Rapeando migraciones

soufiane, qian qian, lenny karen, andrés, mario y michelle son niños inmigrantes. memorias errantes que se desnudan en un nuevo proyecto educativo a ritmo de hip hop

Diario de noticias de Alava, Jaione Sanz, 02-02-2014

Vitoria

Soufiane dejó Marruecos con cinco años, pero su cabeza todavía encarcela recuerdos del barrio donde vivió, de su primer colegio, del mejor amigo, que ya está muerto. Para Qian Qian, la nostalgia es aún una losa reciente. Salió de China en 2008, sin tiempo para asumir el adiós. Lenny Karen ni siquiera se permite hablar de su anterior existencia, como si la Guinea Ecuatorial que dejó atrás se hubiera ocupado de silenciar sentimientos, mientras Andrés desnuda su convulso pasado en Medellín sin tapujos y Mario mira hacia Bolivia con la esperanza puesta en el futuro. Porque la hay y Michelle es la prueba. Una joven colombiana que no esperó a hacerse mujer para relajar la carga de su madre viuda e independizarse en una ciudad desconocida. Sos seis historias diferentes, pero todas tienen como protagonistas a chavales inmigrantes residentes en Vitoria. El denominador que unió sus vidas para darlas a conocer al mundo con honestidad y rimas.

El trabajo ya está terminado. Se llama Rapeando migraciones y es producto del último proyecto de la asociación Bidez Bide. Detrás está Saioa García, educadora social de este colectivo, La Omega cuando toma la batuta como MC. Fue a ella a quien se le ocurrió la iniciativa, tras haber ayudado a sacar adelante un disco de hip hop impulsado por un compañero del centro cívico de El Pilar para que la gente de la calle demostrase que tiene un montón de cosas que contar. “Me gustó la experiencia, le vi recorrido… Y pensé en hacer algo parecido pero adaptado a nuestro ámbito de trabajo, que es la inmigración, dando voz a los grandes olvidados de este fenómeno”, explica. Pronto consiguió reunir a seis chavales de cinco procedencias distintas, dispuestos a afrontar el reto “de contar sus experiencias vitales y de hacerlo a través del rap”. La Omega tenía claro que este género musical “es una herramienta clave para llegar a los jóvenes y facilita mucho contar historias personales”. No se equivocó.

El proyecto empezó a rodar en septiembre, lejos de micrófonos, cerca del alma. “Empezamos con cuatro sesiones de psicología, los sábados por la mañana en Aldabe”, cuenta la educadora. Edurne fue la encargada de enfrentar a los chavales con sus sentimientos, de trabajar sus duelos, de hacerles hablar sobre la familia, los amigos, su futuro. “Todos tienen las ideas bastante claras”, asegura la experta. Luego comenzó el proceso creativo, de la mano de La Omega, quien enseñó a los menores “a construir canciones sobre la base del rap y a meterles flow”. Fueron meses “interesantes y divertidos”, tanto para la profesora como para sus animosos aprendices. Por eso, los siete hablan con orgullo del resultado del trabajo, grabado en el local de Saioa, Real Drama Studios. Un disco a punto de salir con seis temas que destapan verdades, alegrías, tristezas, certezas, miedos, esperanzas. “Desde la sinceridad de lo más profundo de nuestros corazones”, matizan.

Cada uno escribió una canción, con su puño y letra. Perder lo que has querido es la de Soufiane, a quien le gusta que le llamen MC Monkey. “Va sobre lo que dejé cuando mi padre nos anunció que nos marchábamos porque había logrado un contrato de trabajo. Dejé a la familia, a mis amigos, a mi tortuga… Me dijeron que se había muerto, pero la habían soltado”, explica, con una tímida sonrisa. Su memoria se ha vuelto lúcida con el tiempo. Lo dice en su tema: “Me olvidé del pasado cuando era pequeño. Ahora que voy creciendo, poco a poco lo voy recordando”. Da igual que abandonara Marruecos cuando era un retaco. El proceso migratorio es una experiencia que, sin duda, marca. Al año de estar en Vitoria “ya sabía español, pero el árabe lo tenía en mi corazón”. Por suerte, el joven logró adaptarse con facilidad y ahora, asentado en la colina gasteiztarra, mira a la ciudad que le vio crecer con sentimientos encontrados. “Creo que si me dieran a elegir, ya no me iría de aquí, pero aun así siento nostalgia, no puedo evitarlo”, apostilla. Ese sentimiento hizo que escribiera en tan sólo dos días su canción. Un corazón dividido inspira. Y él está encantado de poder hacerlo latir a golpe de beat, en este y cualquier otro proyecto para el que le llamen.

Qian Qian Ye también agradece la oportunidad. Para ella fue todo un reto: “Lo primero que pensé cuando me lo propusieron fue que no sabía rapear, pero me pareció interesante y me lancé”. Habla en impecable castellano, acariciado por su acento original. “Tengo 16 años y hace cinco que vine a Vitoria desde China. Aquí ya había familiares de mi madre, luego marchó ella y más tarde llegamos mi padre, mis hermanos y yo”, relata. Los inicios fueron duros. “No tenía ganas de salir de casa”. Fuera había demasiadas barreras. “Llegué al colegio cuando todo el mundo se conocía ya de Primaria. Y era la única que no sabía castellano. Me obligué a aprenderlo, a coger vocabulario… Fue muy difícil”, confiesa. La adolescente cuenta su historia con dulce espontaneidad y siempre acaba en el mismo capítulo. El que ha inspirado Amistad y olvido. “Dejé allí a mis tres mejores amigas”, explica, “y aunque mantuvimos contacto por Internet ya no es igual”. Cuando regresó de visita a su país de origen, “ellas ya tenían sus mejores amigas”. Su canción llora la pérdida. “Creíamos que sería como antes, amigas para siempre. Fue otra realidad (…) La añoranza, la tristeza, la angustia y el dolor se escondieron en un hueco donde no había calor”. Sólo el tiempo logró abrigar su ánimo.

