Tribuna abierta
Motivos de asco
Deia, , 15-02-2014MUCHOS a diario. Sin descanso. Aquí va uno. Si el que los jueces escuchen a la calle en el asunto de los escraches y sostengan que son formas no delictivas de protesta es, según la Botella, algo propio de la Revolución Francesa, tener por fuerza que prestar atención a las repetidas sandeces de esta mujer hechas titular de prensa aburre, mucho, pero a la vez nos permite comprobar en qué manos de cup of relaxing estamos. Porque nos guste o no, por el momento estamos en manos de gente de esa calaña, dominados y sometidos, gritemos lo que gritemos. Sus sandeces son majestuosas, dan la vuelta al mundo y denotan una cultura castiza y deficiente, en la que la majeza se impone al buen sentido, pero es la alcaldesa de la capital de un país que está todavía en Europa, convertido en un pozo negro rebosante de mierda, pero está, y además de sostener la vara de mando de la capital de ese reino de mugre es la esposa de un antiguo presidente de ese mismo país sombrío – lo primero por lo segundo sin ningún género de dudas – , alguien que no le va a la zaga en bobería solemne. Y a esto, ellos mismos le llaman con insultante complacencia contribuir de manera relevante al progreso de la Humanidad. ¿Qué idea tendrá la Botella de la Revolución Francesa? Lo ignoro, pero detrás de esas palabras sandias y de ese aplomo de princesa de pueblo inmune a las críticas más elementales hay indocumentación, falta de verdadera instrucción, cultura deficiente y sobre todo prepotencia, la que gastan quienes van por la palestra política de este país con la bragueta abierta sabiendo que da igual decir lo que sea porque sus votantes son iguales o peores y de ese modo tienen el sillón y la palestra asegurados. Vergonzosa clase política que de la propia ventaja hace ideología.
Y aquí va otro motivo de asco, de irritación y encono que no me importa confesar y sobre todo mucho más serio que el anterior. Me gustaría saber qué ha pasado en Ceuta, no lo que el Fernández dice o va a decir que ha pasado, sino lo que de verdad han padecido los inmigrantes que han sobrevivido y si también las balas disparadas, las que en principio no habían disparado – así fue el pistoletazo de salida de este carrerón de patrañas oficiales – no hacen nada y son inofensivas, disuasorias como las cuchillas de la valla… ¿Disuasorias de qué, para quién? ¿Para la miseria, el hambre y el miedo? ¿Para atajar la violencia de quien se ahoga? No, por favor, este es un mal sueño a cielo abierto. ¿Aguantaría el ministro del Interior que le metieran una andanada de las balas que se han llevado los inmigrantes por muy de goma que sean? No lo creo. Esta gente no va a probar nunca de su propia medicina. ¿A quién vas a creer? ¿A quien dispara o a quien recibe el balazo? Yo a quien lo recibe. Esto es muy particular, claro, pero sabiendo en qué país vivo no me queda más remedio que pensar que, me digan lo que me digan, me mienten.
Por lo demás, estaba claro que tarde o temprano iban a meter bala, primero han sido de goma, luego ya veremos, ya iremos viendo, no ya en las fronteras del sur, sino en las calles de las protestas ciudadanas. Esto de Ceuta se ha medio sabido – 14 muertos, eso “calculan”, eso dicen con desparpajo criminal – , pero es mucho de lo que allí sucede que ignoramos – y en los CIES y en la cárceles y en las comisarías, con nacionales y extranjeros, tanto da – porque se nos oculta y se nos miente. Sin contar con que nosotros mismos no miramos con la suficiente atención porque esas tragedias nos desbordan y nos revelan que nuestra impotencia es demasiado manifiesta. No hay bala ni riesgo de perder la vida en el intento que disuada a quien quiere ganar una existencia mejor
Y otro más, otro… Qué puedes apostillar del profesional de la política del Partido Popular que le dice a la manifestante en contra de la ley del aborto que promueve Gallardón: “Eres muy fea, igual te hubiera abortado por malformación”. ¿En qué puedes basar la convivencia con alguien así? No son prontos, son los verdaderos fondos, la madre de ese mal vino nacional e inextinguible, el de la viña de Caín, el que está visto que más y con más gusto embriaga.
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