editorial

La nueva inmigración

El problema requiere de decisiones políticas además de medidas policiales

El Correo, , 23-03-2014

Sorprende a primera vista que la gran presión migratoria que padecen las fronteras de Ceuta y Melilla se produzca precisamente cuando las relaciones entre España y Marruecos son magníficas y cuando este país está dedicando un gran esfuerzo a contener a la gran masa de africanos que trata desesperadamente de saltar a Europa. Sin embargo, el análisis de la situación conduce a detectar cuatro causas confluyentes que explican el fenómeno. La primera es el debilitamiento de Argelia, país en decadencia que ha dejado de controlar las fronteras; ello explica que un flujo cada vez mayor de personas procedentes de Níger y sobre todo de Malí, nacionales de estos Estados o procedentes de más al sur, lleguen desde tierras argelinas a Marruecos por el paso de Oujda, que ya es la entrada principal de africanos en el reino alauita, tras desplazar a Nuadibú, en Mauritania, hoy una puerta de acceso menos transitada. La segunda causa es de política interna marroquí: Rabat se aprovecha del declive de Argelia para intentar convertirse en la cabecera de un movimiento panafricanista, de corte islamista moderado, que asuma el liderazgo del continente, y ha dejado de perseguir y expulsar con la fruición de antaño a los inmigrantes, e incluso ha comenzado a regularizar a senegaleses y malienses, con el consiguiente ‘efecto llamada’ que esta benevolencia ha producido. La tercera causa es la inestabilidad de Malí tras el golpe de Estado de 2012; la rebelión tuareg y yihadista y la intervención de Francia en enero de 2013 están provocando una diáspora hacia el norte. Finalmente, este último movimiento ha cambiado el prototipo de inmigrante que ensaya el salto a Europa: los malienses que huyen de su país ya no son personas que ahorran para costearse el viaje de su vida sino generalmente varones muy jóvenes que tratan de no ser alistados para la guerra; no tienen recursos y sí una mayor fortaleza física que les permite ensayar el salto de la valla. Estas evidencias demuestran que la contención de la inmigración ilegal no sólo requiere medidas policiales: también son precisas decisiones políticas, capaces de responder a las razones últimas que generan la tremenda presión y que, en última instancia, tiendan a mejorar la vida de los africanos. Cuanto mejor vivan éstos, menos afán tendrán de viajar hacia el Norte.

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