La ambición de la ‘banlieue’

Thievy vuelve a los entrenamientos en solitario a la espera de que se concrete su salida

La Vanguardia, , 17-01-2014

Cuando en el 2004 Dominique de Villepin visitó el barrio de Beauval, en Meuax, en plena crisis de la banlieue parisina, un jovencísimo Thievy Bifouma tenía claro que debía huir de allí como fuera en busca de un futuro mejor, y el fútbol, en un momento en que Francia todavía creía en el resurgir de aquella selección que había ganado el Mundial y la Eurocopa formada por hijos de emigrantes africanos y magrebíes, parecía un buen camino. Fue así cómo en lugar de coger el conocido train de banlieue que une París con Meaux, el joven futbolista emprendió la dirección contraria, rumbo a Estrasburgo, donde recaló en una de las canteras históricas del fútbol francés. Criarse en un sitio así marca, y más cuando se hace junto a seis hermanas y una madre, en ausencia del padre. Pero no necesariamente hace más fuerte. “Su personalidad siempre ha sido voluble”, afirman en su entorno. Eso explicaría sus continuas contradicciones. La mala suerte hizo que cuando consiguió hacerse un hueco en el primer equipo del Racing de Estrasburgo el club sufrió a causa de sus deudas un descenso administrativo que lo relegó al Championnat National, la Tercera División.
En pos de su sueño y con una ambición sin límites, Thievy no se rindió y siguió el consejo de su representante de aquel momento: presentarse a unas pruebas que realizaba el Espanyol en busca de talentos. Acertó. Fue uno de los elegidos del primer Draft Perico y en la temporada 2010-2011 se incorporó al juvenil que entrenaba Martín Posse. El argentino, por entonces aún hombre de confianza de Mauricio Pochettino, le contó maravillas del desconocido francés y su ascenso fue meteórico: Thievy pasó del juvenil al filial y del filial al primer equipo. Su papel estelar en la Copa Catalunya que ese verano el Espanyol ganó al Barcelona en el Nou Estadi de Tarragona lo acabó de encumbrar y, a la vez, de disparar su ambición.
“Thievy tenía un puesto en el primer equipo, pero sus primeros actos de indisciplina lo hicieron volver al filial en varias ocasiones, donde su comportamiento era modélico para volver a subir”, recuerda Raúl Longhi, entonces técnico del Espanyol B. Con un contrato del fútbol base, pero con continuidad en el primer equipo, el francés empezó a pedir más. Más dinero y más titularidades. Y el club y Pochettino cedieron. Tan sólo pudo mantenerlo a raya Antonio Morales, entonces responsable del fútbol base, que hasta que lo vio con “novia formal”, de la que tiene una hija de un año, no dejó de marcarlo. El club decidió cederlo una temporada en el Las Palmas. Una decisión acertada. Thievy triunfó y se encumbró aún más, convirtiéndose en el goleador del equipo. El resto ya es presente: el jugador volvió el pasado verano al Espanyol para convertirse en ese referente que había sido en el club canario, pero Javier Aguirre tenía a Sergio García, y a Stuani, y a Simão. Él era uno más. Y sumando ausencias pronto empezó a criticar en el vestuario el estilo de Aguirre y a protagonizar actos de indisciplina. Decidió cambiar representante con la condición de que le buscase una alternativa para jugar. Eso, y no su actual pareja explica sus ansias de marchar.

En Alcorcón volvió a vestir la camiseta blanquiazul, aunque la decisión ya estaba tomada. Tras la derrota, se aisló en un rincón del vestuario junto a Germán. Al dejar Santo Domingo, una empleada le pidió hacerse una foto junto a él. La última como españolista, por más que ayer se reincorporase a los entrenamientos al margen del equipo. Fue un posado sin sonrisa.

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