ARRASATE

Cónsules y justos entre las naciones

Tres diplomáticos de legaciones neutrales salvaron a miles de judíos del Holocausto nazi. El chino Feng Shan Ho, el portugués Arístides de Sousa y el japonés Chiune Sugihara sacrificaron la carrera diplomática por ayudar los perseguidos por el régimen nazi

Diario Vasco, ÁFRICA MARTEACHE | ARRASATE., 20-04-2014

Estos últimos años se está conociendo, a través de los distintos medios de comunicación, la labor que algunos cónsules y personal de legaciones diplomáticas hicieron a favor de los judíos durante la II Guerra Mundial. Hay diecinueve personas vinculadas a los cuerpos diplomáticos de estas naciones neutrales que están considerados ‘Justos entre las naciones’ por el Yad Vashem, institución oficial israelí constituida en memoria de las víctimas del Holocausto.

Desde el comienzo de la guerra, septiembre de 1939, los estados que se declararon neutrales sostuvieron un difícil equilibrio que comenzó tratando de no indisponerse con la Gran Alemania de Hitler y acabó por inclinarse hacia los Aliados y la URSS. Incluso antes, el cónsul de China en Viena, Feng Shan Ho, ante las consecuencias de la ‘Noche de los Cristales Rotos’ y la anexión de Austria (Anchluss), comenzó a expedir visas a los judíos austríacos, la mayoría de los cuales fueron a parar a Shangai.

Por lo tanto, mucho antes de que los campos de exterminio y la Solución Final se proyectaran algunos cónsules y personas de las legaciones neutrales vieron con claridad que el peligro que corrían los judíos dentro del Reich y de los territorios ocupados era real. Esto tiene mucho mérito teniendo en cuenta lo que tardaron los gobiernos del mundo – incluyendo a los Aliados – en querer enterarse de lo que pasaba.

Estos cónsules salvaron a judíos y enemigos del régimen nacionalsocialista contrariando expresamente las órdenes de sus gobiernos que, en aquel momento de avance de los alemanes, veían peligrar su neutralidad y no querían de ningún modo indisponerse con Hitler. No tenían pruebas ni evidencias, en una época tan temprana, de que los nazis fueran lo que luego demostraron ser. Esto les costó muy caro, pagaron con su expulsión de la carrera diplomática y el ostracismo social su buena acción humanitaria. Es normal que las conductas altruistas o prosociales sean castigadas duramente, por eso hay tan pocos que se atrevan a actuar por imperativo moral.

Veamos a tres de estos cónsules que actuaron entre 1938 y 1941.

Feng Shan Ho

Feng Shan Ho (Yiyang – China 1901 – San Francisco – EEUU 1997), quedó huérfano a los 7 años y se educó en un asilo misionero para pobres. Pero su capacidad e inteligencia le llevaron de la Universidad de Yalein a la de Munich, donde en 1932 recibió el doctorado ‘Magna Cum Laude’ en economía política. Tenía 37 años en 1938 y era cónsul de la China Nacionalista en Austria por su perfecto conocimiento del alemán.

Después de la anexión de Austria comenzó a expedir visas de tránsito a los judíos que acudieron al consulado negándose a acatar las instrucciones de su superior, el embajador de China en Berlín, Chen Jie, quien, con la esperanza de cimentar lazos más estrechos entre China y Alemania, había prohibido a Ho la expedición de visados a una escala tan grande. No se sabe exactamente el número de estas visas pero su hija estima que pudieron ser unas 4.000. Después de la guerra siguió su carrera diplomática hasta su jubilación, pero tuvo problemas con la República de Taiwan, que se negó a pagarle la jubilación acusándole de malversación de fondos con, parece, poco fundamento. Curiosamente, cuando murió a los 96 años, la China Comunista envió una corona a su entierro, mientras que los suyos le ignoraron.

Arístides de Sousa

Si Feng Shan Ho era considerado ‘demasiado liberal’ por la república de Taiwan, Arístides de Sousa Mendes do Amaral e Abranches (Cabanas do Viriato 1885 – Lisboa 1954) era un tipo de conservador que no le gustaba nada al dictador portugués Oliveira Salazar.

Sousa Mendes, que procedía de una familia de la alta burguesía portuguesa – su padre era miembro del Tribunal Supremo – , era católico y monárquico. El, junto con su hermano gemelo César, estudió derecho y ambos entraron a formar parte del cuerpo diplomático.

Se casó con Angelina, su amor de juventud, con la que tuvo catorce hijos que nacieron en diversos países del mundo. Fue un buen padre que reunía a su familia para rezar el rosario diariamente y con la que formó una orquesta.

En 1940, cuando tenía cincuenta y cinco años y llevaba muchos en el servicio diplomático, estaba en Burdeos. Empujados por los alemanes en la Guerra Relámpago (Blitzkrieg), refugiados de toda Europa llegaron al sur de Francia con la esperanza de huir hacia algún sitio, aunque casi todos los países habían cerrado sus fronteras.

Desesperados, rodearon el consulado portugués pidiendo visas de tránsito que les permitieran atravesar España, llegar hasta Lisboa y, desde allí huir a diferentes partes del mundo. Ante la avalancha, Sousa Mendes, solicitó al Ministerio de Asuntos Exteriores de Portugal permiso para conceder los visados, cosa que se le denegó por tres veces.

Ante la negativa, se retiró a rezar durante toda una noche, y, a la mañana siguiente dijo a su mujer, a su hijo mayor y a un sobrino que estaba de visita, una frase que se haría célebre: ‘prefiero estar con Dios contra los hombres que con los hombres contra Dios’, y se puso, febrilmente, a redactar visados ayudado por los suyos.

