Puertas africanas de Europa
La Vanguardia, , 03-03-2014LA tragedia de los emigrantes africanos que mueren en el intento de sortear a nado el muro fronterizo que los separa de Europa, o que se arriesgan a penosos cortes en pies, manos y otras partes del cuerpo para saltar una alta valla plagada de cuchillas, es, ante todo, una tragedia humana. Una tragedia que nos concierne como ciudadanos de una Europa que se rige por leyes democráticas, enraizadas en valores y derechos que no están ni pueden estar en discusión, pues son el fundamento de nuestro modo de vida. Tal apelación a los valores humanistas de Europa debe enmarcar la valoración de la muerte de, como mínimo, quince inmigrantes que intentaban llegar a nado hacia una playa ceutí, mientras Guardia Civil, disparando pelotas de goma, intentaba impedírselo.
Meses antes, en una situación si cabe más escandalosa, habiendo perecido en las costas de la isla de Lampedusa decenas de inmigrantes, el papa Francisco conmovió a una Europa tentada por la indiferencia con un grito que ha despertado muchas conciencias humanitarias dormidas: “Vergogna!”. Habituados como estamos al constante reguero de noticias e imágenes de inmigrantes que, arriesgando la vida, intentan alcanzar a nado, en cayuco o saltando hirientes vallas el supuesto Eldorado europeo, el grito de Bergoglio redibujó el marco ético desde el que enfrentarse a dicha problemática: el respeto a la dignidad humana es exigible en cualquier circunstancia.
Preciso es recordar, sin embargo, que dicho marco ético no garantiza por sí mismo la solución del problema de los flujos migratorios entre África y Europa. Al contrario: es probable que acabe produciendo cierto efecto llamada y, por lo tanto, fomente la presión fronteriza, colapse los centros de acogida y frustre a corto plazo las posibilidades de una respuesta adecuada. Parece evidente que los saltos masivos de inmigrantes a las vallas de Ceuta y Melilla de estos últimos días son consecuencia de la suavización de los métodos de contención.
Si la tragedia vital de los inmigrantes es humanitaria, el fenómeno de los flujos migratorios es de una enorme complejidad geoestratégica. Una complejidad que no puede recaer en exclusiva sobre la frágiles espaldas de una España (o de una Italia) en crisis. Ceuta, Melilla o Canarias son puertas de entrada a la UE, por lo que es perfectamente razonable la pretensión española de una estrategia europea coherente a fin de evitar que, como quizás suceda hoy en la reunión entre el ministro Fernández Díaz y la comisaria de la UE Cecilia Malmström, el problema sea reducido a la fiscalización por parte de una comisaria de la respuesta coercitiva de un país de la UE desbordado en su frontera africana de Ceuta y Melilla.
Tradicionalmente problemática, esta frontera adquiere una nueva dimensión debido a la presión que el propio Marruecos recibe de los subsaharianos que huyen de Mali, Mauritania y Costa de Marfil, o de los que se refugian en los montes de Gurugú, en Bolingo y en los alrededores boscosos de Oujda, en la frontera de Argelia. Se habla de entre 10.000 y 40.000 indocumentados ocultos en agrestes zonas. Dramáticos problemas geoestratégicos se concentran en las puertas valladas de Ceuta y Melilla. Para afrontarlos no pueden olvidarse los valores humanistas. Pero urge una respuesta política europea a la altura de tan tremendos retos.
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