Adolfo Alustiza Director general de lanbide
"Eliminar las colas y reducir el plazo para cobrar la RGI ha rebajado enormemente la tensión en Lanbide"
Tras un año al frente de Lanbide, Adolfo Alustiza celebra los pasos adelante, pero subraya que queda mucho por hacer hasta configurar en Euskadi una herramienta capaz de convertir a los parados en los trabajadores que buscan las empresas
Deia, , 23-02-2014gasteiz – Tomó las riendas de Lanbide en una situación que algunos agentes calificaban de caótica. ¿Tan negro era el panorama?
- En el inicio de 2013 Lanbide estaba desestabilizado. Primero, había habido un cambio presupuestario de 90 millones, con un impacto sobre 2013 que hubo que estabilizar. Segundo, la asunción de la tramitación de la RGI no se había hecho en buenas condiciones. Lo primero que había que hacer era eliminar las colas y la mala atención a los usuarios, y eso lo corregimos pronto, para febrero o marzo de 2013.
- ¿Cómo se logró acabar con la saturación?
- Fueron varias medidas, pero la más importante fue la cita previa. Había que ordenar las horas y repartir las cargas para que las personas acudieran de manera ordenada a las oficinas dejando la posibilidad de que si alguna persona no puede esperar tres días a una cita se le dé la oportunidad de ir directamente. Eso es algo que en dos años no se había hecho. La asunción de la gestión de la RGI se hizo de manera precipitada y tuvo este tipo de consecuencias.
- La tardanza a la hora de tramitar la RGI era uno de los grandes problemas.
- La RGI es una prestación de subsistencia, una persona no puede esperar una resolución un año porque no tiene para comer. Nos centramos en resolver los expedientes en menos de dos meses y hemos mejorado. En enero de 2013 se resolvían en el plazo legal de dos meses menos del 50% de los expedientes y ahora estamos en el 80%. En casos de expedientes relacionados con el cobro el porcentaje aún es mayor.
- Por tanto, se puede decir que la situación se va poniendo en orden.
- Antes había una gran tensión social porque Lanbide no estaba respondiendo. En este momento, tanto la eliminación de las colas como el reducir el plazo para tramitar los expedientes de la RGI han servido para rebajar enormemente la tensión social, aunque todavía hay hitos que alcanzar. Nos preocupa asegurar que cobra el que tiene que cobrar y que no cobra el que no tiene que cobrar. Ese es el siguiente paso, ajustar los sistemas de control y de gestión.
- ¿Qué otros frentes hay más allá de la RGI?
- Por un lado hemos hecho un esfuerzo para estabilizar todo el sistema de ayudas, ya que en 2012 no salieron todas las ayudas. En el programa de ayudas a la orientación, la mayoría de convocatorias salieron entre octubre y diciembre sin plazo real de ejecución en 2012. La otra gran cuestión es la reordenación interna. La plantilla está configurada por tres organizaciones, con situaciones administrativas distintas, además del personal temporal, lo que configura una estructura problemática. Abordamos un proceso de ordenación interna a través de la RPT – Relación de Puestos de Trabajo – que aún está en fase de negociación. En 2013 no solo hemos avanzado en la cuestión de la RGI, también en la cuestión presupuestaria, en las ayudas y en la reordenación interna de la plantilla.
- ¿Ha mejorado con estos cambios la capacidad de intermediación laboral?
- En ese aspecto queda mucho por mejorar. Llevamos tres años gestionando las políticas activas. La CAV es, con Ceuta y Melilla, la última comunidad que recibe la competencia, y va a costar ordenar todo el sistema. Al igual que en Euskadi hemos consolidado un sistema de salud propio o un sistema educativo propio, tenemos que configurar un sistema propio de empleo. La clave es saber qué oferta de empleo existe y qué perfil tienen los parados para poder casar a ambos. Los sistemas heredados del Estado intermedian muy poco. Estamos como nos llegó la transferencia y en absoluto estamos satisfechos. Lanbide debe ser un sistema innovador de intermediación. En Europa los sistemas públicos tienen una capacidad de intermediación del 4%, nosotros ahora estamos en el 1% y el objetivo es superar ese 4% europeo.
