Suiza tensa su pugna con la UE al vetar a los croatas

El efecto del referéndum: los emigrantes de Croacia no obtendrán la residencia

La Vanguardia, La Vanguardia RAFAEL POCH Berlín. Corresponsal, 17-02-2014
El Gobierno helvético ha tardado sólo una semana en empezar a aplicar el resultado del referéndum que desde el día 9 lo obliga a limitar la inmigración y a renegociar los acuerdos vigentes en la materia con Bruselas. Las primeras víctimas han sido los croatas, a quienes no se permitirá establecer libremente su residencia en Suiza. El Gobierno de Zabreb respondió con irritación: “Es inaceptable que nos traten como un país de tercera”. Esta decisión tensa aún más el pulso que los suizos mantienen con la UE, que se dispone a tomar medidas de castigo. Primera consecuencia del referéndum suizo que el día 9 obligó al Gobierno helvético a limitar la inmigración y a renegociar los acuerdos vigentes en la materia con Bruselas. El libre flujo hacia Suiza de ciudadanos croatas, recién incorporados a la UE, que debía firmarse en julio, no se llevará a cabo “en su actual forma”, ha dicho la ministra de Justicia suiza, Simonetta Sommaruga.

El Gobierno suizo se ve obligado por el resultado del referéndum a alcanzar una nueva fórmula restrictiva en materia de inmigración europea en un plazo de tres años, pero en Zagreb el asunto no ha sentado nada bien.

Recién ingresado en el club en crisis, “para Croacia es inaceptable ser tratado como un país de tercera y no como un miembro pleno de la UE durante los próximos tres años”, ha dicho el embajador croata en Suiza, Aleksandar Heina.

El problema con Croacia es anecdótico frente al que ha creado en el conjunto de la UE el resultado del referéndum. El Gobierno suizo, que se toma muy en serio la voluntad popular vencedora en la consulta (por un 50,3% de los votos), ha irritado a un club muy poderoso cuyos estados miembros rodean su territorio por todos lados, le compran dos tercios de sus exportaciones y que actúa cada vez más con modales de superpotencia.

Bruselas ya ha congelado un acuerdo importante con Suiza en materia de sistema eléctrico, pero se dispone a utilizar otros instrumentos de presión aún más dolorosos como la no participación de Suiza en el programa de investigación Horizon 2020 de la UE e incluso el programa de intercambio Erasmus.

La previsible venganza de los eurócratas, que anuncian “serias consecuencias” contra lo que ha sido expresión de la soberanía popular –y no una simple decisión de un gobierno– está provocando una gran movilización diplomática suiza. El ministro de Exteriores suizo se reunirá el martes con la canciller Merkel en Berlín.

Atribuida a “populismo”, porque, efectivamente, un partido de derechas capitalizó el referéndum, la decisión de los suizos tiene al mismo tiempo una base racional clara. En Suiza hay un 23% de población extranjera, tres veces más que en Alemania. En el cantón suizo de Tesino, de 300.000 habitantes, cada día vienen a trabajar 60.000 italianos del otro lado de la frontera. Traducido al alemán es como si en Baviera (12,5 millones de habitantes) entraran cada día 2,5 millones de checos a trabajar.

En cuarenta años la población suiza casi se ha doblado. Desde la entrada en vigor del acuerdo con la UE en materia de inmigración, en el 2002, hay un flujo anual de 80.000 europeos que se instalan en Suiza, diez veces más de lo que el Gobierno suizo esperaba cuando firmó el acuerdo y más gente de la que se instala en España o Francia, países casi diez veces mayores que Suiza.

Por mucho menos de eso, concretamente por el fantasma del irrelevante “turismo social” dudosamente atribuido a búlgaros y rumanos que se aprovechan –se dice– del estado social, en Alemania se ha organizado un escándalo considerable y tanto los bávaros como los euroescépticos de Alternative für Deutschland quieren limitar la emigración de europeos pobres, como han hecho los suizos.

En Suiza el trabajo está mejor pagado que en Francia y mucho mejor que en Alemania, incluidas sus regiones de Baviera y Baden-Württemberg, donde la gran prosperidad y el casi pleno empleo conviven con una extraordinaria tacañería salarial.

En Munich, una de las ciudades más ricas de Alemania, una peluquera a tiempo completo gana alrededor de 1.200 euros, lo que puede ser casi el doble que su homóloga en Berlín. En Baden-Württemberg una enfermera o asistenta social gana 1.500 euros, mientras que en Suiza gana 4.000 francos, equivalentes a 3.200 euros. En el Tesino suizo una secretaria de abogado gana 3.100 euros, mientras que en Italia un abogado joven que tenga la suerte de poder trabajar difícilmente ganará más de 1.500 euros. Esas diferencias son las que atraen a centenares de miles de europeos comunitarios a trabajar a Suiza, que depende cada vez más de esa mano de obra.

En mayo los suizos votarán en otro referéndum un salario mínimo de 3.300 euros. Si vence la diferencia salarial con la UE se incrementará, haciendo aún más atractivo trabajar en Suiza.

El referéndum suizo ha sido un espejo para una Europa que con su devaluación social pierde cohesión y base social, haciéndose cada vez más desagradable para muchos ciudadanos.

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