El valor de los nuevos estudiantes
Los universitarios de origen inmigrante reivindican la educación pública como vía de progreso social
La Vanguardia, , 07-04-2014ANA JIMÉNEZ
CONOCER EL IDIOMA
El primer esfuerzo Atif Fazal llegó de Pakistán al barrio del Raval de Barcelona con nueve años; sus padres enseguida le encontraron escuela. Allí iba cada día sin entender una palabra de lo que los maestros le decían. Su compañera de clase Madia Bibi, que también vino de Pakistán siendo una niña, le hacía de traductora con los profesores y otros compañeros. “El idioma es el primer gran reto que te encuentras; es un golpe muy fuerte, llegas y no entiendes nada, no puedes comunicarte”, recuerda Fazal, que aprobó el bachillerato y ahora estudia un ciclo superior de Telecomunicaciones, en un perfecto castellano. “Pero poco a poco lo aprendes, entonces todo mejora”. Él tuvo suerte, porque a Madia, en cambio, nadie le quiso hacer de traductor en su colegio, y eso que había otro estudiante que también hablaba urdu. Aun así, aprendió catalán y castellano pronto –ahora estudia Derecho en la Universitat de Barcelona (UB)–. Si para un adulto ya es duro llegar a un país nuevo del que desconoce casi todo, ¿cómo será para un niño? La escuela hace de primer lugar de acogida y amortigua este impacto. “A los chicos que llegan a España por primera vez les diría que se centren en aprender el idioma; cuanto antes hables castellano y catalán, mejor”, añade Maria Gevova, que aterrizó en el Raval a los cuatro años procedente de Bulgaria y que ahora estudia Filosofía en la UB. Una de las herramientas de las que disponen las escuelas y los institutos para enseñar la lengua a los nuevos alumnos es el aula de acogida. Allí los estudiantes recién llegados pasan unas horas al día y aprenden la base de su nueva lengua. “Pero no sé si es suficiente”, señala Maria. “Yo reforzaría el aprendizaje del idioma, con más clases, si hace falta en horario extraescolar… es tan importante”. LOS RESULTADOS
¿Malas notas? “Me duele que culpen a los alumnos de origen inmigrante de los malos resultados de España y Catalunya” en PISA, afirma Omar Fartan, de 19 años y estudiante de Ingeniería Mecánica en la Universitat Politècnica de Catalunya. En su caso, la cuestión del idioma no supuso ningún obstáculo porque nació en Barcelona. Todas sus hermanas, en cambio, nacieron en Marruecos, de donde es originaria su familia. Él siempre ha ido bien en la escuela. “Al decir eso los estás marcando, les haces culpables a ojos de los demás; ¿por qué no se centran en que todos los alumnos mejoren en vez de buscar excusas?”, se pregunta Omar. “Muchos factores influyen en que una persona que llega de fuera pueda ir mal en clase”, sigue Daniel Restuccia, originario de Colombia y estudiante de Geografía en la UB. “La edad es clave; hay chicos que vienen con 14 o 15 años, que no han recibido una educación adecuada en su país de origen y que no hablan ni castellano ni catalán; en dos años es muy difícil ponerse al día, pero estos sólo son una parte”, reflexiona. “Y eso de que sacan malas notas…, hay de todo, en nuestro instituto había muchos buenos estudiantes, y el 90% era inmigrante”, reivindica Maria. “De todas maneras, a mí me parece extraño que no haya más alumnos de origen inmigrante en la universidad, ¿qué está pasando?”, tercia Omar. “Yo soy el único chico que ha nacido fuera de Catalunya en mi clase”, sigue Daniel. “En mi clase sí hay más, chinos por ejemplo”, añade Omar, “pero es que la universidad es muy cara, dan pocas becas, y hay familias que necesitan que sus hijos trabajen; el dinero es una barrera”. “Yo he perdido la beca por el cambio de criterios del Ministerio de Educación”, afirma Madia. “El apoyo de la familia es fundamental”, continúa Karima Martín, de padre español y madre libia. Ella aprobó el bachillerato con matrícula de honor y tiene beca para cursar Psicología en la UB. “También cuenta la actitud personal, si quieres estudiar”, zanja.