- ¿Cómo se conseguirá?
- El actual es un modelo subvencional que está bien, hay que hacerlo, pero que no está centrado en los resultados. Debemos ir a un modelo cooperativo centrado en los resultados. Lanbide ha de financiar proyectos en los que se visualicen resultados concretos. Ese es un cambio de modelo profundo. Ahora se sacan unas ayudas, se presentan y se dan sin tener un enfoque directo a los resultados. Todos los años se saca una convocatoria de subvenciones, con lo cual la programación tiene un horizonte solo de un año y así no podemos hacer las cosas, ni la administración ni los entes colaboradores.
- ¿El cambio implica que los trabajadores de Lanbide tienen que estar en la empresa?
- Es mucho más que eso. Una cosa son las subvenciones para intentar favorecer el empleo en determinados colectivos, como los jóvenes. Vale, esta forma de hacerlo no nos gusta y hay que cambiarlo, como estamos haciendo este año con la formación. Pero más allá de eso, hay otra cosa que es estructural que es cómo se intermedia, es decir, cómo se sabe qué perfil tiene un parado y cómo son los puestos que salen. Hay que ir a un sistema basado en el territorio. Se dice que hay que recorrer las empresas, pero que un director se patee las miles de empresas de una comarca es imposible. Las empresas nos piden personas de un perfil y las necesitan rápido, por lo tanto tenemos que saber qué perfiles de desempleados hay. Es algo complejo y a medio o largo plazo. Ese es el modelo al que hay que ir, y tiene que ser un modelo informático. Cuando hablamos del sistema vasco de empleo, su éxito o fracaso dependerá de que tengamos éxito en la ordenación de todos los agentes que intervienen, entre ellos las empresas. Tendremos que estar con ellas para construir una gran base de datos para poder intermediar.
- ¿Por qué no se ha hecho eso aún?
- En esta situación de crisis no hay oferta, se está destruyendo empleo, y además Lanbide ha tenido unos primeros años muy complicados. Todos los sistemas de intermediación son los heredados del Estado, a lo que se suma el impacto de la RGI. Ese 1% de intermediación se debe un poco a ambas cosas, a que no hay ofertas de trabajo y a los problemas estructurales de Lanbide.
- ¿Y mejorará la situación del empleo en 2014?
- Hemos salido de la recesión, pero el impacto positivo sobre el empleo se va a notar en último lugar. En 2014 vamos a ver datos buenos pero también datos malos. Enero no fue bueno y febrero tampoco va a serlo. Habrá que ir viendo cómo se comporta el empleo y si los datos negativos son menos malos que en 2013.
- En 2013 bajó el paro registrado por primera vez en la crisis, aunque se atribuyó al efecto desánimo entre los desempleados.
- Que haya desánimo entre los desempleados es normal, pero en el caso de Euskadi no es cierto que baje el paro porque la gente ya no se apunta a Lanbide. Ligado al registro del paro hay una serie de prestaciones, como la RGI, que hace que las personas sigan apuntadas. En Euskadi, a diferencia del Estado, las encuestas dan un menor número de parados que el paro registrado, y eso es por el potente sistema de prestaciones.
- ¿Ha puesto la crisis en riesgo ese alto nivel de cobertura social?
- Euskadi sigue siendo un país cohesionado con unos índices de pobreza bajos si se comparan con el entorno, y un nivel de desarrollo humano puntero en el mundo. Eso nos lo da la RGI. Hay quien dice que eso en crisis no es sostenible, pero depende del esfuerzo que queramos hacer. Si estás dispuesto a reducir la pobreza, la RGI es sostenible, y además provocas un ahorro en otros servicios como la sanidad.
- Su departamento ha anunciado una experiencia piloto para que los perceptores de RGI hagan trabajos sociales. ¿Con qué objetivo?
- Hay muchas reticencias, hay pros y hay contras. Estamos trabajando en el diseño de cómo se puede hacer. Estamos contrastando con agentes sociales y el tercer sector para hacer algo que sea aceptado y no cause perjuicios. Tenemos claro que ese plan tiene que ser voluntario. Se trata de encontrar un plan piloto consensuado y que genere valor.
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