Sefardíes y españoles

La Vanguardia, Lluís Foix, 13-02-2014

Me ha sorprendido positivamente la decisión del Gobierno Rajoy de modificar el Código Civil para conceder la nacionalidad española a los descendientes de judíos que en 1492 fueron expulsados de España.
Estamos ante un proyecto que tiene que pasar por las Cortes pero que contiene una fuerte carga emocional y reparación hacia un pueblo que perdió su condición hispánica y siguió vagando por el mundo en busca de cobijo. Habrá que ver cómo se concreta esta idea de conceder la nacionalidad española a varios millones de judíos sefardíes que se encuentran en Israel pero que se hallan diseminados por medio mundo. Será laborioso determinar cómo se acredita la condición de sefardí y qué derechos políticos tendrían los nuevos españoles.
Una de mis experiencias más inesperadas la viví hace muchos años en Estados Unidos en un viaje de más dos meses junto con otros periodistas de todos los países europeos, también de los que estaban gobernados por los regímenes del Pacto de Varsovia.
Me invitaron a una cena en casa de un médico en el estado de Misisipi. Una cena muy formal, más de diez personas, candelabros en una larga mesa, con tertulia posterior en un salón, con una chimenea y fuego al fondo que acompañaba la atmósfera cálida que se quería ofrecer al invitado.
En un momento de la conversación una señora abrió su bolso y sacó una llave grande, la misma, dijo, que sus antepasados se llevaron de Toledo al ser obligados a abandonar su casa. España no tenía relaciones con Israel y la señora me preguntó si le sería fácil averiguar si aquella casa todavía existía. No recuerdo qué le contesté, pero aquella anécdota me confirmó que la expulsión de los hebreos nos perseguiría también a nosotros a lo largo de los siglos. Aquella decisión se asociaría al antisemitismo que ha vivido latente en España hasta nuestros días.
No sé qué comportará el hecho que los sefardíes puedan obtener la nacionalidad española sin renunciar a la israelí o a la de cualquier otro Estado que conste en su pasaporte. Si pudieran votar sería una novedad considerable que tendría incidencia en la política española. También en nuestro deteriorado Estado del bienestar.

Tengo gratitud y simpatía hacia muchos judíos de los que he aprendido mucho en los más variados campos de la cultura, las artes y la historia. Esta admiración no coincide siempre con la actitud del Estado de Israel, que es tan criticable como la de cualquier otro Estado del mundo. Un judío tan lúcido como Steiner ha escrito que la creación del Estado de Israel fue un error porque podía convertir a los judíos de víctimas en verdugos. Otro pensador judío, Isaiah Berlin, decía que el experimento del Estado de Israel era una especie de “exilio del exilio”. En todo caso, me parece acertada la decisión del Gobierno que repara, muy tarde, un error y una injusticia histórica.

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