Hostilidad al forastero
La Vanguardia, , 18-02-2014Uno de los avances más espectaculares de la Europa que nace de las cenizas de las ideologías totalitarias y de las guerras del siglo pasado ha sido un fenomenal espacio de convivencia que va desde Lisboa hasta donde se puedan establecer los límites orientales de Europa. En Ucrania se está librando una batalla para dirimir si sus habitantes pueden o no cobijarse bajo la protección de la UE, que paradójicamente vive una crisis de fondo de gran calado.
Ha sido un gran avance el normalizar la libre circulación de capitales, ideas y mercancías por todos los países de la Unión. Pero el libre tránsito de personas tropieza con grandes inconvenientes. El referéndum de Suiza ha sembrado desconcierto al revocar un acuerdo fruto de otro referéndum que permitía a todos los europeos poder trabajar en la Confederación Helvética. Todo puede circular libremente, también la opacidad fiscal de los capitales, pero no es posible para las personas.
Los estados europeos han entrado en el debate de la inmigración y del control inhumano de las fronteras inclinándose hacia políticas restrictivas que pide una opinión pública atemorizada por el presente y por el futuro.
Europa se lava las manos pensando en las sucesivas elecciones y no quiere ensuciárselas en los intentos para gestionar la desordenada condición humana en episodios tan lamentables como los de Ceuta, Lampedusa y otros puntos de entrada a Europa por vía marítima o aeroportuaria.
Alguien tiene que hacerse responsable de los muertos en Ceuta cuando intentaban cruzar la valla fronteriza. Pero es más importante todavía que Europa sea consciente de que Melilla, Ceuta o Lampedusa no son fronteras de España o de Italia, sino puntos de entrada a Europa.
Europa no puede acoger a todo el mundo. Pero debe tratar a las personas que intentan llegar con la dignidad que merecen. La construcción de muros y alambradas no ha dado nunca resultados positivos en la historia. Tampoco abandonar a su suerte a quienes están en peligro de naufragio y muerte a pocas millas de la tierra europea. Y mucho menos, claro está, disparar contra extranjeros. La convivencia en el interior de Europa se deteriora a causa de una crisis que provoca populismos que tienen en común la xenofobia. Aumenta la hostilidad al forastero interno y externo. El humanismo fundacional de Europa está en horas bajas.
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