Desde la Avenida de Tolosa
La catedral de los pobres
Diario de noticias de Gipuzkoa, , 03-04-2014Joaquim Mir (1873 – 1940) fue una explosión de luz y color. Sus obras están llenas de playas, árboles, ríos, pájaros, cielos azules, y paisajes vivos. Un crítico llegó a definir a este pintor catalán como “el evangelio de la luz intensa”. Pero, un amanecer de 1898, sus pinceles se perdieron por una Barcelona mísera, de frío y hambre, de jornales enjutos, de tristeza descarnada. Allí pintó La catedral de los pobres, que puede contemplarse en el MNAC. Aparece en primer lugar una mujer, con pañuelo y delantal rojo, y su bebé en brazos. Una niña dormita sobre sus rodillas, y su marido al lado, extiende la mano en busca de unas monedas. Sus rostros son un silencio largo y apergaminado, ahogado antes de convertirse en grito. Al fondo, una Sagrada Familia recién iniciada, cuatro muros desvaídos, muy lejos de la elegancia actual. Ese cuadro golpea mi conciencia cada vez que leo una noticia sobre personas desamparadas. Ayer me sorprendió una de ellas. La Policía detuvo en Ferrol a 20 personas de origen rumano, que obligaban a niñas de ese país, de raza gitana, a deambular por las calles con un bebé en brazos , mendigando una limosna. Liberaron a cinco menores, con hambre, frío, lágrimas y seguramente odio, obligadas por sus captores a arrastrarse, a suplicar para poder entregar un jornal al final de la jornada. Los detenidos formaban una red que periódicamente viajaba a Rumanía y, a cambio de una pequeña dote, prometían a las familias la felicidad de las niñas y una boda en España por el rito gitano. Luego, no había pañuelo, ni ceremonia sólo golpes, gritos, insultos y esclavitud.En Euskadi, posiblemente, también existan grupos de explotadores, y niñas explotadas. Según las estadísticas, en la CAV hay 150.000 inmigrantes, de ellos una quinta parte sin papeles. Por procedencia, la más numerosa es la rumana con 16.220 (11,2%) personas, seguidos de los marroquíes con 15.679 (10,8%). La explotación de menores, de uno u otro sexo, no es solo una cuestión privativa de determinados individuos o grupos de inmigrantes. Hay también esclavitudes promovidas por empresarios sin escrúpulos, por familias desalmadas, por timadores, por supuestas ONG, por grupos de acogida vascos que se aprovechan inicuamente con engaños de subvenciones, ayudas, comida, ropa, medicinas que luego venden al mejor postor. Son maleantes que no solo abusan de los inmigrantes más indefensos, sino que también perjudican la labor abnegada y necesaria de esos colectivos que trabajan día a día por asesorarles y hacerles la vida menos dura a tantos inmigrantes sin hogar. Es obligación de las autoridades y de todos los ciudadanos de bien estar atentos para evitar tales lacras, que indignan a nuestra sociedad. Las niñas de Ferrol llevaban tres largos años mendigando por las calles con unos bebés, pero ¿de dónde procedían esos niños? ¿eran robados? Desde luego, torturados. Una vez me contaron que obligaban a las supuestas madres a provocar el lloro de los bebés para asegurarse una limosna más generosa.
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