A 10.000 km de casa
La familia Azañero-Figueroa cambió Perú por Burlada en busca de una vida mejor para sus hijos. Hoy, son felices y están muy integrados
Diario de Noticias, , 18-02-2014burlada – Casi 10.000 kilómetros separan a la familia Azañero-Figueroa de Perú, su tierra natal. Wilson (48), Gina (47), Aarón (18), Abraham (15) y Brian (8) llegaron a Burlada en busca de una vida mejor, probablemente con la misma esperanza que las 3.066 personas nacidas en el extranjero que en la actualidad residen en esta localidad. La falta de trabajo también ha afectado a la comunidad inmigrante pero Wilson y Gina se consideran afortunados porque muchos de sus “paisanos” tuvieron que regresar el año pasado a su país de origen y ellos tienen un trabajo con el que poder mantener a sus hijos. El mayor ya está pensando en estudiar Ingeniería en la Universidad y el pequeño es feliz metiendo goles en el Burladés aunque confiesa ser del Barça. Los tres se bautizaron por voluntad propia el 26 de enero en la iglesia de San Juan.
Gina fue la primera en abandonar el barrio de la capital peruana en el que residían. Llegó a Burlada en 2008 y pronto encontró trabajo en un hotel de Monreal. “Antes que yo vino Daniel, que es el menor de los ocho hermanos que somos. Lo que queríamos es que vinieran nuestros esposos, pero era más difícil conseguir contratos para los hombres y al final vine yo”, relata Gina. Fue una decisión difícil que le mantuvo separada durante tres años de su marido y sus hijos. Ellos consiguieron llegar a Burlada en 2011 gracias al sistema de reagrupación. “La primera vez me lo negaron y fue como si me clavaran un puñal, tardé casi un año pero a la segunda lo conseguí”, comenta. Para ellos, lo más importante del cambio de residencia es que en Burlada pueden dar a sus hijos “calidad de vida, tranquilidad y unos estudios”.
“Nosotros somos una familia pobre. Esa es la verdad. Vivíamos en una barriada humilde, donde había mucha delincuencia y drogadicción”, explica Wilson. El padre expone también las diferencias laborales entre Navarra y Perú, donde “haces tu trabajo y te pagan pero hay muchas inseguridades”. Lo que sí reconocen echar de menos es la comida apuntan que en su país existe la costumbre de comer pescado crudo y, sobre todo, a su hija y hermana mayor Karin, de 25 años, que hace un mes les ha convertido en abuelos y tíos.
integración La familia cree que en los años que lleva viviendo en Burlada han tenido “la suerte” de cruzarse “con muy buena gente”. “Nunca hemos tenido ningún problema a nivel personal, aunque tal vez sí que hemos escuchado algún comentario sobre que los inmigrantes vienen a quitar el trabajo”, afirma Gina. En la actualidad, ella se dedica a la limpieza y el cuidado de niños y Wilson es chófer. Pero la búsqueda de trabajo no fue un camino de rosas para él. “Mi marido tuvo un año muy largo sin trabajo. Estuvo a punto de marchar a Perú otra vez. Pero le convencí para que no me dejara sola con los hijos”, narra Gina.
Aseguran ser una familia muy religiosa, cuyos padres trabajaban por “las hermandades y cruces de Perú”. “Nosotros lo hemos vivido más, nuestros hijos menos”, dice Gina. En Burlada, desde su llegada se han vinculado de forma estrecha a la parroquia de San Juan. Una relación que Aarón, Abraham y Brian han fortalecido al ser bautizados a la vez, el pasado 26 de enero, por el párroco Ángel Echeverría. “Fueron a bautizarse porque ellos querían hacerlo. Fue muy bonito”, recuerda su madre.
La familia no ha vuelto a Perú. El precio del billete de avión es un impedimento para que puedan visitar su tierra natal. Les apena pero son positivos. “Me siento contento por mis hijos, porque aquí pueden salir de casa y nosotros nos sentimos seguros con ello”, destaca Wilson.
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