ESCUELA Y ENTORNO
El apoyo de los profesores “En nuestro instituto éramos como una familia, los profesores están muy implicados, si hemos llegado a la universidad, también es gracias a ellos”, apunta Karima. Estos siete alumnos dicen estar muy orgullosos de su excentro, el Miquel Tarradell, donde casi todos los alumnos son de origen inmigrante. “Allí te aconsejan, te sientes apreciada y valorada, y esto te empuja a mejorar”, explica Maria. Para mantener esta atención personalizada creen que el instituto debe tener más recursos. “Algunos estudiantes tienen dificultades, pero si se les ayuda pueden salir adelante; con menos alumnos por clase y más profesores todos trabajarían mejor”, dice Karima. “La escuela es importante, pero también lo que pasa fuera de ella”, remarca Omar. “¿Qué haces cuando acaban las clases? Creo que debería haber una red de actividades extraescolares y culturales más fuerte, para las personas con menos recursos”. Pero el Ministerio de Educación y la Generalitat han eliminado ca-
si por completo los fondos para los planes de entorno. “Y el entorno también educa”, opina Violetta Onufriyeva, de padre ruso y madre guineana y nacida en Ucrania. Ella acudía al casal del barrio, y esto cambió su futuro. “Cuando acabé el bachillerato no quería seguir estudiando, quería buscar trabajo, y un monitor del
esplai me dijo que ni hablar; fue él el que me matriculó en el ciclo superior de Integración Social que estudio ahora; y estoy tan contenta…”.
LA DOBLE INTEGRACIÓN
Los que llegan y los que están “Estoy muy orgulloso de mi antiguo instituto y de los profesores, pero, si yo mandase, no dejaría que hubiera colegios así”. Omar no ve bien que los alumnos que llegan de fuera se concentren en determinadas escuelas e institutos, la gran mayoría públicos. “Parece un gueto, como si los tuvieras aparte, no me gusta”. “Si estuviéramos más mezclados, se acabarían muchos prejuicios”, sostiene Violetta. Y no sólo habla de la integración de los nuevos alumnos, “las personas que han vivido aquí siempre también tienen que integrarse”. “Tengo compañeras de clase que dicen que, si no me conocieran de la universidad, no se acercarían a mí en la calle, porque el pañuelo que llevo les da miedo; nunca se han relacionado con alguien musulmán”, añade Madia. “Yo a veces, cuando salgo del Raval, me siento rara, porque la gente me mira; quizás por ser negra o vestir de una determinada manera; en cambio, en el Raval me siento una más porque todos están muy acostumbrados a la diversidad; si estuviéramos más mezclados, no pasaría esto”, sigue Violetta. “De todos modos, la mejor forma de integrarse es estudiar; cuanto más lejos llegas, más te respetan y más capacidad tienes para adaptarte en cualquier lugar; por eso, a todos los chicos que llegan de fuera les digo: estudia, estudia y estudia”, sostiene Karima. Omar reivindica también el valor añadido que da conocer de primera mano varias culturas y hablar idiomas; además de catalán y castellano, Catalunya tiene un 17% de jóvenes que saben árabe, chino, urdu, hindi o ruso. “Mi hermano ha estudiado recursos humanos y trabaja en Dubái en la construcción del tren de alta velocidad de Medina a La Meca; lo contrataron porque habla castellano, árabe e inglés”, pone de ejemplo Karima.
LA ESCUELA PÚBLICA
La defensa de un derecho “Uno de los grandes valores de España y Catalunya es la escuela pública; hay que defenderla porque permite que todo el mundo pueda llegar donde se proponga; nuestros padres aprecian mucho la escuela pública”, subraya Daniel. “En mi clase hay compañeros que estudiaron en colegios concertados y no sacan mejores notas que yo”.
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