Radiografía de una comunidad artística
La Barcelona gitana
Bajarí', libro surgido del documental del mismo título, recorre las historias de familias inmigrantes La obra sigue la huella de la comunidad por Gràcia, Hostafrancs, La Mina y zonas ya desaparecidas
El Periodico, , 07-01-2014‘Bajarí’ es cómo los gitanos llamaban a Barcelona cuando hablaban en caló y también el título del libro fotográfico con textos de la cineasta Eva Vila, que nace de su documental con exacto título que acaba de ser nominado a los premios Gaudí. La edición, publicada por La Fábrica, cuenta con imágenes captadas por Joan Tomás en Hostafrancs, en La Mina, en el antiguo Somorrostro, en el barrio de Sant Roc y en Gràcia, siguiendo las huellas de la ciudad gitana por la calle de la Cera.
Eva Vila dedicó tres años a investigar las raíces del mundo gitano barcelonés. «Quería historias de vida y de proximidad», señala la autora. Así fue como emprendió un emotivo viaje al corazón del flamenco a través de los ojos de Juanito Manzano, un niño de 5 años que sueña con unas botas rojas que le ayudarán a convertirse en un prometedor bailaor, y del talento de Karime, sobrina nieta de Carmen Amaya, que fue una excepcional bailaora tan menuda como eléctrica y decidida, con una elegancia innata y una intuitiva concepción coreográfica del movimiento. Amaya, aunque no aparezca, está presente en el libro por ser el referente internacional del desaparecido barrio marino del Somorrostro que revolucionó el flamenco.
Las vivencias de unas familias gitanas de Barcelona son los hilos que tejen la trama de este libro surgido de una película documental que Vila estrenó el año pasado en España, que fue seleccionada, entre muchos otros, por los festivales de cine de Montreal y de Málaga, que recibió menciones del jurado en DocsBarcelona y en Flahertiana de Rusia, y que se distribuirá en los cines de Japón.
KARIME AMAYA / Las primeras páginas las acapara Karime Amaya, de cuya tía abuela el año pasado se celebró el 50º aniversario de su muerte. Karime es nieta de Antonia, la cuarta hermana de Carmen y que fundó la escuela de baile Las Amaya en México. Ella lega a Barcelona en busca de sus orígenes y de la mano de su familia se rememora el Somorrostro, la barriada de inmigrantes en penuria, la mayoría gitanos. «Era una forma de vida pobre, pero alegre», matiza Eva Vila, tras haber entrevistado a muchos supervivientes.
«La comunidad gitana aún se encuentra en los márgenes de la ciudad. Poseen el don del cante y el baile, un tesoro que en otros lugares estaría mucho más valorado», considera Vila. Para la escritora y documentalista, los espectáculos gitanos «lamentablemente» han quedado relegados a locales que se llenan de turistas interesados por asistir a un tablao. «La rumba al tener la etiqueta de catalana ha entrado en otros circuitos», compara Vila.
Según la autora de ‘Bajarí’, la política catalana ha utilizado al mundo flamenco de una manera salvaje. «En Barcelona se ha creado un gran distanciamiento entre el gitano y el ciudadano catalán. Debemos romper esa barrera. Valorar ese arte que se transmite de generación en generación. Su vida está vinculada al duende, esa virtud, disposición y habilidad para hacer algo creativo que transmite sentimientos. Al verlos en plena actuación te das cuenta de que no pueden fingir, que ese grito y ese zapateo volcánico salen de lo más profundo de la tierra», argumenta la directora.
En Barcelona, según Vila, hay dos comunidades gitanas bien diferenciadas: las que hablan catalán, que viven en barrios como Gràcia, y las que se expresan en castellano, que se reparten en zonas periféricas, como La Mina y La Catalana.
Además de los Amaya, el libro se adentra en los barrios en los que viven y trabajan la familia Los Granaínos y los Toleo, que procedentes de Córdoba fueron a vivir al Somorrostro para desplazarse tras su demolición en 1966 a Santa Coloma de Gramenet. También destacan las fotos de Miguel de la Tolea y su primo ‘El Toleo’, actuando en la sala del Taller de Músics. La escuela de la Tani, hoy en la calle de Alella, acapara un capítulo. La Tani llegó con 5 años a Barcelona procedente de Jaén. Se instaló en el Camp de la Bota, otro desaparecido barrio de barracas.
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