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El periodista y escritor David Felipe Arranz selecciona en «Las cien mejores películas sobre migración» las obras que más fielmente han reflejado el drama de los expatriados.
La Razón, , 27-01-2014Ilusiones, esperanzas y, desgraciadamente, muchas decepciones. Los movimientos migratorios siguen una serie de pautas que el cine se ha encargado de reflejar en sus más de cien años de historia. En «Las cien mejores películas sobre migración» (Cacitel), el periodista y escritor David Felipe Arranz repasa las obras que de forma más fiel han dado testimonio de un fenómeno nada ajeno, y menos en los últimos años, a nuestro país. Obras maestras como «El padrino II» (1972) conviven con clásicos como «Rocco y sus hermanos» (1960). Sin embargo, muchas grandes obras, incómodas para el público, han pasado desapercibidas.
Con motivo de la publicación del libro se celebra en Casa de América el ciclo «Las migraciones en el cine», que tiene como objetivo mostrar, analizar y divulgar el tratamiento de los movimientos migratorios a través del séptimo arte. En el ciclo se exhibirán 10 películas que serán presentadas por expertos en el tema y se proyectarán el último lunes de cada mes.
-De todos los problemas que el cine ha denunciado a lo largo de su historia, ¿por qué optó por la migración?
-Entre 2008 y 2009 me causó un gran impacto e inquietud la enorme cantidad de noticias de inmigrantes que trataban de cruzar el estrecho. Sobre todo sus muertes. No concibo que estas cosas sucedan, sobre todo en los países de recepción, países supuestamente desarrollados que no saben encontrar una solución para los miles de inmigrantes subsaharianos, de países del Este y de Oriente Medio que llegan a Europa. Y vi que el cine le había dado una respuesta muy digna, que se había atrevido a plasmar en imágenes una realidad que los distintos gobiernos eran incapaces de analizar. Y el cine, sin embargo, sí: ha ido por delante del Estado. Me interesaba mucho mostrar cómo los cineastas estaban más comprometidos que la casta política en mostrar a la sociedad este problema. El cine de los últimos años ha prestado muchísima atención a la realidad migratoria. Esta preocupación no la veo en los distintos Ministerios. Y tampoco veo una comunicación por parte de los Gobiernos hacia la ciudadanía sobre cómo se puede articular una solución. En cambio, el cine refleja la solidaridad del ciudadano ante el emigrante, mostrando las dificilísimas circunstancias que se encuentra en los países receptores, con un seguimiento casi periodístico.
-¿Qué aprenderá el espectador que vea las películas que ha seleccionado?
-El lector que luego se convierta en espectador descubrirá la vida cotidiana y la odisea migratoria de personas de los cinco continentes a través de la historia. Desde la Edad Media, con «Las puertas del paraíso» (1968), de Andrzej Wajda, hasta hoy. En general, hay una serie de constantes: partida del país de origen por motivos políticos, familiares, de hambruna, de persecución, etc; viaje extraordinariamente difícil en el que perecen varios miembros de esa comunidad o familia; llegada a la tierra de «acogida», puesto así, entre comillas; dificultades de adaptación; integración en la nueva comunidad, si sucede, y en ocasiones, regreso al país de origen por la incapacidad de adaptarse, como ocurría en «Las cenizas de Ángela» (1999). Ante todo, es un cine muy humano.
-Por parte española ha seleccionado «Surcos» (1951), «La piel quemada» (1967), «Los baúles del retorno» (1995) y «Un franco, 14 pesetas» (2006). ¿Ha sido el cine español ajeno al fenómeno?
-Salvando a algunas cineastas como Chus Gutiérrez o María Miró, es verdad que la emigración en España y desde España a otros países tal vez, al ser una cinematografía más volcada hacia situaciones cotidianas de los españoles, no haya puesto el foco tanto en lo foráneo. Salvo, insisto, en cineastas muy comprometidos de nuestro cine. Que son pocos. El cine español es más costumbrista, más centrado en nuestros problemas que en los de aquellos que vienen de fuera.
-¿Es un cine que, al menos de primeras, puede provocar rechazo en el espectador?
-No es masivo ni «palomitero», pero es un cine que resiste varios visionados, un cine de investigación y que le va a gustar a un espectador con mucha sensibilidad, preocupado por lo humano y al que le encante al cine. Ninguna de estas películas va a defraudar ni al cinéfilo ni al curioso. Y creo que le va a gustar también a un espectador que tenga un perfil de humanidades: sociólogos, historiadores, filólogos, periodistas…Va a ser una persona distinta a la que era antes de emprender este viaje cinematográfico. A mí me han cambiado estas películas. De hecho, escribí el libro para aprender cómo era la aventura del emigrante. El cine es un instrumento de comunicación de sensibilidades extraordinario e infravalorado. Es un gran maestro de la vida.
-Imagine una película española sobre un joven emigrante que se ve obligado a emigrar al extranjero. ¿Cuál sería el argumento?
-Yo hablaría de una chica que ha terminado arquitectura, que por la crisis del ladrillo no encuentra trabajo en las contratas de las grandes empresas constructoras, que se tiene que ir a Berlín, que ha contactado con asociaciones españolas de ubicación en Alemania, que lo único que encuentra son trabajos mal remunerados que no se corresponden con su formación académica, que se enamora de un inmigrante turco-alemán y que, desde cero, construye una vida nueva sin volver la vista atrás hacia un país que no ha sabido estar a la altura de su cualificación académica. Ése es el retrato, con un final abierto, y con una historia de amor en un país que sí ha satisfecho las necesidades de sus propios hijos. Pero que tampoco está necesariamente interesado en satisfacer las necesidades de los hijos de los países vecinos. O sí, en la medida que le solucionen la papeleta cubriendo trabajos que los propios alemanes no quieren hacer.
-¿Sería un drama, una comedia, una tragicomedia…?
-La dirigiría Mariano Barroso, cineasta que me encanta, y sería una tragicomedia.
-Seleccione de todo el libro la película que mejor sintetice el problema de la migración.
-«Los emigrantes» (1971) de Jan Troell. Cumple todos los puntos de los que hablaba antes, pero incluso va más allá: centrada en una familia de un pueblo rural al sur de Suecia de mediados del XIX, empieza como una película dramática de aventuras,y continúa con los protagonistas en Minnesota, adentrándose incluso por las tierras de California y viéndose envueltos en las guerras sioux. Me parece excepcional. Tanto es así que Troell se vio obligado, por la dimensión de su proyecto y su metraje, a dividirla en dos partes: «Los emigrantes» y «La nueva tierra» (1972). Quien la vea, se dará cuenta de la odisea de una familia que decide emprender una emigración de estas dimensiones.
-¿Qué gran película queda por hacer sobre la migración?
-Me hubiese encantado ver una película sobre cómo los pueblos asiáticos cruzaron el estrecho de Bering durante la antigüedad. Entraron por el norte de América, por las regiones árticas. Tuvo que ser una odisea espectacular. Ésa es la gran película migratoria que queda por hacer. Con grandes personajes, con un buen guión, con un cineasta del perfil de Steven Spielberg o Ridley Scott… Ahí hay un proyecto muy bonito que, con un gran reparto y unos buenos mimbres de guión, saldría maravilloso. Es la gran aventura intercontinental de la humanidad. La echo en falta.
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