La parroquia social
Iglesias de barrios con inmigración de Barcelona y área metropolitana organizan encuentros para rezar o conocerse mejor Inmigrantes cristianos de distintos países pueden así celebran el culto en sus idiomas, y los de otros credos se integran más en el ba
La Vanguardia, , 17-03-2014JORDI PLAY Chinos en misa en el Poble Sec. El sacerdote chino Xifeng Bian, durante la misa en ese idioma que cada domingo por la tarde celebra con la comunidad china católica de Barcelona y del área metropolitana en la parroquia de la Mare de Déu de Lurdes, en el barrio del Poble Sec
Lo mismo les pasa a las viejecitas del barrio que a veces, según cuenta el rector de Lurdes, Joan Cabot, se sientan en los últimos bancos y participan de una ceremonia familiar que el idioma foráneo hace impenetrable. “Como estos feligreses chinos no son del barrio, y el idioma dificulta las cosas, cuesta que las dos comunidades se junten –dice Cabot–, pero lo estamos intentando”.
Parroquias de la archidiócesis de Barcelona como esta realizan una callada labor por la cohesión social en los barrios, atendiendo a los inmigrantes, sean o no católicos, no sólo con la acción benéfica de reparto material de Càritas, sino también –y quizá sobre todo– proporcionando un espacio donde reunirse, generando actividades y organizando cursillos y charlas, un modo de integrar y de fraguar armonía social.
“Este trabajo comunitario, más presente en los barrios obreros, que son también los que han recibido mayor número de inmigrantes, refleja la labor social de las parroquias y de las organizaciones religiosas católicas en general”, afirma Gloria García-Romeral, especialista en Sociología de la Religión de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). La doctora García-Romeral –que desde hace nueve años trabaja como investigadora en el ISOR (Investigacions en Sociologia de la Religió), grupo de investigación de la UAB– recalca que esta labor “pone también de relieve las debilidades del Estado de bienestar y de la administración pública en la prestación de servicios”.
Aparte de prestar espacios para el culto (sucede no sólo con inmigrantes católicos, sino también con los de otras confesiones cristianas), y de repartir alimentos y ropa a través de Càritas, muchas de estas parroquias crean en la práctica redes de buena vecindad entre autóctonos y nouvinguts a base de organizar actividades y acoger a todos.
Latinoamericanos en l’Hospitalet. Tras el cristal de unos locales de la parroquia de la Mare de Déu de la Llum, donde se reparten alimentos, se ve a dos feligresas latinoamericanas
Las actividades de la parroquia social son variadas; sería prolijo consignarlas aquí todas. “Es una labor muy diversa; va desde proveer servicios hasta ofrecer formación y apoyo a la creación del tejido asociativo de colectivos de inmigrantes –afirma la socióloga Gloria García-Romeral–. Muchas parroquias ceden espacios, y así ayudan a ejercer su libertad religiosa a grupos, sobre todo cristianos, que por precariedad económica no pueden disponer de su propio lugar de culto”.
Así, la iglesia de Santa Mònica, en la Rambla, acoge a ucranianos grecocatólicos; en la de Sant Agustí se congrega una numerosa comunidad filipina; y en la de Santa Maria de Montalegre –que gestiona el Opus Dei– hay una nutrida feligresía de otras latitudes. Más casos: en la parroquia de la Mare de Déu de la Llum, en l’Hospitalet de Llobregat, “los fieles católicos latinoamericanos son muy activos y animan la vida de la parroquia”, asegura el rector, Josep Murillo. Y ocurre algo similar con fieles de esa procedencia geográfica en la iglesia de la Mare de Déu dels Desemparats de la misma ciudad.
En la práctica, se trata no sólo de prestar apoyo material, sino de crear ámbitos de participación que contribuyan a que los inmigrantes –también los de otros credos– se integren mejor en el barrio. “La relación de las parroquias con musulmanes es menos habitual –tercia la socióloga García-Romeral–, pero cuando existe suele basarse en impulsar puntos de encuentro y de diálogo interreligioso”. Es el caso de la iglesia de Sant Paulí de Nola, en el barrio del Besòs; o de la Mare de Déu del Carme, en el Raval, parroquia gestionada por los escolapios, que forma parte del Grup Interreligiós del Raval.
Este colectivo es en verdad interesante, pues en él participan católicos, protestantes, ortodoxos, musulmanes y sijs; y entre ellos hay inmigrantes filipinos, pakistaníes, marroquíes y eslavos, entre otros. Hace tres años, un manifiesto de la Fundació Tot Raval –que agrupa a una sesentena de entidades, personas y empresas del lugar– afirmaba que “el barrio del Raval se puede considerar un laboratorio de la convivencia”, pues en este barrio de 49.000 habitantes casi la mitad de la población es inmigrada.
Fomentar la convivencia es el objetivo de las comidas comunitarias y los actos conjuntos que organiza el Grup Interreligiós del Raval. El verano pasado juntaron a 150 personas –la mayoría vecinos pero también políticos– en la Rambla para un Iftar popular, es decir, para la comida que marca para los musulmanes la ruptura del ayuno del Ramadán. “Y celebramos cada trimestre un encuentro para rezar juntos por la paz”, explica el escolapio Ramon Novell, rector de la parroquia del Carme. Así, en diciembre celebraron este acto interreligioso en la iglesia protestante BarcelonaCentre de la calle Tallers, donde se oró –y se recaudaron fondos– por las víctimas del tifón de Filipinas. También editan un calendario interreligioso, y ofrecen itinerarios por lugares de culto del barrio durante la fiesta mayor.
En el sentido de mejor conocerse autóctonos y nouvinguts, destaca también el caso de Santa Coloma de Gramenet, donde la carmelita misionera María Jesús Zabalza, directora de la Associació Colomenca pel Diàleg Interreligiós (ACDI), trabaja convencida de que la colaboración de creyentes y asociaciones puede contribuir al conocimiento mutuo. Con ayuda de la entidad Unescocat y apoyo del Ayuntamiento, se ha elaborado un mapa interactivo de la diversidad cultural y religiosa de Santa Coloma, ciudad donde de cada cinco habitantes, uno es nacido fuera de España.
Al venir de fuera, se precisan refugios mentales. Para los chinos que van a la misa dominical al Poble Sec, la semana tiene más momentos religiosos, como cuando el sacerdote Xifeng Bian hace su ronda de catequesis por los restaurantes donde trabajan varios feligreses; son un centenar, pero a la eucaristía acuden fijos una treintena. “Hago la catequesis yo, tanto de niños como de adultos; sería complicado formar catequistas”, explica mosén Bian. La presencia va impregnando a la parroquia de Lurdes. Los feligreses autóctonos se han habituado a los carteles en chino en el tablón de anuncios, y también el rector, mosén Cabot, se plantea viajar a ese país para poder ser más útil.
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