CyL / al pairo

La verdadera invasión

ABC, fernando conde, 18-03-2014

Necesitamos proteger Europa de la invasión incontrolada del sur, pero también necesitamos que Europa nos proteja de sí misma

La tristemente famosa valla de Melilla ha puesto de relieve y actualidad, una vez más, el drama de muchas personas que ven en esta Europa de oropeles el paraíso de la esperanza. Al margen de la delicadeza exigible en el proceder de quienes tienen que hacer valer la ley y, de paso, proteger nuestras fronteras, la realidad nos plantea un conflicto moral. Nadie desea que esas personas tengan que jugarse la vida en un cayuco o asaltando esa valla que separa la dura vigilia de la cotidianidad de un sueño que pocas veces se cumple. Pero tampoco un país puede permitir que todo quisque campe por su respeto dentro de los márgenes de su territorio. Sin embargo, en realidad eso es lo que ocurre en España.

Nos llama mucho la atención, por lo impactante de las imágenes que consumimos, la tragedia que se vive casi diario entre Gibraltar (adonde curiosamente no suelen llegar cayucos, que se sepa) y las costas de Granada. Pero el verdadero peligro está en el norte. Por la frontera pirenaica entran, como Pedro por su casa, toda clase de personas. Y no todas lo hacen con intención de hacer algo por este país. Hasta la fecha están por descubrir bandas de subsaharianos dedicadas al crimen organizado. Pero un día sí y otro también, la policía, a la que el sistema desautoriza sistemáticamente con el garantismo de una ley floja, desarticula grupos de delincuentes que han llegado a España sin dificultad alguna.

Por tanto, quizá habría que plantearse si a lo que hay que ponerle coto es a la entrada de esos negritos de sonrisa blanca o, más bien, a la de esos blanquitos de intenciones negras. Necesitamos proteger Europa de la invasión incontrolada del sur, pero también necesitamos que Europa nos proteja de sí misma. Y es mucho más perentorio.

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