Frontera y proporcionalidad

Canarias 7, Jorge D. Ramos Cabrera, 30-03-2014

Días pasados se ha reabierto el espinoso debate de la inmigración ilegal. Y digo ilegal en cursiva porque no tengo claro que sea ilegal buscar un futuro mejor más allá de tu propia frontera, máxime, cuando el que lo busca es consciente de que puede perder la vida en el intento.
Hace unas semanas en aguas cercanas a la playa ceutí del Tarajal perdieron la vida catorce personas que intentaban alcanzar la costa española en busca de un soñado porvenir.
Mucho se ha hablado en el pasado de si el Reino de Marruecos no controla lo suficiente la salida de compatriotas o si, por el contrario, es el Reino de España quien no pone coto a la entrada de personas del continente africano.
Más pronto que tarde, deseo que sea pronto, la Unión Europea tendrá que afrontar con seriedad y solidaridad dicha cuestión, unificando criterios para diseñar un protocolo de actuación que permita combinar los intereses propios y ajenos.
Pero más allá de las políticas migratorias comunitarias o de las políticas internas de los estados miembros, resulta indecente, inmoral y éticamente inaceptable que se disparen pelotas de goma o balas de fogueo a seres humanos indefensos y asustados, (imagínense de noche en el mar)  que a duras penas intentan llegar a nuestro país, con el único deseo de comenzar una nueva vida.
He escuchado en distintos medios que hay que mantener y salvaguardar  nuestras fronteras porque no podemos permitirnos compartir más nuestros exiguos recursos económicos, y yo me pregunto ¿a cualquier precio? ¿Aún a sabiendas de la posibilidad de que seres humanos pierdan la vida?
Estoy seguro de que no se quiso por parte de la Guardia Civil atentar directamente contra personas indefensas, todos tenemos en la retina imágenes en nuestras playas de Fuerteventura, a los agentes de la benemérita dando alimentos y mantas a los subsaharianos que llegaban a nuestra costa en patera o cayuco, pero lo cierto es que con o sin intención, se contribuyó a este final trágico y luctuoso.
Podríamos discutir si la medida disuasoria usada es legal o ilegal, a fin de cuentas si damos por buena la versión oficial dada por el Ministro del Interior Jorge Fernández, de que no se disparó contra las personas sino al agua, podría tener un pase «estrictamente» legal el uso de material antidisturbios para proteger nuestras fronteras, pero desde luego lo que sí tengo meridianamente claro y no albergo duda alguna, y a lo que me opongo radicalmente, es que la medida disuasoria empleada no es proporcional ¿Suponía una amenaza varias personas nadando para que se utilizara material antidisturbios? ¿Se pudo prever que el uso de dicho material antidisturbios podía causar daños, con resultado de muerte, como así lo hizo, contra las personas que se usaron? A la primera pregunta la respuesta es no y a la segunda sí.
Ahora y en caliente no sé si es momento de buscar culpables y exigir responsabilidades, pero si es momento de tomar buena nota, que el uso de la fuerza debe ser proporcional a la agresión que se repele y que cuando se traspasa dicho principio, cualquier actuación pierde su legitimidad. Lo contrario, simplemente, es un atentado contra la humanidad y la dignidad de las personas, derechos éstos que son fundamentales.
En parecida línea se ha manifestado la portavoz de la Comisaria Europea de Interior, lo que refleja la magnitud de lo acaecido, sin embargo, y como dije anteriormente deben ser la Unión Europea y sus veintiocho estados miembros, los que fijen, de una vez por todas, una política común basada en los principios de seguridad y solidaridad.
Aquí en suelo patrio, se hace muy necesario y urgente establecer un protocolo de actuación para las fuerzas y cuerpos de seguridad en orden a reglar esta cuestión y tener seguridad jurídica al respecto.
Seguramente resultará demagógico y utópico abolir las fronteras y abanderar la idea de que el mundo es de todos, pero dicho esto, no podemos permitirnos el escarnio de ver como seres humanos pierden la vida dramáticamente y se atenta contra su integridad y dignidad.
Lamentablemente, los hechos son los que son,  y con independencia de que hemos mantenido nuestra frontera salvaguardada, lo único cierto  e irreparable es que catorce personas han perdido la vida trágicamente y lo peor es que se pudo evitar.

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