Las rutas migratorias de la vergüenza

La Vanguardia, Josep Playà, 07-02-2014

Las rutas migratorias tienen varios puntos negros en todo el planeta que sólo se hacen visibles cuando se producen tragedias con muertes incluidas. Pero existe también un día a día de agresiones, robos, violencia sexual, chantajes… que no tienen imágenes y pasan desapercibidos. La frontera de México con Estados Unidos, la de Argelia con Marruecos, la franja de mar que separa Libia y la isla italiana de Lampedusa o la zona limítrofe entre Turquía y Grecia son actualmente los puntos críticos donde sobreviven miles de inmigrantes a la espera de una oportunidad para “saltar” al paraíso soñado –aunque muchas veces resultará no serlo. Y mientras eso no sucede malviven en condiciones precarias, a la intemperie, con problemas de higiene y alimentación, sometidos a las mafias y a las arbitrariedades de los servicios policiales de estos países de tránsito.
Las políticas de control de fronteras impulsadas por la Unión Europea y la cooperación de Marruecos, convertido en gendarme de Occidente, han desplazado la presión hacia el sur. Ya no llegan los cayucos a las islas Canarias, porque son interceptados antes de salir de los puertos centroafricanos, y el número de pateras que logran zarpar del norte de Marruecos hacia las costas andaluzas se ha convertido en residual. En Lampedusa aún llegan de forma periódica y por eso Italia presiona a la UE para que haga suya la problemática y evite la salida de las barcazas desde Libia. Cuando eso suceda la presión se desplazará más hacia Creta, Grecia o Turquía, donde a la presión de los inmigrantes del cono africano (Somalia, Etiopía…) se suman ya los refugiados de la guerra de Siria.

Las verjas de hasta seis metros levantadas en Ceuta y Melilla –junto con las cuchillas y las pelotas de goma– dificultan el paso a territorio español. Pero son los policías marroquíes los que impiden que salgan de los montes del Gurugú u otros bosques cercanos a los puestos fronterizos. Y ante la imposibilidad de culminar su aventura, crece la población flotante (imposible conocer su número: se habla de 20.000 en Marruecos, pero bastantes más en Argelia, Libia o Egipto). Una encuesta de Médicos Sin Frontera, elaborada en 2012, revelaba que poco más del 40% de los subsaharianos (el 80% hombres) llevaba menos de seis meses en Marruecos; un 27% permanecía entre seis meses y un año; un 23%, de 1 a 5 años, y un 7%, más de 5 años. Las oenegés han denunciado no sólo la situación extrema de algunos de estos inmigrantes sino las expulsiones hacia el desierto frontera con Argelia. Llegar a Europa ya no sólo es cuestión de dinero, también de tiempo, de sufrimiento, y con riesgo para la propia vida.

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