Toda moneda tiene dos caras. Y la otra es Lenny Karen, una joven procedente de Guinea Ecuatorial. Sin que le pregunten no duda en desvelar que en junio cumplirá 17 años, pero sí se resiste a hablar de su proceso migratorio. “No, no me acuerdo de cuándo llegué aquí”, responde. El título de su canción ya habla por ella. Soledad. “Estoy sola en mi cuento, es mi destino (…) Una distancia, una impotencia. Es un principio, es un final”, dice la letra. Habla en abstracto, sin concretar a qué se refiere exactamente. “No digo si es por la familia, por un amigo o un novio… Porque no quiero contar realmente lo que me pasa”, asevera, sin darse cuenta de que en realidad ya lo ha hecho. Tirándole de la lengua, la adolescente reconoce que aquí tiene gente que la quiere, pero que no puede evitar una cierta tristeza por lo que dejó a sus espaldas. “Sólo lo puede entender la gente que ha pasado por una experiencia así”, apostilla.

Michelle Rodríguez, Lil Miss en el campo de batalla, sí puede ponerse en el lugar de Lenny Karen. Pero ella lo hace desvistiendo su corazón, en vivo y a través de la canción. “Hace mucho tiempo ya de todo esto. No te creas que no me cuesta recordar aquellos hechos (…) Partimos de la tierra con la mucha convicción de que en una nueva tendríamos mejor educación…”, rapea. Ella es una chica valiente, que emigró con su familia desde Colombia a Logroño para luego asentarse sola en Vitoria. “Mi madre era viuda y no quería que soportara tantas cargas si podía evitarlo”, aclara. Estudiante y trabajadora recién cumplida la mayoría de edad, esta joven se esforzó por integrarse. “Y no tuve problemas para socializar. A los dos días de empezar las clases aquí ya conocía gente”, apostilla. El fondo de sus letras es como ella. Una carta de agradecimiento dirigida “a Dios, que me mantiene en la lucha, y a la gente que puso a mi lado, como mi madre y mi abuela”. Su objetivo es insuflar esperanza a quien corre el riesgo de perderla y de apoyar a quien ya no la tiene. La vida que le tocó no ha sido sencilla, pero siempre ha sabido afrontarla con optimismo y alegría.

La Omega ha sabido explotar los talentos de Lil Miss y también le ha sacado chispas a Andrés Cardona. “De siempre me ha gustado el rap. Voy con una libreta a todas partes y apunto las cosas que se me pasan por la cabeza”, confiesa el chaval, Rolo cuando se pone el hip hop por montera. Al igual que Soufiane, él también emigró de muy niño pero conserva cientos de imágenes congeladas en su memoria. “Fue en 2001. Y aun así, recuerdo el barrio, la familia, el ambiente…”, asegura. Su padre fue el primero en sobrevolar el charco hasta España. Más adelante, marchó el con su madre y su hermano. La necesidad les mantuvo en viaje, hasta que hace cinco inviernos se asentaron en Vitoria. “Es una vida con momentos alegres y otros tristes”, confiesa el joven, “y así lo transmito en mi canción”. Mi vida rima nostalgia, rabia, pasión. “Nací en Colombia, pero en España crecí. Con tan sólo cuatro años dije adiós a Medellín. Ahí yo vi la violencia apoderarse de mi país. En busca de un futuro no tan gris hicimos las maletas dejando allí mi raíz”. Ha pasado mucho y, por eso, le molesta que algunas personas le juzguen sólo por su procedencia. “Hablan sin saber, sin conocer mi vida…”, rapea.

Monkey y Rolo no son los únicos que añoran un país que apenas llegaron a descubrir. Mario Peñarez ama sus orígenes, aunque se fue de Bolivia cuando apenas tenía cinco primaveras, dos años después de que hubieran emigrado sus padres. En ese tiempo, antes de su partida, vivió en casa de la abuela, arropado por la familia materna. “Y los recuerdo mucho a todos. También a mi hermano mayor. Se quedó allí. No lo he visto desde entonces. No he vuelto a ver a ninguno de ellos”, lamenta. La nostalgia se apodera apasionadamente del chaval. Su tema, Cambios, explica ese sentimiento inevitable, sujeto a razones que sólo entiende el corazón. “El dolor de dejar mi raíz, el país donde apenas crecí, lo quiero porque sí. Fue donde nací, donde esperaba vivir”, canta el chico, con la honestidad brutal que le dan sus catorce años. Tal vez algún día regrese a Bolivia, es lo que desea, pero mientras tanto afronta con osadía las dificultades de su ajetreada vida. Y así lo grita, para que todos lo sepan. “Yo no me rindo, yo sigo, cada vez que me caigo me levanto más fuerte del piso”. Un clamor compartido.

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