Cincuenta años de derechos civiles.
Cuatro presidentes reivindican el legado reformista del sucesor de Kennedy
La Vanguardia, , 11-04-2014Obama y otros tres presidentes –Carter, Clinton y Bush– rindieron ayer homenaje a Lyndon B. Johnson, quien hace 50 años ilegalizó la discriminación por motivos raciales. Luces y sombras.
BRENDAN SMIALOWSKI / AFP
La igualdad de oportunidades. Barack Obama abrazando al congresista demócrata John Lewis, ayer en la biblioteca Lyndon B. Johnson de Austin (Texas), durante los actos de conmemoración de la ley de los derechos civiles de 1964
En una de las dependencias de la biblioteca dedicada al presidente Lyndon B. Johnson en Austin (Texas) se proyecta una película. En este momento aparece una mujer madura que recuerda su primera juventud. “Era terrible estar en tu hogar y escuchar cada día ‘hey, hey, presidente, ¿a cuántos niños has matado hoy’”. Así recuerda la hija mayor, Lynda Johnson Robb, las continuas manifestaciones contra la guerra de Vietnam frente a la Casa Blanca.
Mundo de contrastes. En otra sala hay un teléfono. Se aprieta el botón negro y surge una conversación.
–Presidente, le agradecemos mucho sus esfuerzos, y más sabiendo los tiempos tan duros que vivimos. Si necesita ayuda, llame cuando quiera.
–Muchas gracias, y si tiene cualquier sugerencia no dude en comunicármela.
Esta conversación telefónica (Nixon se ganó fama de grabador, pero su antecesor no lo fue menos) se produjo desde un teléfono de la sala Oval. De esta guisa son las conversaciones que Johnson mantenía con Martin Luther King, el líder del movimiento negro, con el que había línea directa. En ambas direcciones: “Deme sólo una oportunidad para explicar mi punto de vista –suplica Johnson–. Tengo un líder republicano, Ford (Gerald, futuro presidente), que acaba de hacer una rueda de prensa pidiendo que bombardee Hanói… Hemos perdido 264 vidas más y podemos perder 265.000 fácilmente. Estoy intentando mantener estos ceros fuera. Y, al mismo tiempo, se puede desencadenar una confrontación, que sería incluso peor, si no la paramos (en relación a los enfrentamientos raciales en Estados Unidos).”
¿Un monstruo o un humanista?
Cuando Lyndon B. Johnson murió el 22 de enero 1973 en su rancho, a los 64 años, la oscuridad se cernía sobre su trayectoria. Había un eclipse total sobre su legado. Se convirtió en titular de la Casa Blanca tras el asesinato de John F. Kennedy, el 22 de noviembre de 1963. Si eso alentó teorías conspirativas, con él supuestamente implicado, y fomentó en muchos ciudadanos la sensación de que era un presidente ilegítimo, Vietnam le arruinó la existencia. Renunció a un segundo mandato porque la guerra en el sudeste asiático le ahogaba. Aseguran que le atormentó hasta el último día. Hoy, este gigante, dicho desde la perspectiva física e incluso política, se sentirá reconfortado en su eternidad.
La historia se reinterpreta. Barack Obama encabezó la comitiva, junto a otros tres presidentes –Jimmy Carter, Bill Clinton y George W. Bush– que le rindió tributo en la biblioteca Lyndon B. Johnson, en Austin, con motivo del 50.º aniversario de dos de sus iniciativas, las más renombradas: la ilegalización de la discriminación por motivos de raza y la guerra contra la pobreza.
“Nuestro primer presidente afroamericano, Barack Obama, es la realización de la promesa que representó la legislación de los derechos civiles lideraba por el presidente Johnson”, afirma Mark K. Updegrove, director de la biblioteca. Algunos se atreven a decir que sin Johnson no habría Obama. Austin, la capital texana, se ha convertido en la ciudad referencia del buen rollo, de lo cool, de los hipsters, de los jóvenes, de los que creen que en la vida hay algo más que amasar una gran fortuna. Austin significa la contracultura de Wall Street. En uno de los extremos del campus de la Universidad de Texas, en el corazón de esta ciudad, se ubica el edificio dedicado al presidente número 36 de EE.UU. Su biblioteca, renovada hace poco, se compone de un edificio estilo caja gigante colocada en la cima de una pequeña colina. Se visitan tres de las diez plantas, el
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