editorial
Una violencia insoportable
La sociedad no puede aceptar los asesinatos de mujeres como desgracias inevitables
El Correo, , 19-03-2014La cadencia atroz de asesinatos vinculados a la violencia machista se cobró ayer, con apenas unas horas de diferencia, la vida de dos mujeres en la localidad vizcaína de Mungia y en Madrid, lo que eleva a 15 las víctimas mortales en lo que va de año; más de una por semana. Por mucho que se haya avanzado en el combate contra una de las peores gangrenas que afectan a nuestra convivencia, las cifras de feminicidios continúan siendo insoportables para una sociedad cuyo bienestar y desarrollo se mide también por las garantías de igualdad que sea capaz de procurar y por la eficacia de sus entramados policiales, judiciales, institucionales y también cívicos para proteger y amparar a quienes soportan un maltrato cotidiano o están en riesgo de padecerlo. Así, como insufribles, deben ser interiorizados por el conjunto de la ciudadanía todos y cada uno de los asesinatos de mujeres, a las que los agresores apartan primero de su lugar en el mundo y luego arrebatan la vida sin vuelta atrás. Esa ciudadanía está llamada a participar en cada acto que se celebre en Mungia y en Madrid en obligada empatía hacia Andina Pereira de Brito, la joven brasileña de 35 años y madre de dos hijos estrangulada presuntamente por su expareja en el municipio vizcaíno, y con María José S. C., apuñalada en el distrito de Fuencarral a manos también del hombre con el que había convivido. Ambos casos subrayan la amenaza que pende sobre aquellas mujeres que deciden seguir adelante con su vida frente a hombres que acaban llegando al extremo de matar; peligros que tienden a agudizarse para las mujeres inmigrantes, con menos recursos para acceder a las medidas de auxilio público. Resulta particularmente doloroso que fuera la hija de Andina, con solo 10 años, quien hallara el cuerpo de su madre al regresar del colegio. Un trance lacerante que recuerda que los malos tratos y las agresiones a las mujeres golpean y hieren también las vidas de sus hijos, extendiendo en círculos concéntricos las consecuencias de un mal que exige no solo medios suficientes, una coordinación eficaz entre las administraciones y una Justicia diligente. También, y especialmente, que la sociedad no se anestesie ante la una sucesión de asesinatos que no puede contemplarse con el fatalismo de una desgracia poco menos que inevitable.
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