Nueve años sin billete para el futuro
Una ruina que afecta a todos
La Voz de Galicia, , 27-04-2014Las gentes de este Fisterra ya nacen con las maletas listas para viajar. Miles paisanos transitan a diario rúas y caminos y surcan mares de medio mundo. Van y vienen con una facilidad pasmosa. Salir de este rincón de Europa siempre ha sido fácil, sobre todo cuando empuja la necesidad y la falta de oportunidades. Lo difícil y caro es trasladarse en las proximidades. Viajar en transporte público en la Costa da Morte es una cruz, cuando no imposible por la falta de líneas. Es mucho más deficiente y caro que en los tiempos de Carrero Blanco. Ir de Carballo a A Coruña y regresar cuesta 10 euros, una cantidad inasumible para un trabajador que no llega a mileurista, que son la mayor parte de los que, por encima, no tienen coche. A muchos jóvenes les es imposible aceptar sus primeros empleos. No pueden pagar vivienda ni desplazamientos. Lo peor es que pierden la oportunidad de adquirir la tan cacareada experiencia imprescindible para abrirse camino en el mundo laboral. Una barrera para la comunicación y las relaciones entre la capital de la provincia y su área más occidental y, sobre todo, la cabecera de la comarca. Lo que tendría que ser una conexión inevitable, un fluido de viajeros constante y creciente, se ha convirtiendo en un tapón al desarrollo. Lejos quedó el sueño del ferrocarril de las tres C, tan reivindicado desde estas páginas hace más de un siglo y luego por el diputado republicano Pepe Miñones. La puerta a la exportación de la madera y los productos de Bergantiños, Soneira y Fisterra quedó cerrada para historia el día que la empresa adjudicataria se quedó sin financiación, igual que sucede ahora con la autovía parada mientras los bancos obtienen ya sustanciosos beneficios después de ser rescatados con fondos salidos de los impuestos. El esbozo de metro ligero y otras alegrías que se prometieron o al menos hicieron soñar con ellas durante los tiempos de bonanza y la algarabía de la construcción fueron a parar a la papelera con el advenimiento de la crisis. Carballo lleva nueve años esperando su inclusión en el plan de transporte metropolitano. Demasiado tiempo para una localidad en la que durante decenios sus vecinos podían desplazarse cada media hora hasta las proximidades de María Pita como quien iba a la parroquia vecina. Era más fácil acercarse a la Torre de Hércules que a Razo. Ahora, mientras unos viajan en primera, en Carballo y el resto de la comarca vamos en el furgón de cola de un sistema de transporte público con el que no se puede llegar muy lejos. Y los gestores públicos cruzados de brazos al tiempo que las oportunidades de progreso vuelan a velocidad de crucero hacia otras latitudes y por estos territorios solo vale la pena sacar billete para la emigración. O el Concello se ha empleado con poca contundencia en este propósito o desde el Gobierno de Galicia se desdeña una necesidad evidente, lo que resulta discriminatorio. En cualquier caso, los dos están en el ajo y son los responsables de darle gas al transporte público. Los perjudicados son, como siempre, los de a pie.
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