Un profesor de origen argelino empieza a trabajar en una escuela de primaria canadiense para sustituir a una profesora que se ha suicidado en una de las aulas. A parte de lidiar con las dificultades de integración que provoca su condición de inmigrante (además de con su trágico pasado), también tendrá que hacer que sus alumnos aprendan a convivir con algo tan inevitablemente cotidiano como es la muerte. Un argumento innegablemente interesante pues, en un tono generalmente amable y con abundante humor –pero sin demasiadas concesiones–, plantea algunas dudas sobre el sistema educativo mayoritario en “nuestras sociedades”, que en algunos casos parece querer aislar al alumno del conflictivo mundo real que le rodea, menospreciando a unos niños más maduros, en muchos aspectos, de lo que parece que piensan sus educadores. Resulta impresionante por su naturalidad tanto el trabajo de Fellag como el de los niños, en especial de Émilien Néron.