Las plumas de la ira
Espectacular redada en Nueva York para poner freno a la subcultura de las peleas de gallos
La Vanguardia, , 11-02-2014Se llaman Jeremías Nieves, Noel Castillo o Manuel Cruz. Sus nombres estarían a juego con los de José Arcadio Buendía o Prudencio Aguilar, piedras angulares en la arquitectura de Cien años de soledad.
ASCPA / AP
Un miembro de la Sociedad Estadounidense contra la Crueldad en Animales, con uno de los gallos rescatados en Queens
Estarían a juego si no fuera por la distancia que existe entre aquel Macondo imaginario y este Nueva York tan real, a pesar de que a veces parezca el país de aquellos marginales que describió John Steinbeck en Las uvas de la ira, en 1939.
Una historia que, entre rascacielos y la modernidad sofisticada, suena a algo de otro tiempo.
Las peleas de gallos forman parte del paisaje de la otra América en la monumental novela de 1967 de Gabriel García Márquez. Como integran, presuntamente, el expediente policial redactado este fin de semana, después de la redada desarrollada a lo largo del sábado y el domingo por los patrulleros neoyorquinos.
Los investigadores bautizaron la operación, la más importante jamás realizada en este terreno, como angry birds, al igual que el famoso juego digital. Ahí se refleja el contraste de dos épocas.
Por lo visto, los pájaros tenían motivos para estar coléricos.
Los agentes se infiltraron el sábado en un local de Queens donde se cobraban 40 dólares de admisión. Era una de las noches bimensuales de peleas. Las apuestas subían hasta los 10.000 dólares. Había 65 ejemplares de volátiles listos para el combate. En sus garras llevaban adheridas cuchillas de afeitar para que el show resultara más sangriento. Cuando el público estaba enardecido –se vendía alcohol, también sin licencia–, los infiltrados sacaron sus placas de identificación.
Según la información oficial, gracias a esta intervención se han recuperado 3.000 gallos criados mediante drogas y con las garras manipuladas para hacer más sangrientos los combates. En tres escenarios diferentes, se produjeron cerca de 80 detenidos. Unos 70 quedaron en libertad, una vez que en las dependencias policiales comprobaron que sólo eran espectadores de esta subcultura que sigue persistiendo.
A otros ocho –los tres citados al principio más Orlando Bautista, Edward Medina, Elisandy González, Francisco Suriel y Jesús Menéndez– estaba previsto ponerlos a disposición judicial por diversos cargos criminales a causa de su supuesta actividad, que está totalmente prohibida. Se enfrentan a penas de un máximo de cuatro años de cárcel.
“Las peleas de gallos son una práctica cruel, abusiva y bárbara de tortura a los animales, que pone en peligro la salud y la seguridad pública y que facilita la comisión de otros delitos”, señaló el fiscal Eric Schneiderman.
La intervención tuvo una ramificación en Brooklyn. Allí entraron en una tienda de mascotas. Camuflados entre perros, que son los reyes del mambo en la Gran Manzana, en el sótano hallaron al menos cincuenta jaulas con otros tantos ocupantes. Los gallos estaban listos para ser transportados al ring de Queens para afrontar su sacrificio. Jeremias Nieves, de 74 años y dueño del negocio, se excusó: “Yo sólo los vendo, no los pongo a luchar porque sé que es ilegal”.
La mayor incautación de aves listas para el combate se produjo sin embargo en una granja de Plattekill, al norte del estado de Nueva York. Allí detuvieron al encargado y a su empleado. Los investigadores consideran que en este enclave se engordaba y adiestraba a los gallos. De ahí salieron hacia la Gran Manzana y otros destinos en Nueva Jersey, Pensilvania y Massachusetts. Según la Sociedad Estadounidense contra la Crueldad en Animales, “si tienes conciencia, no hace falta que te digan que esto es una vileza”. Son las plumas de la ira.
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