Se calcula que expidió 30.000, llenaba trenes enteros en Hendaia y los dirigía, sin parar en territorio español, hacia la frontera portuguesa. Terminada su labor humanitaria quiso entrevistarse con Oliveira Salazar para explicarle su acción pero éste nunca le quiso recibir. Le expulsó del cuerpo diplomático, le impidió ejercer la abogacía y, fue tal su odio, que nadie se atrevía a acercarse a él. Proscrito por el gobierno, vendió sus posesiones para sobrevivir, acabó en la miseria y, cuando perdió a su esposa Angelina, fue declinando poco a poco hasta morir en un hospital de caridad envuelto en un hábito franciscano. Ningún periódico lisboeta se atrevió a publicar su esquela. Para entonces la Ayuda Internacional Judía, asustada ante el caso, se había llevado a sus hijos menores para darles educación y amparo. Dos de sus hijos mayores participaron en el Desembarco de Normandía.

Chiune Sugihara

Si alguien piensa que los europeos somos el paradigma de la civilización hay dos hombres, Sugihara y Mandela, que demuestran que los grandes hombres pueden nacer en cualquier sitio y son patrimonio de la humanidad. En mi opinión, Arístides de Sousa Mendes es un santo y estos dos auténticamente socráticos.

Chiune (Sempo) Sugíhara (Yaotsu 1900 – Tokio 1986) procedía de una familia media japonesa de la casta de los samurais, aunque en su edad adulta se convirtió al cristianismo ortodoxo. Es el arquetipo del hombre cabal, dueño de sí mismo e insobornable.

Hay tres momentos en la vida de Sugihara que demuestran su extraordinario temple.

El primero fue cuando se opuso a su padre, que quería pagarle la carrera de médico, diciéndole que a él lo que le gustaba era el conocimiento de las lenguas extranjeras y el trato con la gente; como su padre se negó a pagarle otros estudios lo hizo él mismo trabajando primero de estibador en el puerto y luego dando clases.

El segundo momento ocurrió durante la ocupación japonesa de Manchuria donde Sugihara, como experto en lenguas eslavas, ejercía de traductor con los rusos. Al ver el trato inhumano que los japoneses daban a la población china elevó una protesta a sus superiores que truncó una brillante carrera diplomática.

El tercer, y más importante momento de su vida, fue en Kaunas (Kovno, en polaco), entonces capital de Lituania, cuando contaba 40 años de edad.

Sugihara se encontraba como cónsul de la pequeña legación de esta ciudad porque, después del pacto Mólotov – Ribbentrop en 1939, los japoneses querían conocer los movimientos en la zona tanto de rusos como de alemanes. Por esta razón enviaron a Sugihara, para que informara al Ministerio de Asuntos Exteriores Japonés del desarrollo de la guerra.

Después de la invasión de Polonia los judíos polacos que pudieron huyeron hacia el sur – algunos llegaron hasta Burdeos y los salvó Sousa Mendes – o hacia el país libre más cercano, la pequeña Lituania, cuya población judía se triplicó en poco tiempo.

Ante el avance alemán, los judíos le solicitaron pases de tránsito que les permitieran atravesar la Unión Soviética y llegar hasta el puerto japonés de Kobe en el Pacífico.

Sugihara habló con los rusos y estos estuvieron de acuerdo en dejar pasar por su territorio a los judíos con visas de tránsito, pero cuando se lo comunicó a su país se le denegó el permiso por tres veces, igual que a Sousa Mendes.

Desobedecer al gobierno

Ante la situación, Chiune y su esposa Yukiko, decidieron desobedecer a su gobierno y comenzaron a expedir los visados. Cinco mil judíos fueron salvados por ellos, aunque al llegar a Kobe los japoneses los desviaron hacia Shangai (entonces en poder nipón) donde, seguramente, se unirían a los judíos de Feng Shan Ho formando la famosa colonia judía de Shangai.

Chiune Sugihara fue expulsado del cuerpo diplomático (aunque los japoneses dicen ahora que renunció) teniendo que ganarse la vida como intérprete y traductor. Hasta que en 1968 Jehoshua Nishri, uno de los judíos salvados por él, lo encontró, Sugihara no supo que sus visas habían tenido éxito.

Convicciones de héroes

Creo haber demostrado con estos tres ejemplos que, cuando hablamos de cónsules salvadores de judíos, estamos hablando de algo más que eso. Como dice Feng Shan Ho «las convicciones de los héroes no se forman con facilidad».

No fueron personas normales, si entendemos como tales los que se ciñen a la norma, sino personas excepcionales. Como profesora, estoy de acuerdo con los países en cuyos programas de estudios se incluyen estos ejemplos de altruismo. Y sería conveniente, por el bien de todos, que su existencia se conociera porque, aunque fueron pocos – los salvadores de judíos en total no llegaron a ser más que el 0,20 por ciento de la población ocupada, como afirma Saúl Friedländer en ‘El Tercer Reich y los judíos (1939 – 1945). Los años del exterminio’) – tienen un peso específico enorme ya que demuestran que los elementos altruistas están presentes, o bien por código genético o bien por educación, en toda la población mundial.

La tesis de Joanna Spink, autora de ‘The Righteous among de Nations: Analysing de Heroes of the Holocaust’, parece inclinarse por la educación parental, lo que deja abiertas grandes posibilidades para la educación familiar y muchas menos para el sistema educativo.

El hecho de que estos salvadores tuvieran hijos y sacrificaran su futuro por salvar a extraños no implica ser peores padres, porque tanto las esposas como los hijos colaboraron con ellos, y todos ellos formaron parte de familias muy unidas. De lo que se podría deducir: la familia que se sacrifica por los demás unida permanecerá unida.

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