Cuando Europa es el problema
La Guardia Civil y España merecen una disculpa de Malmström que debería exigir el Gobierno
ABC, , 04-03-2014Crecí en varios países de lo que hoy es la UE mucho antes de la generación Erasmus. Aprendí en un liceo francés a conocer y valorar los esfuerzos de Adenauer, De Gaulle y De Gasperi por crear un espacio común a salvo de conflictos devastadores. He sido, al igual que Ortega, una convencida de que Europa era y es la solución a España. La Europa que soñaron los padres fundadores. La de los mejores. La de la razón libre. No esta.
Actuaciones como la protagonizada por Cecilia Malmström en relación con los quince inmigrantes trágicamente fallecidos en el intento de entrar ilegalmente en Ceuta ponen de manifiesto que lo que debería ser un gobierno común a los veintisiete es, en muchos casos, un puñado de burócratas sin capacidad para honrar la gigantesca responsabilidad que asumen. Un gabinete en el que sobran cesantes «aparcados» por sus países de origen en ese inmenso pesebre financiado con nuestros impuestos.
Dudo mucho que la comisaria de Asuntos de Interior de la Unión haya puesto jamás un pie en Ceuta o en Melilla. Ella es sueca y estudió un año en Barcelona, lo que le permitió aprender español y catalán con esa facilidad para las lenguas que suelen tener los nórdicos. Lo que no le proporcionó esa estancia es un mínimo conocimiento de lo que representa la Guardia Civil en España ni del modo en que sus agentes cumplen con el deber de velar por la seguridad de todos, allá donde el peligro es mayor y la remuneración más baja. Es evidente que esa asignatura no la cursó la señora Malmström, porque en caso contrario nunca habría dicho las estupideces que dijo sobre el benemérito Cuerpo ni habría formulado contra sus integrantes las gravísimas acusaciones que formuló. Ni siquiera bajo la influencia de su asesora del Partido Socialista de Cataluña, Anna Terrón, ex secretaria de Estado de Inmigración con Zapatero y prueba viviente de hasta qué punto la burocracia europea se alimenta de descartes políticos en busca de un destino mejor que el merecido en sus respectivas urnas nacionales.
Si la comisaria encargada de regular la inmigración en Europa conociera las dos plazas españolas en África y tuviera una remota idea del trabajo que desempeña en ellas la Guardia Civil, estaría al tanto de los millares de vidas que salvan esos agentes cada año. De los riesgos que corren en ese empeño y la abnegación con la que llevan a cabo su tarea, cada vez más difícil de cumplir, dadas las crecientes trabas a las que se enfrentan. Del enorme mérito que tiene luchar contra unas mafias perfectamente organizadas para traficar con la desesperación humana y contra el «efecto llamada» producido por quienes, como ella misma, apuestan por la crítica fácil eludiendo dar alternativas. En lugar de evaluar seriamente la cuestión y proponer soluciones, como sería su obligación, la señora Malmström prefiere la sal gruesa de la descalificación tuitera. ¿Y para eso cobra cinco veces más que un ministro español y unas veinte lo que percibe un guardia civil por jugarse el tipo custodiando, en la Valla, las fronteras de la Unión?
No sé qué sería más útil, si llevar a la comisaria sueca y a su amiga Terrón a visitar los CETI desbordados de Ceuta y Melilla o embarcar en autobuses a los inquilinos de esos centros y enviarlos directamente a Bruselas. Sospecho que la segunda opción resultaría más eficaz a los efectos de lograr que Europa tome conciencia de la gravedad del problema al que nos enfrentamos; un desafío colectivo de proporciones históricas, que debe ser afrontado con imaginación e inversiones y no con demagogia barata.
La Guardia Civil y España merecen una disculpa de Malmström que debería exigir el Gobierno.
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