Muertos y muertos
La Vanguardia, , 21-03-2014Como el pintor figurativo que planta su caballete ante un paraje para reseguirlo e interpretarlo –“del natural”, llaman a esta práctica–, asistimos, casi impávidos, a un panorama continuo y entrelazado. Un telón de fondo en el que aparecen figuras y vidas que fueron hasta hace muy poco, y otras ya más antiguas. Un diorama de muertes. Ante nosotros, van desfilando muertos propios y ajenos –todos los muertos son de alguien–, célebres y anónimos. Celebrados y silenciados. Y los imaginamos en su último periplo antes de entrar en la nada. En el blanco absoluto. En el cero grandioso. Sí, la parca trae buen apetito. Y voracidad. Pero ¿todos los muertos nos despiertan la misma conmiseración? ¿O ocurre lo mismo que con lo de “todos somos iguales ante la ley”? ¡Y un huevo!
Asumiendo que, por múltiples razones y causas, el género humano se va insensibilizando y anestesiando ante la desgracia, es en la clase política donde se detectan mas actitudes de discriminación compasiva. Los gobiernos parecen más sensibles a los muertos de su staff que a los otros ¿También se ha ideologizado la muerte? ¿Es igual un difunto socialmente valorado que un muerto ahogado en Ceuta? Sólo hay que ver el trato que da a las víctimas, desesperadas y anónimas, el ministro de la cosa: un piadoso con intermitencias. Hay muertos que enfadan a los gobernantes y a su coro mediático ¿Son iguales los muertos subalternos, los de accidentes, catástrofes, hambre o guerras a los otros con mayor presencia individual? Unos son la tramoya de los informativos y sólo poseen un valor como masa, como cifra para medir la calamidad. Los otros son pérdidas oficiales. El anonimato de la muerte, el no ponerle cara ni biografía, ¿conmueve menos? No horroriza tanto. Y no es material literario ni de necrológica, aunque sí, algún día, puedan serlo de historiadores y sociólogos. Cada día pasan ante nuestros ojos montones de harapos, de cuerpos sin identidad. Charcos de sangre desconocida, de personas sin duelo particular. Figuras que podríamos encontrar en un mal sueño y que no han sido autoras ni de su vida ni de su destino. ¿Seres humanos prescindibles? Víctimas de otros seres humanos. Hay muertos preferentes y otros que no. Pero está claro que, en temas de piedad, compasión y solidaridad, la ciudadanía, la buena gente, va muy por delante. Como en casi todo.
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