Por fin, un mes después se ha roto el silencio en Irun. La Policía francesa, apoyada por la Ertzaintza, ha detenido en Châteauroux, en el centro de Francia, a un dominicano de 29 años, presunto autor del asesinato del joven camerunés Napoleón Zangmeni. Además han sido imputadas tres mujeres residentes en Irun por encubrimiento y facilitar la huida del detenido.

Está detención era necesaria e imprescindible en una ciudad, que pasa por ser la cuarta con mayor delincuencia de Euskadi, desde hace años. Era necesaria para devolver la tranquilidad a unas calles, a unos barrios, a unos vecinos que han visto como Irun se ha transformado, volviéndose cada vez más violento e inseguro, especialmente a determinadas horas de la noche. Y era imprescindible porque podía sospecharse que había ciudadanos de primera y ciudadanos de tercera. El silencio del Ayuntamiento de Irun durante cuatro días fue un error, que más tarde se corrigió, pero que abrió suspicacias e indignación entre la numerosa colonia de inmigrantes. La función de la Policía es investigar, con discreción, con diligencia, sin interferencias; la misión de los políticos es atender y prestar oídos a los ciudadanos, del color que sean; y es función de los medios de comunicación presionar para que se haga justicia y no se deje morir en el olvido, o cubrir con silencio, sucesos que alarman a la ciudad. Son tres tareas diferentes, pero al mismo tiempo complementarias e indispensables. Para ello es preciso una comunicación transparente, sincera, y discreta, sin abdicar, ni renunciar cada uno a su papel social.

Pero Irun precisa una acción enérgica permanente para que deje de ostentar ese lamentable cuatro puesto de ciudades peligrosas de Euskadi. Muchos de sus vecinos, me han comentado, que eluden pasar, tanto de día como sobre todo de noche, por determinados barrios de la ciudad. Es una tarea de todos recuperar su tradicional hospitalidad.