investigación lo confirman: querían matarlo. Y añaden que, horas antes, agresores y víctima habían discutido por razones que no se han aclarado todavía, aunque algunas hipótesis señalan a temas de drogas. “Fueron a por él”, insisten los apagados murmullos del Aparkao, de duelo, entre trago y trago. Apenas se les puede oír bajo las rimas del artista muerto, al que también apodaban el megadivo.
Todos los altavoces del Aparkao retumban con los programas especiales que ahora se emiten al otro lado del charco, homenajes a un artista combativo, dicen, de la gente de la calle. De las calles más duras. Las instantáneas del artista se suceden en la pantalla gigante. Con una pistola. Con una recortada y una escopeta de caza. Con un montón de billetes. Su copla más popular se titula Tienen miedo. El ministro de Cultura dominicano lamenta su fallecimiento. “Ahora va a hablar su papá, Papá Ñejo”. Así se conoce a su progenitor, el mismo que ayer recordaba el difícil carácter de El Mono. Teme que su desgracia se haya producido “por incorregible, por su falta de respeto, por no coger orientación de sus tutores”. “Lo que él decía era lo que siempre se tenía que hacer”, sentencia Papá Ñejo.
El rapero caminó cincuenta metros y se desplomó. Luego se volvió a levantar. Zigzagueo, veinte o treinta metros más. Todos lo reconocieron por sus trenzas. Hacía siete u ocho meses que se había venido a vivir a la zona. Todos lo conocían. Era muy carismático. El reguero de sangre en el asfalto da cuenta de la gravedad de sus heridas. Los homicidas dejaron sobre la barra sus copas a medio beber, y un teléfono móvil, una mina de información para los Mossos.
Un mujer monta una colecta para comprar velas, para iluminar la calle. “Dame un euro, dos euros, lo que tengas suelto…”. Los peatones con los que se cruza le dicen que muy bien, que Monkey era un chico muy simpático, pero que ellos ya tienen velas, que las traerán de casa.
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