Internacional

Con la brújula hacia Europa

ABC, EDUARDO S. MOLANOCORRESPONSAL EN NAIROBI, 17-03-2014

De Mauritania a Somalia, cada año, miles de inmigrantes africanos se lanzan a la búsqueda de un futuro mejor en el Viejo Continente

La reciente muerte de 15 inmigrantes en aguas de Ceuta o de más de 350 en la costa de Italia reabre el drama humano al que se enfrentan miles de personas cada año en su afán por la búsqueda de un futuro mejor. Malí y Mauritania, al oeste, o Eritrea y Somalia, al este, son solo algunos ejemplos. He aquí sus historias numéricas.


En 2012, un golpe de Estado y posterior avance islamista ponían de nuevo al país africano en el (continuamente remozado) mapa de la geopolítica internacional. La crisis dejó decenas de miles de desplazados.


Sin embargo, paradójicamente, un reciente estudio llevado a cabo por Abdramane Sylla, ministro encargado de atender a los malienses residentes en el exterior (la llamada «cartera de ultramar»), mostraba una curiosa tendencia: en los últimos diez años, la mayoría de emigrantes de Malí han cambiado las fronteras de Europa por las del continente africano.


En el análisis se muestra cómo, de los 89.134 malienses repatriados entre 2002 y 2013, más del 90% lo hicieron desde países vecinos. En este sentido es Costa de Marfil quien se lleva la palma, con casi la mitad de estas expulsiones. Por contra, en el mismo periodo, doce países de Europa apenas deportaron a 5.947 ciudadanos del país africano. El Norte dejaba paso al Sur.


Para entender el origen de esta tendencia, las cifras del pasado año resultan especialmente significativas. Sobre todo, porque ponen en duda esta falsa idea de que una cantidad ingente de malienses son expulsados cada año desde el Viejo Continente.


(Siempre según cifras del ministro Sylla), durante 2013, buena parte de los Estados vecinos suspendieron sus expulsiones de ciudadanos malienses (quizá en respuesta al acuciante conflicto que sufría el país por entonces). No obstante, las cifras europeas tampoco es que fueran demasiado espectaculares: ese mismo año, tan solo 76 malienses fueron «devueltos» a su país de origen desde Europa.


Cada año, miles de inmigrantes mauritanos terminan con sus huesos en centros de detención como los de Nouadhibou, al norte del país, acusados de intentar cruzar a las Islas Canarias. El sobrenombre de «Guantanamito» sirve de útil punto de arranque para entender la situación a la que se enfrentan unos ciudadanos que solo huyen de la pobreza que asuela el país, así como de la falta de oportunidades.


En cifras del censo mauritano, la mayor parte de los emigrantes que han logrado cruzar la frontera en los últimos tiempos (200.000) residen en otros países africanos, especialmente del oeste, como Costa de Marfil (25.2%), Malí (20.2%), y Gambia (10.1%).


En países como Francia (6.9%) o España (5.5%), por su parte, el perfil de estos inmigrantes es generalmente masculino (67.6% del total), con un nivel básico de educación (59.2%). De igual modo, buena parte de ellos son refugiados históricos originados del conflicto entre Senegal y Mauritania que, a finales de la década de los 80, conllevó la expulsión de alrededor de 53.000 ciudadanos por parte de las autoridades de Dakar.


Pese a estos números, el oeste no es el único punto del continente africano en el que las tragedias personales obligan a dejar el país de origen. Y naufragios como los de la costa sur de Italia lo recuerdan de forma habitual.


Bab al Mandeb («La Puerta de la Pena / Dolor»). En la actualidad, ésta es la ruta de escape habitual elegida por los inmigrantes eritreos hacia la esperanza. Bab al Mandeb es el punto más corto en la ruta de huida hacia Yemen, desde donde intentarán escapar hacia cualquier otro país.


A lo largo de su trayecto de huida, estos refugiados son víctimas de una vil explotación laboral e incluso sexual a manos de mafias sin escrúpulos. Pero, a pesar de que los guardas fronterizos tienen la orden de «disparar a matar», a pesar de todo, se calcula que cerca de 1.500 eritreos huyen cada mes de su país, uno de los más brutales y opresivos de África.


Hasta ahora estos inmigrantes solían dirigirse a Arabia Saudí y emiratos del Golfo. Algunos iban también a Kenia. Ahora intentan llegar también a Europa.


Huyen de un régimen paranoico y represivo. Desde su independencia en 1993, al menos 10.000 presos políticos han sido encarcelados, muchos sin acusación formal. El régimen acalla brutalmente la menor disidencia y ha construido una densa red de prisiones, donde la tortura es ley de vida. Poco o nada queda ya de aquel otro país considerado, en los años noventa, ejemplo de libertad y lucha por la igualdad.


Huyen de la guerra civil, de la miseria, de la hambruna en un Estado fallido donde además se han hecho fuertes las milicias integristas de Al Shabab, ligadas a Al Qaida. Desde la caída del dictador Siad Barre, un millón y medio de somalíes han abandonado el país.


La cifra de decesos no se queda atrás: Solo en 2011 al menos 1.500 inmigrantes irregulares y refugiados (buena parte de ellos, somalíes) se ahogaron o desaparecieron al intentar cruzar el mar Mediterráneo para alcanzar las costas del Viejo Continente. Ese mismo año, 260.000 personas murieron en la hambruna que asoló al país. Para ellos no había más alternativa: la muerte por inanición o la huida.

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