Sociedad

Invítame a un cuscús

Muchos madrileños se están enamorando de Valencia y de su temporada de ópera en el Palau de les Arts

Las Provincias, CARLOS GARCÍA-CALVO | , 06-04-2014

En una comida fastuosa en Madrid esta semana en casa de Simy Bendayan, coincido con Monique Hatchwell, con la que comentamos ‘ad nauseam’ el estreno de ‘Simon Boccanegra’ en el Palau de les Arts. A mi elegante y rubia amiga le está pasando lo mismo que a muchos madrileños: se está enamorando de Valencia. Los melómanos que, hastiados por la oferta operística tan sofisticada del Teatro Real en la era Mortier, han cogido el Ave este invierno para ver el repertorio más clásico y menos experimental del Palau, han caído rendidos ante nuestra ciudad. No paran de hablar de su clima maravilloso, su gran oferta gastronómica y sus exposiciones. Muchos han comprado abonos para las operas de la temporada próxima.

Monique me cuenta que al día siguiente del estreno se fue a Denia con un grupo de amigos a comer al restaurante de Quique Dacosta, del que me habla maravillas. Le digo que la próxima vez tiene que acercarse a Cocentaina al restaurante de Kiko Moya, y, desde luego, a todos los de Ricard Camarena. Yo le digo que ese día justamente, me decanté por ‘Casa Manolo’, una de mis asignaturas culinarias pendientes, a la que me llevó Pedro G. Mocholí, casi de la oreja, algo que le agradezco.

Me gustó muchísimo el restaurante frente a la playa de Daymús, con sus grandes olas que me recordaba a los restaurantes costeros franceses de mi infancia.

Maravilloso ese bar níveo con su gran mesa comunitaria, donde probé unos aperitivos maravillosos antes del pasar al comedor donde nos atendió el propio Manolo. Les recomiendo el capuccino de calabacín, todos sus platos con atún y, sobre todo el ceviche de gamba roja y la cigala a la sal. Y si les gustan los callos, no lo duden. Si he dicho que el almuerzo en casa de Simy Bendayan fue fastuoso, es que lo fue.

Se me había invitado a un cuscús, pero lo que comimos los que estábamos sentados en dos mesas, era un menú donde el cuscús fue casi anecdótico y una de las muchas delicias.

Fue muy apreciado por Pilar Sanz – Briz, hija del heroico embajador de España que salvó tantas vidas y que conoce muy bien Marruecos y su comida, ya que vivía allí.

El cuscús está de moda en un momento en que la gran mayoría aprecia la comida sana. Tomé uno argelino en los montes de Cheste en casa de Pierre y Jocelyne Ricart la semana pasada, con maravillosas legumbres y verduras de nuestra Comunidad.

Y Pedro G. Mocholí me preguntó ayer justamente cuál es la bebida adecuada para acompañarlo. Le dije que lo mejor es el vino rosado o el champagne rosé que es como se sirvió en casa de Simy.

Estuvimos recordando con Pilar Sanz – Briz la época dorada de ‘Almunia’, ese gran clásico de la madrileña calle de Recoletos, que existe aún pero con nuevos propietarios, donde la calidad del cuscús y, sobre todo, la pastelería marroquí son insuperables.

Sus elegantes propietarios oriundos de Casablanca también tenían otro establecimiento en París en la avenue Poincaré al que iban todas las celebridades de la moda y el ‘showbiz’.

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