AL DÍA
Muere el último vasco superviviente del campo nazi de Mauthausen
Marcelino Bilbao, vizcaíno, casado con una irunesa, residía en las proximidades de la ciudad francesa de Poitiers
Diario Vasco,
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26-01-2014
Marcelino Bilbao Bilbao, último superviviente del horror del campo de concentración nazi de Mauthausen, falleció ayer cerca de la ciudad francesa de Poitiers, donde residía, a los 94 a los de edad. Militante anarquista y gudari, estaba casado con la irunesa Mercedes Aguirre, cuya familia le acogió en París recién poco después de terminar la II Guerra Mundial.
Nacido en Alonsotegi el 16 de enero de 1920, con apenas 16 años Marcelino Bilbao se integró en un batallón de la CNT, con el que participó en la ofensiva sobre Villarreal. Durante la guerra civil española alcanza el grado de teniente y partipó en la fracasada ofensiva sobre Teruel y posteriormente en la Batalla del Ebro, donde fue condecorado con la medalla al valor. El 9 de febrero pasó la frontera por la Junquera y en ese momento comenzó su verdadera odisea. Retenido en los campos de concentración de Saint Cyprien y Argeles sur, finalmente es traladado al que el Gobierno Vasco construyó en Gurs. Posteriormente fue hecho prisionero por los nazis y el 13 de diciembre de 1940 llegó al infierno de Mauthausen, donde le inscribieron con el número 4628. Allí se encuentra con su amigo bilbaíno Ángel Elejalde, internado seis meses antes, quien le avisa de las atrocidades del campo de concentración.
Marcelino logra sobrevivir agracias a su picaresca y juventud, pero fue testigo directo del horror. Le hirieron en la cabeza con la punta de un pico, enfermó hasta agonizar e incluso participó en un experimento médico junto a otros treinta prisioneros. Solo lograron sobrevivir siete de ellos.
En el campo de concentración fue testigo de las cámaras de gas y de las ejecuciones que se llevaban a cabo. Tras la retirada de los nazis, después de haber pasado también por el campo de concentración de Ebensee y después de una última odisea por Austria, Marcelinio Bilbao consiguió llegar a pie hasta París, donde fue atendido por el Gobierno francés. Ante la imposibilidad de regresar a España, fue acogido por la familia irunesa Aguirre Salaberría, refugiada en Chatellerault y fue en ese momento cuando conoció a su esposa, Mercedes Aguirre.
En su nueva vida, trabajó en una lechería y una fábrica petroquímica. Seguidor apasionado del Athletic, fijó su domicilio en la zona de Poitiers, donde ayer falleció.
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